Anoche estaba trabajando y pensando en lo que iba hacer hoy. Me gusta programar los itinerarios y más en estos días donde a la calima hay que tenerle mucho respeto.
Me levanté sobre las once y media, saqué al perro, desayuné y me preparé para una nueva caminata.
Mi previsión se había desbordado.
En principio quería estar en marcha desde las 9. Pero ya las noches van haciendo mella.
Mi mujer me regañó el porqué llevaba el bañador puesto. Y le tuve que recordar el calorcito que estaba cayendo.
Se puso el suyo y comenzamos la caminata hoy bastante corta.
Ya advertí ayer que no hay que ejercitarse mucho a estas horas tan proclives a calores extremos.
Se vio que a diferencia de ayer estaban las playas del Chorrilllo y de la Ribera bien cargadas de clientela.
Hay que quitarse el calor con la forma más común: el agua de la mar.
Que por cierto estaba un poco oscurita como si el levante quisiera imponerse al poniente. Celaje era desde luego de levante aunque el viento predominante fuera de poniente.
La intención personal era de meterme en la playa.
Ya venía siendo hora.
Llevaba casi una semana sin catarla.
Sería la una y cuarto aproximadamente cuando entré de un pequeño saltito en el mar. Como buen caballa me encanta el agua y soy casi un pez.
No puedo estar sin ella.
Escogí la Ribera por costumbre y por ser el lugar más distante al utilitario.
No llevaba ni cinco minutos dentro cuando empezó a tocar las campanas.
Mi imaginación voló y pensé por unos momentos que estaban dando gracias que por fin podía tocar el mar el que escribe.
Tonterías son pero fue la verdadera explicación mia.
Estuve dentro más de media hora y cada dos por tres la mujer me recordaba que no me fuera lejos que si me pasaba algo ¿quién iría por mí ya que no sabe nadar ?
Le mandé unas señas para que me dejara tranquilo.
Una vez que estoy dentro del líquido salino que me deje disfrutar.
A los pocos minutos salí y todavía estaban las campanas repicando.
Me fui a la ducha y en bañador me dirigí hacia la plaza de África. Atravesando el paso de cebra que hay junto a la escalera nueva.
Allí vi una procesión con poca gente pero con un gran silencio.
Todo muy solemne.
El paso iba tirado por ruedas y costaleros.
Un simpático hombre vestido de etiqueta con traje azul claro me aclaró ante mis dudas que era El Santísimo Corazón de Jesús y que celebraban el 100 aniversario.
Mi mujer al escuchar la conversación me dijo que: “Tu hijo mayor cuando tenía ocho añitos vino de su cuarto corriendo en busca mía ya que según él un hombre con la misma fisonomía se le había presentado y le dijo: Hola hijo estaré siempre contigo”.
El pobre salió despavorido en busca de su madre.
Y así una nueva jornada en Ceuta.
Caminando por este bello paraje africano.