En estas semanas se están llevando a cabo intensas conversaciones entre las distintas formaciones políticas para conformar la constitución de las Corporaciones Locales, los Gobiernos autonómicos y el Gobierno de la nación. Pese a que el deseo claro de la mayoría de los ciudadanos, según las encuestas, apostaba por un ejecutivo de tendencia más social, los pactos y conversaciones para recuperar, o no perder, Ayuntamientos y Comunidades, lo están cambiando todo. Los casos más emblemáticos son las alcaldías de Madrid y Barcelona, o la presidencia de la Comunidad de Madrid. Pero también alcaldías de ciudades más pequeñas, pero importantes, como Granada, en donde, pese al notable incremento de votos y concejales de algunos partidos de izquierdas, el personalismo de determinados políticos podría facilitar el pacto a la andaluza con la extrema derecha.
Bajo mi punto de vista, lo que se está gestando en estos días es muy importante para el futuro de nuestro país. Si el bloque progresista y de izquierdas es el que triunfa, tendremos la oportunidad de que muchas de las injusticias sociales cometidas en los últimos años, algunas a consecuencia directa de la crisis económica, pero otras por voluntad y deseo de los conservadores, que usaron la excusa de dicha crisis para debilitar nuestro sistema social, sean corregidas. Si, por el contrario, es el bloque de derechas el que lo consigue, lo que perderemos será proporcionalmente mucho más que lo que se ganaría en el otro caso. La razón es muy simple, a la vez que trágica. La extrema derecha que está facilitando estos pactos para frenar a la izquierda, no cree en la democracia, ni la respeta. Como tampoco cree en la igualdad de oportunidades, en la libertad ideológica o en el respeto a las personas, independientemente de su sexo, condición, ideología, raza o religión. En definitiva, no creen en la Constitución Española, ni en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Me ha llamado la atención una de las actividades que esta semana se han programado en el Parque de las Ciencias de Granada. Se reunía el Consejo infantil y juvenil con uno de sus promotores, el pedagogo Francesco Tonucci. Casi no sabía de su existencia. Cuando me he documentado, he descubierto una iniciativa maravillosa, no solo a favor de la ciencia y la educación. También a favor de la infancia y del respeto e integración en la sociedad de los intereses de todos sus componentes. Entiendo que se trata de un claro caso de democracia participativa, de la que todos deberíamos extraer enseñanzas.
Una de las frases más conocidas de Tonucci es aquella de que “…la escuela tiene que reconocer las competencias de los niños, ya que las desarrollan desde el momento mismo en que nacen. La educación debe fomentar esos conocimientos, incentivar la curiosidad e inquietudes para ayudar al niño a crecer sin perder su esencia que lo hace tan particular y que es su habilidad para jugar y no cansarse.”. Pero también una que sería muy útil si la aplicáramos en estos tiempos: “…Escuchar significa tener necesidad de la contribución del otro”.
Fue precisamente con este pensamiento con el que, en el año 2004, se constituyó el Consejo Infantil, compuesto por 30 niños y niñas de distintos colegios granadinos. Y en el 2005 se creó el Consejo Juvenil, para seguir ampliando el campo de participación al público juvenil. Ambos Consejos son coordinados por el Departamento de Educación del Parque de las Ciencias y con su ayuda se pusieron en marcha proyectos como "El Parque que queremos. Manos a la obra", que fue el puente para la participación de los más pequeños en el Parque de las Ciencias como institución al servicio de la ciencia, la cultura y la sociedad. Los resultados en incremento de visitantes, difusión de la ciencia y generación de impacto socioeconómico positivo en la sociedad han sido espectaculares en estos casi 25 años de existencia de la institución.
Ya advertía en un artículo anterior, que era una especie de reflexión íntima, en tanto que candidato en las pasadas elecciones locales por una formación de izquierdas, que los que se iban a sentir muy mal con los resultados electorales serían aquellos que estuviesen en el “pedestal” y descendieran al mundo de los mortales. Respecto a los que nada teníamos, a poco que consiguiéramos, nos sentiríamos plenamente recompensados. Es lo que ha ocurrido en mi caso. El apoyo obtenido se ha incrementado notablemente respecto a las elecciones anteriores, sin embargo, de momento no ha sido suficiente para bajar del “pedestal” al que lo ostenta desde hace ya 16 largos años. Aquí es donde debe entrar el arte de la buena política.
Ejercer una oposición constructiva, en la que se busque siempre que se informe a la ciudadanía con transparencia de lo que se hace en su nombre. Llevar a cabo iniciativas para mejorar la vida de los vecinos. Fomentar la participación activa y democrática de todos y todas en la gestión diaria de su municipio. Ser inquietos y no conformarse con lo que se tiene. Perseguir siempre lo imposible, pero sin olvidarse de la realidad. Creo que esta será la forma más segura de recuperar la gestión municipal para los vecinos.
Van a ser cuatro años apasionantes para muchos. Y un “tormento” para otros.