Fue una lección detrás de otra la que tuve aquella noche. Pero pensando muy seriamente esta mujer no estaba tan desorientada que digamos. Me acababa de dar una lección magistral de lo que es la vida. No había desperdicio. Si no tenemos rectitud con nuestros hijos se burlaban de nosotros y luego hacían lo que querían. Eran unos mal criados. Si le decíamos lo que tenían que hacer éramos muy malos con ellos: y la llamada de la naturaleza. Los pájaros cuando aprenden a volar abandonan el nido y se van a explorar su ecosistema. Recordemos nacen, crecen, se reproducen y mueren. No podía ponerle parches. Sólo quedaba pedirle perdón por haberme ido de casa y no volver para estar con ella unos minutos. Me vinieron las lágrimas. Había sido muy injusto con ella. No había sido una persona con sentimientos. Había sido un egocentrista de primera. Mal rayos me partan por haberle destrozado el corazón a mi madre. Se levantó de la cama y vino a la cocina me vio con las lágrimas en la cara y me dijo: “Ven mi nene, ¿qué te ha ocurrido?, ¿ha venido alguien y te ha regañado? No te preocupes la vida es muy injusta. Pero échale cara a la vida. Que nadie te vea así de esta guisa. Se pitorrearian de ti. Y no vamos a darle el gusto de ello. Cuéntame que te ha pasado”.
Le dije que me perdonara por haberme escapado de casa. Que debería de haber vuelto antes. Ella con mucha tranquilidad me contó que muchas lágrimas había derramado ya ella por mí y que ya era suficiente. Ahora vámonos a pasear, hace un día muy bueno y nos vamos a ver a nuestras vecinas en el mercado. Aquí en esta casa falta de todo y lo principal es aire fresco para nosotros. Me soltó una sonrisa y me dijo si le ayudaba en buscar algo bonito para ponerse en este día tan precioso. Yo lo dije que no había nada tan bonito en acompañar a esa cara tan bella que ella tenía. Pasé de una pequeña depresión a una eufórica tremenda. Cosas de la vida. Salimos sobre las 10 de la mañana y no volvimos hasta bien pasadas las dos de la tarde. Tuvimos mil charlas con todas sus vecinas. En fin yo creía que había vuelto a la vida. Tanto ella como yo. Pero llegó la noche y volvió los rezos por parte de mi madre. Quise hablar con ella pero ya no estaba en el mundo. Lo único que decía era su continuo Padrenuestro y Ave María. Estos son los momentos donde yo decía, ¿qué le pasa? ¿qué debo de hacer?. Alí me quedé con ella esperando algún tipo de desenlace. Volvieron los lloriqueos. Y el hablar con alguien. Lo hizo en español. Menos mal ya que yo no conocía otra lengua. “Ves está aquí. No le he pegado. Hoy estaba llorando, yo le he puesto la cara en lo que se merece con esa sonrisa. No merezco ser fustigada como siempre”. Se puso de rodillas y nuevamente volvieron los rezos.
Ya iba yo cogiendo onda sobre lo que podía pasar. Alguien o algo le estaba martirizando. Tenía que hablar urgente con algún especialista de salud mental. Pero nada más que había hecho comenzar. Sentí de repente mucha calor y luego mucho frío. Salía de mi boca algo de vapor. Yo he visto muchas películas de terror y esto no iba por buen camino. Por lo menos era lo que yo estaba intuyendo. Escuché una frase que me dejó helado: “No vuelvas a hacerlo”. Por todos los Santos del cielo se me cayeron todos los palos del sombrajo. Quién había hablado así. Qué era eso. La voz parecía de un hombre. Parecía venir de todos lados. Yo por mucho que miraba no veía nada. Sentí un guantazo muy fuerte en mi mejilla derecha. Puse las manos para defenderme y poco después me volvió a dar otra mistra. Quería salir corriendo pero no podía dejar sola a mi madre allí. No fue un sueño eso lo puedo yo dar fe. Estaba muy despierto y muy jiñado. Debería de oler a distancia. ¿Qué había sido eso? Volví a escuchar la voz y dijo: “Fuera de aquí”. Sentí como una patada en mi trasero. Fue cuando en voz alta dije: “Sé valiente y muéstrate”. Fue cuando el frío se quitó y todo volvió a la normalidad. Mi madre me miró a los ojos y me dijo no te preocupes ya se ha ido.
Me quedé mucho más tranquilo. Pero las incógnitas volvieron a mis pensamientos.
Estaba sorprendido, aturdido, muerto de miedo y sólo pensar que me quedaban 13 días que estar allí eso era una loza muy grande que se me cayó encima mía aquella noche. Nos fuimos a dormir. Aunque yo la verdad que pude muy poco. Pensaba en ¿cómo podía yo decir algo de lo que había pasado aquí? ¿Y a quién se lo diría? Lo lógico es que dijeran que era una buena excusa para no estar con ella el tiempo que me correspondía.