Intentar eliminar mosquitos teniendo la ventana abierta, indiscutiblemente es pretender eliminar, sin éxito alguno, la volatilidad del aire y a sus usuarios en un espacio abierto incontrolable. Y es el razonamiento que el prestigioso periódico conservador de Corea del Sur, Chosun Ilbo, ha puesto recientemente encima de la mesa, para ilustrar los esfuerzos en luchar contra el brote de coronavirus sin suprimir la volatilidad de los visitantes de China.
Este razonamiento cuestiona el si se ha estado manejando lo más rápida y apropiadamente la crisis epidémica desde el principio. Ya que en el epicentro de toda esta cuestión, si sitúa el recorrido que China tiene en la economía global. Recorrido comercial y a ventana abierta, donde no solo gran parte de la economía de Corea del Sur depende de China, sino que también otras muchas más economías. Como, por ejemplo, la economía más grande de Europa aunque muy cercana a la recesión: Alemania. Cuyas empresas dependen de las cadenas de suministro chinas, y para la cual China se constituye como uno de los mas grandes mercados de exportación. Con lo cual, se entiende que el Ministro de Sanidad alemán, Jens Spahn, acabe por manifestar, muy recientemente, que es casi imposible seguir el rastro de todas las vías de infección en su país. Así que, con esta volatilidad, nos podríamos preguntar si se podría haber evitado lo que ya es inevitable: el hecho de que cuanto más rápidamente se propague el virus, mayor daño significativo causará a la economía.
En el escenario de la economía global, que tanto nos afecta, veníamos de un crecimiento perezoso que se empeora con la incertidumbre y la tensión de la guerra comercial de Trump con China. Estábamos en que, a pesar de ello, los economistas habían proyectado un rebote para este año. Y nos encontramos con otra tensión comercial, debido a la pretensión de varios países europeos (Francia, España, Italia, Austria y el Reino Unido) de imponer tributos a los servicios digitales de las tecnológicas norteamericanas (Amazon, Google, Facebook). Independientemente de que tengan o no tengan presencia física en estos territorios. Y todo ello provocando la ira del presidente Trump, que muy probablemente sea reelegido el próximo mes de noviembre. Con lo cual otro conflicto, otra tensión comercial más, para la que se necesitará alcanzar un acuerdo.
Este acuerdo tendrá que ser posible. Nuestro país, por ejemplo, esperará hasta diciembre para aplicar este impuesto, y así poder permitir un acuerdo en el seno de la OCDE. Sin embargo, frente al Covid-19 no ha sido posible. Y por ejemplo, los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático han actuado de una manera dispersa, dejando claro su división interna con respecto a China por razones diplomáticas y geopolíticas. Frente a países, tradicionalmente aliados a China (Tailandia, Camboya y Laos); otros con relaciones más complejas y tensas (Vietnam, Singapur, Indonesia, Filipinas) han restringido fuertemente la entrada de ciudadanos de China.
Una experiencia asiática, que es referencia para que los europeos nos unamos de una manera más efectiva frente a los desafíos (clima, inmigración, Pacto Verde, convergencia y agricultura, presupuesto 2021-2027, …). Entre esos desafíos, el independentismo es una muestra de la diversa pero débil y dividida Europa, que necesita de reformas. Es una muestra de cómo Puigdemont, como fugitivo, requerido por la justicia y eurodiputado separatista catalán, realiza un acto de campaña política en un espacio, Perpiñán, que representa ser la puerta hacia España.
Y este acto refleja la confrontación electoral en el seno de la coalición independentista, entre ERC y JxC. Ambos partidos, sin unidad, sin una estrategia común y compartida y sin lealtad entre ellos, según palabras de Torra. Pero ha sido también un acto que refleja como las autoridades de la región catalana francesa (además de activar la alerta sanitaria ante el riesgo de contagio por coronavirus) han dado abrigo a quimeras como: “la republica en el centro del mundo” o “la lucha definitiva” por la independencia. Todo ello ante la asistencia de 150.000 personas según los organizadores o de 60.000 según el periódico regional L’Indépendant.