Estas líneas son el homenaje a un soldado y un gran español, que siempre y en todo momento de su vida su única riqueza fue la honradez, el compañerismo y siempre volcado en hacer el bien a sus semejantes. Sin jamás valorar si era rico o pensaba contrario a sus ideas, Ignacio Blasco Sanz fue un verdadero ejemplo de un corazón grande, tal como un intelectual escribió: “el más elevado tipo de hombre es el que obra antes de hablar y profesa lo que practica” (Confucio).
Un gran alcalde curtido en las trincheras
Ignacio Blasco Sanz había nacido en Muniesa (Teruel) en el año 1937. Como muchos de aquellos jóvenes, era sorteado para cumplir sus deberes con la patria y en la Caja de Reclutas le correspondió un número muy bajo, por lo que sus destino fue al África Occidental Española, al Grupo de Tiradores de Ifni.
Cuando regresó tras cumplir el Servicio Militar en las trincheras de Ifni, se incorporó a las tareas del campo de su pueblo, ya que Ignacio era un trabajador de los llamados ‘todo terreno’. Las horas del día eran pocas para las tareas de sus tierras ya que en aquellos tiempos las tareas eran duras porque no existían los tractores ni la maquinaria con la que contamos hoy en día. En aquella época la maquinaria se llamaba brazos y esfuerzo.
Al implantarse por voluntad popular nuestra Constitución, en su pequeño pueblo y por la mayoría de sus vecinos, Ignacio se convirtió en el primer alcalde de la democracia en su pueblo, Muniesa, donde demostró como deben ser los gobernantes.
Muniesa carecía de varias infraestructuras. No había agua potable, la mayor parte de sus calles eran de tierra, no existía un centro para mayores y tampoco había una cooperativa para las cosechas, pero allí había un hombre con mayúsculas, Ignacio Blasco Sanz. Logró dotar de agua potable a su pueblo, hizo realidad un centro para mayores, asfaltó sus calles y creó una cooperativa. Constantemente se trasladaba a Teruel y ante las delegaciones de los ministerios no solo pedía lo que necesitaban su vecinos, lo exigía.
Lo que muchos de nuestros gobernantes deberían aprender de Ignacio lo demuestra, ya que en su mandato reunía a todos sus vecinos y les detallaba lo que se había gastado y lo que quedaba en caja, hasta su última peseta, y no importa las siglas del partido al que pertenecía, lo importante era servir a su pueblo. Este fue el cabo de Tiradores de Ifni, que trajo en su mochila la experiencia y la dureza de las trincheras, consiguiendo de sus jefes y compañeros ese magistral artículo del cabo: “el cabo como jefe más inmediato de sus soldados se hará querer y respetar”.
Querido por sus jefes y respetado por sus soldados
Ignacio Blasco Sanz, tras su incorporación a su destino en Ifni, partió por ferrocarril con la expedición que iban a Ifni, realizando el periodo de instrucción en el Campamento de Hoya Fría (Tenerife), ya que en Ifni, por ser zona de operaciones de guerra, los reclutas hacían su periodo alejados de la zona de guerra. Ignacio desde su incorporación destacó por ser un buen soldado, lo que despertó entre su jefes un gran aprecio, al igual que entre sus compañeros.
Una vez finalizado el periodo de instrucción en el Campamento de Hoya Fría de Tenerife y tras la Jura de Bandera, Ignacio era ampliamente conocido por sus jefes y apreciado al igual que sus compañeros, incorporándose a su destino en el Grupo de Tiradores de Ifni al Tabor, que mandaba el entonces comandante (fallecido de general) José Espejo López. Su capitán era Agustín López Andión, y los tenientes de su compañía desde el primer momento querían como a un hijo a el ‘Maño’, como cariñosamente le llamaban, destacando como un excelente cabo al que le gustaba llamar las cosas por su nombre fuese quien fuese, dándose el caso que una vez pasando lista había un soldado que tenía una deficiencia al hablar y no contestaba Ignacio viendo que le podía caer un arresto a su compañero, contestó por él, sucediendo que el otro tambien contestó. El teniente dijo que saliese quien había contestado, Ignacio dio un paso al frente y le dijo que fue él porqué le daba pena que al no contestar por su deficiencia le podían amonestar, amenazándole que la próxima vez lo arrestaría a él.
