No vamos a descubrir a estas alturas de la película que la franquicia de Men In Black siempre ha sido una gran patochada divertida sin mayor pretensión que echar unas risas al son de las gracias de Will Smith, al que hay que reconocer que tiene mucho gancho para estas comedias y bastante comunión con el público. Todo un artista en la difícil tarea de caer de pie haga lo que haga; su mérito no le falta, hay que reconocérselo una y mil veces.
Pero Will Smith ya no está y el interesante tándem joven/veterano que hacía con Tommy Lee Jones tampoco. Ahora en esta aventura con sede en Reino Unido y ojos puestos en expandir la saga el protagonista es Chris Hemsworth, al que la mayoría conocerá por encarnar al flamante Dios del Trueno en Los Vengadores, y el carisma no es comparable al del Príncipe de Bell-Air. Es por ello que no quedaba otra que tirar de guion ingenioso y aportar al espectador una historia interesante de ver, más allá de egoprotagonismos de peso y los recurrentes chistes marca registrada de la casa entre bicho alienígena y bicho alienígena al que dar caza…
Quitando, ahora ya entrando en materia, al momento/guiño Hemsworth amenazando a un enemigo con un martillito en la mano, no podemos decir que las gracias tengan demasiada gracia ni que la historia, con más infografía en el tema del bichorrio si cabe, brille por su ingenio, denotando desde el principio que se trata de revitalizar con ánimo de lucro un proyecto que tiene toda la pinta de estar agotado desde su concepción hasta su puesta en escena.
Completando una supuesta revolución feminista en el enfoque del equipo y también cubriendo de paso la cuota racial que antes le correspondía a Will Smith está la actriz Tessa Thompson, la que hace de agente procedente de Estados Unidos, y el ya veterano (el tiempo no pasa en vano) Liam Neeson en el rol que antes ocupaba Tommy Lee Jones. Emma Thompson es otra de las caras nuevas del plantel, muy a lo James Bond haciendo de jefa del cotarro.
Tremendamente repetitiva y traspasando a ratos lo cargante, la cinta navega en lo ya conocido de anterior éxito para acabar naufragando entre sinsentido y vulgaridad de aquello de contarnos (y mal) otra vez aquello que se nos ha contado en ya demasiadas ocasiones.