Una duda entorpece el camino y nos obliga a articular una respuesta: ¿es aconsejable iluminar una realidad por más que el espíritu nos duela? ¿Es bueno hablar sobre el suicidio?
Y mi opinión es sí, ya que el resultado de su ocultamiento solo ha traído estigma y complejo de culpa en los actores. Si destapamos la crudeza de la vida habremos abierto un surco en las conciencias, y el individuo cauteloso al fin esbozará palabras de auxilio y ayuda; ¿cabe mayor dignidad?
La aceptación de la existencia del fenómeno del suicidio nos lleva a su causalidad, a una postura crítica: ¿qué tipo de sistema estamos fabricando que el sufrimiento vital nos lleva a plantearnos la permanencia?
La vida es una invitación para vivir. ¿Qué pensará quien rechaza esta oferta?
La cultura del éxito, el culto a la imagen, el consumo como algo necesario, o la explicitud de la violencia, generan un vacío en el individuo, que bien podría ser de insatisfacción.
Si a esto unimos una circunstancia vital adversa, la mente recibe un impacto emocional severo, que hay que aprender a controlar. El aprendizaje, por tanto, en el control de emociones, como la frustración o el desencanto, tendría que oficializarse en algún lugar del proceso de maduración de la persona.
Otra línea que se abre es saber si el suicidio se puede prevenir, y la contestación es sí: educación en el sentido anterior, campañas de sensibilización, correcta divulgación informativa, limitación de medios letales, y sobre todo, formación específica de los profesionales en la desescalada de conductas suicidas.
En cuanto a la dosificación informativa, la propia Organización Mundial de la Salud recomienda que no se simplifiquen las causas, que no se detallen métodos autolíticos, y que no se forme una imagen sensacionalista. Tampoco presentar el suceso como un último gesto romántico.
Por el contrario, para evitar el efecto llamada, hay que ofrecer solo la información relevante, explicar el suicidio como algo multicausal y complejo, hablar de los factores de riesgo, e introducir que la negatividad tiene solución (al tiempo que se nombran recursos de ayuda). Hay que acudir a fuentes fiables, científicas, y objetivas. Por supuesto, evitar generalizaciones.
Lamentablemente, la vida no es un palacio de cristal, y a veces el camino es sinuoso debido a la dificultad. Haremos bien en ponernos fuertes para encajar situaciones dolorosas, porque a buen seguro la energía interior se puede desgastar.
Por último, hay que fomentar círculos afectivos estables, donde no haya complejo de culpa ni vergüenzas a la hora de exteriorizar sentimientos y otras emociones.
Si cuidamos los unos de los otros el suicidio no será quien.