El compañerismo militar conduce a unos sentimientos que hermana, formando una especie de gran familia. Cualquier soldado no duda jamás en socorrer a su jefe inmediato, aun arriesgando su propia vida y, por el contrario, cualquier mando haría lo mismo por auxiliar a sus subordinados.
Hay quien cree que el compañerismo militar, sólo es entre los mandos del mismo empleo, y esto es una gran equivocación. La realidad es que cualquier soldado no duda jamás en socorrer a su jefe inmediato, aun arriesgando su propia vida y, por el contrario, cualquier mando haría lo mismo por auxiliar a sus subordinados. Ejemplo los hay a miles, ahí está el gesto de aquel teniente de Caballería, en una clase teórica ante un grupo de soldados, sobre el manejo de una granada. Dicho teniente, al darse cuenta de que se había activado el detonador, salió corriendo al exterior apretando la granada entre su vientre, explosionando la misma, muriendo dicho oficial en el acto, pero sus soldados quedaron ilesos.
El cariño mutuo de jefes y soldados
No cabe dude que el estar alejados a casi 2.000 km de sus hogares, como sucedía en aquellas inhóspitas tierras de Ifni-Sáhara, en este caso referente a los Tiradores de Ifni, provocaba esa situación.
A pesar de la dureza en aquellas tierras de Ifni, y lo más grave, en los meses de guerra de 1957/58, aquellos jóvenes soldados sabían valorar a sus jefes por el humanitario trato, a los que consideraban como a sus padres. No obstante, puede que hubiese alguna excepción, pero la gran mayoría, y a los hechos me remito, sentían un gran cariño por sus jefes.
El entonces coronel-jefe del Grupo de Tiradores de Ifni, Guillermo Rodríguez González, con ocasión de enviar la Cruz Roja al Mérito Militar a un soldado de su Grupo ya licenciado, Ramón Martí Monterde, así se expresaba dicho oficial en una carta: “mi querido tirador: por fin te puedo mandar la Cruz del Mérito Militar, que te han concedido por tus méritos y comportamiento durante la agresión del enemigo al territorio, para que puedas lucirla con orgullo sobre tu pecho. En la vida civil sigue el mismo camino de honradez y compañerismo, amistad para todos tus paisanos y convecinos, educa a tus hijos en un hogar cristiano e incúlcales las virtudes morales. Para tus padres y familia, mi más cordial enhorabuena, por tener un hijo fiel cumplidor de su deber con la Patria. Sabes que aquí, al marcharte, dejaste una casa y unos hermanos que te recuerdan con cariño. En el nombre de todos ellos y el mío propio, te envía un fuerte abrazo tu coronel”.
No hace falta ser un intelectual para comprender que a esto no se le puede añadir nada.
Hay otro hecho muy conmovedor de un soldado de Tiradores herido en combate, cuyo extracto de una carta dirigida a su coronel así dice: “Hospital Militar de Las Palmas, de un Tirador herido en combate. Mi respetado coronel: le dirijo estas líneas para hacerle llegar a su conocimiento, el deseo manifestado por el personal de Tropa ingresado en este hospital para hacerle saber la manifestación intensa por todos el ver la merecida serie de atenciones en lo que a asistencia médica se refiere. Así como las múltiples muestras de afecto de la población civil de Las Palmas. Nos sentimos orgullosos de nuestros mandos, por los que sentimos verdadera admiración y orgullosos de pertenecer al Grupo de Tiradores de Ifni. Mi coronel, quiero transmitirle el sentir de todos los soldados nuestro aprecio y cariño. Con el mayor respeto a sus órdenes. Juan A. Viader de Jesús. Soldado de Tiradores”.
El ramo de novia sobre la tumba de un soldado
El prestigioso periodista e historiador Ramiro Santamaría Quesada, en su libro sobre la Campaña de Ifni-Sáhara, relatando los hechos de armas de manera certera así escribe: “la tarea del periodista es contar, escribir y, sobre todo, ajustándose a la verdad, y especialmente haciéndolo sin dramatismo ni gestos histriónicos”. Y me refiero a este texto porque, sobre esta guerra tan ignorada y olvidada, hay contadas ocasiones que individuos que se visten con el ropaje de historiadores narran verdades a medias y casi siempre con enorme rencor hacia el anterior Régimen, y hay que admitir que nadie niega que hubo errores, fallos y falta de medios, pero todo eso lo engrandece el heroísmo, el sacrificio y el valor de aquellos miles de jóvenes soldados de reemplazo que dejaron en aquellas tierras sangre, sudor y lágrimas.
En 1957 el entonces teniente de Tiradores (hoy coronel) Emilio Atienza Vega y su esposa, Conchita Rodríguez Santafé, hija del coronel-jefe del Grupo de Tiradores, Guillermo Rodríguez González, en el mes de diciembre de 1957, contraían matrimonio en la Iglesia de la Santa Cruz de Ifni. Aquellos novios con el bello y hermoso gesto que protagonizaron nada más finalizar la ceremonia del enlace matrimonial se ganaron el título de una gran mujer y un gran hombre.
Aquella relación de noviazgo acabó fijando fecha y hora para el enlacie matrimonial, y cumplidos todos los tramites oficiales y religiosos, una ceremonia que contó con una gran participación de compañeros y amigos, tanto del teniente Atienza Vega como de su prometida, Conchita Rodríguez, que con un hermoso traje largo blanco la novia y su ya esposo, con el uniforme de gala y distintivo de Tiradores de Ifni, salían de la Iglesia ante los aplausos de todo aquel gentío como ya marido y mujer.
Pero el bello gesto que honra a esta pareja de marido y mujer, Conchi Rodríguez Santafé y Emilio Atienza Vega, ambos caminando se fueron hasta el cementerio de Ifni, y en un acto lleno de emoción depositaron el ramo de novia ante la tumba de un soldado de Tiradores muerto en combate.
Para entender este gesto tan ejemplar y humano la explicación es esta: “de todas las virtudes militares, ésta del compañerismo es una de las más ignoradas y no siempre bien entendida. El compañerismo militar conduce a unos sentimientos que los hermana formando una especie de gran familia y es en el Ejército donde brilla con más intensidad que en cualquier otra comunidad o asociación”.