No quiero escuchar únicamente lo que dices. Quiero sentir lo que quieres decir” (Hugh Prather). Esta cita del prestigioso escritor estadounidense nos recuerda la importancia de la escucha activa, de la empatía hacia la persona con la que interactuamos.
La conmemoración del Día Mundial de la Salud Mental invita a la reflexión para conocer y visibilizar a las personas que presentan trastornos de la salud mental. Existen datos para estudiar la salud mental, como los que ofrece la OMS – el 9 por ciento de la población tiene algún tipo de problema de salud mental y el 25 por ciento lo tendrá en algún momento a lo largo de su vida -, sin embargo, es difícil encontrar cifras relevantes a enfermedad mental en discapacidad intelectual, lo que hace más complicada la visibilidad del colectivo.
La ignorancia y la estigmatización que rodean a las enfermedades mentales están muy extendidas, si además a ello le sumamos que existe una discapacidad intelectual de base, la cosa se complica. Aquí es donde nace la necesidad de contribuir a la visibilidad de este colectivo y a la sensibilización de la sociedad.
Toda la población es potencialmente susceptible de padecer trastornos de salud mental y/o alteraciones significativas de conducta. Dada la vulnerabilidad de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, estos trastornos les afectan con mayor incidencia, por lo que una de cada tres personas con discapacidad intelectual presenta en algún momento de su vida estas alteraciones.
La gran variedad de factores bio-psicosociales y educativos que pueden desencadenar la manifestación de trastornos mentales y/o alteraciones en la conducta de estas personas, hace necesario desplegar una amplia variedad de diagnósticos, tratamientos y servicios de apoyo que cubran y se adapten a sus necesidades y posibiliten la gestión adecuada de esta realidad. Desafortunadamente, la situación actual refleja importantes aspectos a mejorar: un porcentaje significativo de estas personas no recibe un diagnóstico ajustado, y los servicios públicos y privados involucrados en su asistencia encuentran importantes dificultades para la coordinación y acción conjunta.
Todo ello genera en estas personas y en sus familias una situación de desamparo, estrés y profundo malestar emocional, al mismo tiempo que merma considerablemente las oportunidades de asegurar y mejorar su calidad de vida, de integrarse mejor en la sociedad y de potenciar sus capacidades. Estas personas y sus familias han estado sometidas (y siguen estándolo) a situaciones de discriminación por la falta de apoyos, recursos y conocimiento para atenderlas correctamente.
Es por ello que, desde el área de Salud Mental de Plena inclusión Ceuta, asesoramos y orientamos hacia la mejora de los apoyos a personas con discapacidad intelectual y/o del desarrollo que presentan alteraciones de la salud mental. Evaluamos los problemas de conducta, así como la posible presencia de trastornos psicopatológicos asociados. Damos formación y asesoramiento al personal de atención directa y a las familias sobre el trastorno mental específico y procuramos establecer una mejor coordinación entre servicios y recursos existentes.
Nuestro objetivo último es el de trabajar en el desarrollo de estrategias y actuaciones orientadas a dar una respuesta efectiva a las personas con discapacidad intelectual y trastorno de la salud mental, promoviendo su bienestar personal y familiar, y, en concreto, su derecho a la salud integral en su entorno social.
Desde Plena inclusión Ceuta trabajamos también por visibilizar al colectivo y destacamos la importancia de la escucha activa para incluir a todas las personas, porque todos podemos contribuir a una sociedad inclusiva en la que se presten a todas las personas los apoyos personalizados que necesiten para desarrollar su propio proyecto de calidad de vida.