No encuentro mejor manera de divertir el espíritu que buscando un orificio por donde entre la luz. Pues, ¿qué es la escritura si no?
Repaso todas las leyes y fundamentos que habitan en el interior, y llego a la conclusión de que hay una idea que es primera en el orden y condiciona todo su alrededor. Y no penséis mal, que hablo de certezas, no de verdades; si bien, todo es bienvenido si de vertebrar la razón se refiere.
El nacimiento de esta idea ocurrió en un día parecido de sol, mucho atrás el reloj del tiempo, en la diversidad de senderos que ofrece el Monte Hacho.
Siempre camino con apremio, metido en mis adentros, pero un accidente me hizo detener el ritmo; y aún más, mi percepción de la vida.
Así, a mis pies, una hermosísima pluma de ave pedía mi atención. La tomé para comprobar su textura y su ligereza, y de improvisto, una ráfaga de luz relampagueó e hizo que asociara dos ideas, en apariencia distintas.
Alcé la mirada hacia ese orificio luminoso que es el sol como buscando la confirmación, y no tuve por remedio más que escuchar una voz (su origen no lo sé).
“No es casualidad que el diseño de una pluma, que permite al ser alado permanecer ajeno al vacío, sirva de igual manera para que, manchada de tinta, el escritor haga volar su imaginación sobre el papel”.
Desde entonces, mi pensamiento se entretiene con la certeza de que la vida es un artificio, semejante a la perfección. Y que la imaginación nos convierte en seres alados.
Otra cosa es el control de las pasiones.