Hay personas que están llenas de calor. Viene aquí una lista de notables que forman parte de una familia muy especial, a la que dedican su valioso tiempo y esfuerzo. Hoy queremos hacer visibles a estas personas excepcionales: los voluntarios de Acefep. Ellos nos regalan su cariño y comprensión con un solo requisito, únicamente nos piden que seamos nosotros mismos, y que lo pasemos tirando a bien en sus talleres y demás actividades.
Ser voluntario es un trabajo nunca fácil, pero el resultado es un lazo de afinidad y complicidad que permite sobrellevar mejor la enfermedad mental, y eso es lo importante. Cuando están con nosotros todo alrededor es del color de la fantasía, y la ilusión se torna, por momentos, realidad.
Andrés Peña aparece cada quince días, pero es un día esperado por todos. El taller de pintura y óleo mezcla arte y diversión, mientras los colores encuentran su sitio. Para los asistentes Andrés es un pintor magistral que esconde una mejor persona. Es un sueño vivo coger la paleta, tildar el lienzo de colores, y pincelada a pincelada, crear una obra pictórica. Es alucinante.
A veces, los talleres se complementan, así Fran imparte Historia del Arte. Él nos enseña a apreciar el trabajo de los artistas, desde lo más concreto a lo más abstracto. Las clases son muy amenas porque no son rígidas; interactuamos con preguntas, y así conocemos las técnicas y estilos pictóricos, escultóricos y arquitectónicos. Sólo le pedimos desde aquí que no cambie su sentido del humor.
En otro lado, Rosi se afana con el fimo, inventándose figuras, y no tarda en contar las historias que se le van ocurriendo. Con ella los días son de risa, y los problemas se quedan en casa. Rosi es una verdadera artesana, y docta en creatividad.
Otro de los buenos es Adrián, que lleva el taller de dibujo, y la impagable maquetación de la revista “Somos”. Él se conforma con que dejes fluir tu imaginación, y con que tu obra sea única y admirada por ti. Adrián es uno de los voluntarios más antiguos. Todos hemos dado los primeros pasos en el dibujo con él. Es muy cariñoso, y como la mayoría de los grandes genios, algo despistado. Su conversación es agradable, y sus ocurrencias ingeniosas. Le apasiona la informática, y siempre anda encontrándole secretos al programa de maquetación. En definitiva, se ha ganado el respeto y la consideración de los que somos, y así le queremos.
Por su parte, May es una persona muy especial. Todos aquellos que buscan algo de ingenuidad, de bondad, algo auténtico, lo pueden encontrar en ella. Es un milagro de mujer que hace que la vida sea más fácil.
Creíamos tener de todo hasta que llegó Yanes, un psicólogo clínico natural de las lejanas tierras griegas. Pasaba por aquí de vuelta por el mundo cuando se le ocurrió improvisar una estancia con nosotros, para el aprendizaje del idioma. Él nos da pauta para llevarnos bien con los demás, y lo que es más importante, con nosotros mismos.
A Lola habría que ponerle un monumento. Nos comentaron una tarde que iba a darnos una clase de relajación. Sadik dice: “Yo permanecía en la puerta…no la conocía. Al verla a lo lejos supe que era ella”. Tiene una energía interior que se proyecta a los demás, sobrenatural. Sus pasos son firmes y seguros, a la par que tranquilos. Llega ella y desaparecen las tensiones. Es una de esas personas que dejan huella allí donde van.
Y qué decir de José Ismael, que nos ayuda con la informática, y su capacidad para solucionar problemas. O de Basilio, siempre pensativo, que no cabizbajo.
Han pasado muchos otros por ACEFEP, y todos han dejado un trocito de su corazón en estas instalaciones. Todos los voluntarios sólo necesitan una cosa para seguir haciendo lo que hacen: se llama satisfacción personal, ver una obra realizada tras de sí.
Si quieres hacer causa con nosotros, tanto si tienes una enfermedad mental como si no, puedes dar un paso hacia delante. Hay muchas preguntas a las que dar respuesta.