Cierto día cuando iban por las trincheras, donde había habido un tiroteo, dicho teniente le dijo a Ignacio que fuese delante, a lo que Ignacio le dijo que no, que es usted el valiente que amenaza con arrestos, porque no va delante como es su obligación. Así era Ignacio, el que llamaba a las cosas por su nombre.
En los meses que estuvo en las trincheras de Ifni, recibió varios ataques del enemigo y en algunos casos, tristemente, tuvo que recoger a compañeros muertos y algunos heridos, algo que se le clavaba en su corazón. Todos apreciaban al cabo Ignacio Blasco Sanz, como lo avala su comandante José Espejo López y los capitanes y tenientes lo demostraron cierto día en que Ignacio estaba en las trincheras, donde llegó un jefe de la marina. Los centinelas le pidieron el ‘santo y seña’, como quiera que no respondía, llamaron al cabo Ignacio y llegó donde estaba tirado en el suelo dicho jefe. Lo primero que este jefe le dijo que si no sabía la graduación, a lo que el cabo Ignacio le dijo, los de mi Tabor y del ejército los sé de memoria, los de la marina no. Dicho jefe, cuando llegó a ver al comandante del Tabor le propuso que lo arrestase, a lo que el comandante le dijo: “el Maño es el mejor que tenemos en el Tabor, así que olvídate de que le llámenos la atención. Es el tío más cojonudo que hay en el Tabor”.
Lo mismo que sus jefes, las esposas de ambos jefes apreciaban con gran cariño al cabo Ignacio, como lo demuestra que hace años la Asociación de Amigos de Ifni celebró una reunión anual en Zaragoza, a la que asistieron varios componentes de Tiradores de Ifni. Al reencontrarse con algunas esposas de dichos jefes, la del entonces comandante Espejo reconoció a Ignacio y se fundió en un abrazo que después de tantos años se les brotaron las lágrimas, ya que recordaba con cariño al cabo Ignacio Blasco Sanz.
De la grandeza de Ignacio Blasco Sanz lo demuestra en las líneas que me envió en sus memorias: “esta es la historia de este pobre Maño, que con mucho orgullo sirvió en el Grupo de Tiradores de Ifni, en aquella guerra que tanto nos hizo sufrir”.
Gran persona ,valiente y honrada...para su familia seguro que es un gran orgullo...preciosa historia ,ojalá pudiésemos saber más de tantos valientes que tenemos en nuestra historia...QUE SALGAN MAS HISTORIAS COMO ESTA ,PARA CONOCER A GRANDES PERSONAS COMO IGNACIO
Impresionante
Ha supuesto una gran sorpresa para mí conocer esta pequeña historia de nuestro paisano, el "Chacho"., con el que tuve poco trato por ser unos años mayor que yo y haber estado ausente por estudios y trabajo. Pero me ha causado satisfacción. Palmira, su esposa e hijos, se habrán sentido honrados, lástima que se nos fuera tan pronto.
Cuántas pequeñas y grandes historias ocultas, pienso, habrá que no conocemos de los hijos de nuestra tierra y sería interesante que salieran a la luz.
Gloria y honor a los que sirvieron a su patria sin darse importancia, no nos damos cuenta de la gente valiosa de nuestro país, orgullosos tienen que estar su esposa hijos, nietos y nueras los que te conocimos nunca te olvidamos, las personas mueren cuando se les olvida y Ignacio siempre está en nuestra memoria.
Gran sorpresa y alegría me he llevado al leer este artículo que publicó días atrás el diario "El Faro de Ceuta" sobre nuestro paisano D. Ignacio Blasco Sanz ( "el Chacho), hombre que estuvo adornado de grandes cualidades humanas: trabajador, voluntarioso, honrado, de gran tesón, responsable, lleno de sentido común... en una palabra, un hombre íntegro. Un abrazo para Palmira y toda la familia.
Posiblemente algún día nós hemos visto en Sidi Ifni, porque yo nací en 1.937, y cumpli el servicio militar en las trincheras de ese territorio.