Los focos sobre la lacra que es la violencia machista se apagarán al final de esta jornada, la verdadera fecha de conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Durante la semana que termina, quien más y quien menos ha alzado su voz y ha expresado su solidaridad. Pero el drama de las víctimas continúa, como es el caso de María –nombre ficticio– quien mañana, cuando las pancartas se hayan plegado, seguirá atravesando su infierno personal.
“Soy víctima, pero mi hijo tiene que estar con la familia de mi expareja, mi agresor, porque no tengo trabajo ni un lugar donde estar con mi pequeño”, confía a esta periódico en la Oficina de Asistencia a las Víctimas de Delitos Violentos y contra la Libertad Sexual, dependiente del Ministerio de Justicia. Por suerte, esta joven de 19 años no está sola, por muchas puertas que le hayan cerrado en las mismas administraciones que han dedicado los últimos días a denunciar este tipo de violencia, a sensibilizar a la sociedad y mostrar que es posible prevenir.
A las dependencias del Palacio de Justicia le acompaña un agente de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional en virtud del acuerdo de coordinación policial firmado entre la Delegación del Gobierno y la Ciudad Autónoma. El caso de María conlleva un valor de riesgo medio y mantiene contacto constante y directo con el policía asignado quien, la mañana de la entrevista auspiciada por la Oficina, le escolta a las gestiones.
Pese a todo lo sufrido, María conserva su valentía y espera que su testimonio sirva a otras
María tiene la mirada herida y el movimiento de sus manos denota nerviosismo. Afirma sin dudarlo cuando se le propone relatar su triste experiencia. Pese a todo lo que ha sufrido durante casi tres interminables años, conserva su valentía y espera que su testimonio sirva a otras.
Sus padres se desentendieron de ella desde muy pequeña e ingresó en un centro de menores del que la despidieron al cumplir la mayoría de edad. Sin un referente familiar directo ni un círculo próximo sólido, recaló en un centro religioso donde apenas estuvo unos meses porque se quedó embarazada de la persona que, pensaba ella, le demostraba verdadero amor.
“Él me ha pegado desde prácticamente el principio de la relación”. Con estas palabras María rompió su silencio y, sin titubear, reconoció que los malos tratos se dieron “incluso estando embarazada”. Ella asegura que ha “temido por su vida” y recela de su expareja porque “él no acepta” que ella le dejase, “está obsesionado conmigo”, añade.
"Él me ha pegado desde prácticamente el principio de la relación; incluso he temido por mi vida"
Pese a todo el dolor que le causaba, ella no interponía denuncia: “Estaba enamorada de él, pero no le podía hacer eso”. Así fue hasta que lo hizo la Policía Nacional de oficio por una de esas escenas a las que, desgraciadamente, ella estaba tan acostumbrada. Este apoyo hizo que se decidiese a denunciarle y hoy pesa sobre él una orden de alejamiento.
Sin embargo, su calvario continúa porque no puede tener a su lado a su hijo de un año. La Oficina de Víctimas trabaja para que esto pueda cambiar, pero María necesita un trabajo para recuperar a su hijo y retomar las riendas de su vida.
Unos 20 casos al año y el auge de los vídeos sexuales para extorsionar
La incidencia del ciberacoso a través de las redes sociales por razones de género aún es limitada en Ceuta, de acuerdo con las denuncias interpuestas por las afectadas a las que ha tenido acceso la Oficina de Asistencia a las Víctimas. Según sus estimaciones, al año se produce una veintena de casos, cifra que por el momento tampoco considera alarmante. Pese a que no tiene un peso significativo, a este servicio público sí le inquieta que en muchos de estos casos figure la existencia de grabaciones de contenido sexual para extorsionar a la víctima.