Este es el título de una de las actividades, de uno de los días, de una de las semanas de los talleres “Verano con Ciencia” del Parque de las Ciencias de Granada. Se trata de una magnífica iniciativa para acercar a los más pequeños, y no tan pequeños, a la ciencia. De paso, también se pretende que los jóvenes ocupen sus vacaciones en algo útil, a la vez que divertido. Fundamentalmente les viene bien a los padres que no pueden atender a sus hijos en verano y no tienen con quien dejarlos. Los talleres están muy bien diseñados. El espacio, el agua para la vida y el mundo de los elementos, ocupan los tres primeros días. La ciencia, la música y sus ritmos, los otros dos.
Desde que estoy llevando a cabo mi actividad de investigación en el Parque de las Ciencias durante este semestre, tenía especial interés en visitar una de sus exposiciones estrella. “Play. Ciencia y Música”, es su nombre. Se trata de una exposición producida por el Parque de las Ciencias, que ha contado con la colaboración especial de uno de nuestros más reconocidos e internacionales músicos, Miguel Ríos, y con la del Museo Interactivo de la Música de Málaga (MIMMA). A mí me ha gustado siempre la buena música. Incluso llegué a hacer mis “pinitos” con la guitarra, cuando era algo más joven. De hecho, uno de los proyectos que tengo en mente para cuando ya esté jubilado, es acudir al Conservatorio de Música, aprender solfeo y practicar algún instrumento.
Aprovechando que en una de las actividades de los jóvenes estaba una de mis nietas, quise acompañarle a una práctica en el taller “Guitar Fab-Lab”, que forma parte de la exposición Play, en la que se muestran los instrumentos más antiguos de los que se valían las tribus africanas para comunicarse entre ellos y para divertirse con sus ritmos. Especialmente interesante es la explicación que se dio de la evolución que tuvieron estos instrumentos en la América poscolombina, de la mano de los cientos de miles de esclavos africanos que fueron llevados para trabajar las tierras de los colonizadores españoles y europeos.
Siguiendo con detalle todas las explicaciones de los monitores, fui descubriendo, poco a poco, por qué la música es un lenguaje universal que une a las gentes de todas las razas y condiciones. También por qué hay veces que nos salen los ritmos de forma espontánea y natural durante algunos acontecimientos de nuestras vidas. Así, pude saber que la fuente del ritmo está en nosotros mismos a través del corazón, la respiración, el caminar o el hablar. Y que tenemos un cerebro sincronizado con la música a través de un instinto primario que surge solo. O que las máquinas solo producen sonidos ordenados, pero no música, pues para hacer música se necesitan las personas.
Adentrándonos en la exposición permanente de Play, podemos contemplar y sentir todo el universo de la música. Los organizadores la han dividido en tres partes, representadas por tres colores. El negro, donde se muestran alrededor de 200 objetos musicales de todo el planeta. El blanco, donde se reproducen las experiencias científicas. El rojo, donde se hace música y en el que ¡se ruega tocar!. Como explican los productores, “la exposición nos invita a explorar el mundo de la música desde distintas perspectivas, pero nos acercan también al placer, la creatividad o la empatía que produce en nosotros, para así provocar nuevas miradas y compartir nuestra pasión por la música y por la ciencia”.
La parte dedicada al mundo sonoro nos muestra siete categorías de instrumentos de música, que se caracterizan por tener rasgos comunes en su construcción. Idiófonos, membranófonos, aerófonos, cordófonos, música mecánica, sonido grabado y electrófonos. Entre las curiosidades encontramos algunas como la sonaja de semillas de Latinoamérica, el balafón de África, las Karkabas de Marruecos y Argelia, el Suling de Indonesia, el Kan-Ling del Tibet, el Gramófono portátil de Europa, o el famoso órgano Hammond de los Estados Unidos. Todo un universo de instrumentos musicales que da cuenta de las distintas costumbres y culturas de la humanidad.
La zona dedicada a música y ciencia nos adentra en una serie de experiencias interactivas que ahondan en los principios físicos, anatómicos, neurológicos o ambientales, para facilitar la comprensión de los procesos creativos y cognitivos. Aquí se nos explica qué es el sonido y cómo se transmite o lo percibimos e interpretamos. Entre las curiosidades que nos podemos encontrar está el Tubo de Kundt, que se inventó para medir la velocidad del sonido en distintos medios. Se usan para demostrar las ondas estacionarias que se producen en todos los instrumentos musicales.
Por fin la zona destinada a talleres de efectos sonoros, producción de música, construcción de guitarras a cargo de la escuela granadina, en donde puedes practicar grabando música, tocando instrumentos, produciendo efectos sonoros para películas de cine….
Cuando has hecho la primera visita a esta impresionante exposición, la primera sensación que sacas es haber comprendido la inmensa ignorancia que tenemos sobre la música. Pero, también, empiezas a entender mejor por qué determinadas músicas te producen diferentes sensaciones, dependiendo del tipo de sonidos y del ambiente en el que los oigas. También por qué experimentamos esa especial sensación de bienestar con determinados ritmos, al igual que le ocurría a Albert Einstein que explicaba que nada le producía tanta alegría y felicidad como tocar su violín. Como explica Miguel Ríos, “…en el campo del desarrollo humano, desde que el hombre descubrió la bondad de los sentimientos para su crecimiento personal y como especie, la música, ha contribuido a afilar algunas de las toscas aristas que se han ido enquistando en nuestra evolución. Como un bálsamo, o una poción mirifica, aparecen en los ecos de las paredes de la cueva prehistórica, los símbolos que demuestran el valor evolutivo y cultural de la belleza”.
Por fin creo que he comprendido por qué la música es un lenguaje universal que une a todas las personas de todas las razas e ideas. O, de forma más elegante, como dice Ernesto Páramo, director del Parque de las Ciencias, “la música y la ciencia son las formas más bellas de alejar la entropía”.