Vuelvo a retornar a mi sitio cada día de la semana, como los pájaros vuelven a sus altos árboles y columbran extasiados la mañana. Observo el espectáculo extraordinario de las interrelaciones sociales que se allegan a nuestro entorno, que es como mirar desde una nave al universo; cada una de ellas es un planeta con sus características individuales, y cada grupo una constelación con sus conexiones afines y compatibilidades. Asimismo, tras velar por su armonía conseguimos nuestro pretendido deseo, todo se envuelve de magia y es en este punto donde todo empieza a tener sentido, ya que es una de las razones de mi cometido como visitante.
Los protagonistas conocen una persona que se llama diversidad. Uno de sus componentes es la cantidad infinita que refleja lo distinto que son los astros atendiendo: al sexo, género, cultura, raza, etnia, religión y/o procedencia geográfica y familiar, entre otros...; así como sus estilos de vida, manera de interpretar y experiencias en el globo terráqueo. Esto alude a que: « no se trata de tener derecho a ser iguales, sino de tener igual derecho a ser diferentes».
En esta línea, suceden dos situaciones importantes: ¿aceptar la diversidad? o ¿integrar la diversidad? La primera, simplemente acepta su disparidad pero sin importar si la estrella brilla o no, y si almacena enlaces entre ellas; mientras que la segunda no sólo contempla la aceptación de la heterogeneidad, sino que busca incrementar la relación entre ellos y solventar cualquier dificultad que se le presente aunque se empeñen en querer estar apagado. En este caso, nuestra obligación es encenderla, o al menos intentarlo; es decir, motivarlos a que irradien.
En caso de las interacciones, hay que ser conscientes que la compatibilidad y la afinidad plena es compleja, pero el respeto es imprescindible, de lo contrario, puede ser subversivo para el equilibrio de la galaxia; y, eso dificultaría una posible alineación planetaria, que de lograrse tal fenómeno acercaría al objetivo final de un sistema solar con todos aprobados. Por tanto, hay que trazar un rumbo a la integración en la diversidad, y no hay mejor manera de reflejarlo que imprimiendo como bandera la frase que cita el Subcomandante Marcos: «el mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos».
Continúo descubriendo y examinando este paraje singular entendiendo que es aquí donde, por primera vez, florece la amistad: aquellas que permanecen para siempre; y el amor: las otras que nacen a golpes de patio de recreo. En él refulge lo especial del primer beso, bautizándose como principiante del amor y de la inocencia de imaginar que su relación amorosa será única; lo que nos hace vislumbrar que estén platicando más con cupido y sus flechas, que con otro compañero durante esta travesía. En el desarrollo del sentimiento de la amistad, ésta se convierte en un pilar fundamental para el crecimiento de la persona; un puente para solventar cualquier agravio social e íntimo, y un confidente de nuestros secretos más profundos. Ambos elementos, que se citan a la vez, transforman el lugar en una escuela de aprendizaje personal, sirviéndole como ejemplo para aplicarlo en la calle.
También, los integrantes de este espacio juegan, dialogan y se regocijan con un nuevo aliado: ¡libertad! Con ella, todos sus actos están más que justificados, apuntan que sus problemas son los más serios e indican que conocen más que un adulto. A partir de aquí, es conveniente hacerles entender la importancia de libertad con responsabilidad, pues en caso de no conseguirse, estaríamos hablando de lo opuesto: el origen del libertinaje; y es ahí -en la intersección de ambas variables- donde sería aconsejable habilitar valores idóneos para una conciencia nueva que dibujen ciudadanos más comprometidos socioeconómicamente, y que sirvan para considerar de una manera más adecuada a los seres humanos, naturaleza y animales. Es decir, debemos crear las herramientas posibles para fomentar una población vinculada a la premisa clara de que la economía y la maximización de beneficios no es el centro de nuestra existencia, sino es el bienestar de los seres humanos y sus compañeros que habitan nuestro ámbito.
Quizás ya sepan del paisaje que hablo, permítame que la presente: «el aula». Un aula es como una plaSOLeta puesto que, por un lado, atesora la energía y los encuentros de una plaza, y por otro lado, lo domina unos soles que con sus rayos de inquietudes peinan la razón de «el porqué» somos profesores. Además, el alumno no se mueve orbitando alrededor del maestro; sino al revés, porque un profesor sin sus alumnos no es nada; y, contribuir a satisfacer sus necesidades académicas es el mayor de nuestros estímulos y la respuesta de haber elegido tal preciosa profesión. De no entenderlo así, el vacío interestelar -dado que referenciamos al universo- que nos puede devenir es mayúsculo como consecuencia de no reconocer que, a veces, son ellos los que nos enseñan y eclipsan por sus historias, y esto -es claro- nos sirve para ser mejores educadores.
Una vez llegado a este punto, dedicamos unas palabras a los estudiantes:
Sé perfectamente lo que es estar ahí y admito que no es fácil; sin embargo, tenéis que ser fuerte y la ilusión del premio final merece la pena todo lo demás. Espero y deseo que en este curso poseáis «sensibilidad» para uniros como equipo porque sólo así todo será más fácil en este viaje. Tendréis momentos donde recale «el enigma y la turbación»; no obstante, no desesperéis, adornaros siempre con una «sonrisa», siendo «guerreros» en el combate del día a día, y con «buen rollo» para perseguir las metas propuestas. Si no alcancéis la nota esperada para superar la asignatura; ser «superhéroes y superheroínas», porque lo imposible, simplemente, no existe y las barreras siempre serán superadas. Es clave la conexión de vosotros como equipo destacando valores, como: «nobleza, pasión, carisma, lealtad y solidaridad», entre ustedes, ya que serán determinante para el éxito de la temporada escolar en esa búsqueda incesante del aprobado final. Lean y escriban para generar «creatividad» y «argumento» en vuestras pruebas. ¡Atentos!, si un profesor os llama la atención debéis ser «conformistas» en la bronca, «analistas» en el motivo, y «rebelde» en la mejoría del comportamiento; porque de esta manera evolucionareis positivamente, lograreis «fiabilidad» en vuestros hábitos de estudio y el premio final estará más cerca aún si cabe. Durante el trayecto colegial ser como la vida misma: «dulce» y «salado», y peleen siempre por cumplir vuestros sueños mostrando una cara «risueña» y guiados también por el «corazón»; ya que, de esta manera, es más sencillo clarificar las tardes grises que os esperan, pero que resolveréis satisfactoriamente. No paren de crecer sin olvidar que de vez en cuando no es malo ser «niños y niñas»; porque, a veces, en regresar a esas edades se encuentra la respuesta: créanme, lo sé -con la humildad necesaria- por la experiencia acumulada de años dedicados a la docencia. No dejen de iluminar porque sois «el sol» de vuestros centros educativos y llegará el tiempo en el que tras años de enseñanza, os convirtáis en el ejemplo a seguir de compañeros con menores edades. Esto será una responsabilidad añadida pero a la vez bonita, ya que podréis ayudar a otros alumnos a encauzar sus caminos en el caso que lo requieran, y quien sabe si realizando tal labor estamos ante el nacimiento de un nuevo docente.
Por último, nunca os acomodéis con lo que se exponga en los libros de textos, ya que si os nace una inquietud indagar sin miedo: ir más allá, para así encontrar la respuesta y de ser así, tal vez, emerja una «alternativa» que plante solución ante los grandes desafíos de la sociedad de hoy. Piensen que por el simple hecho de estar en el aula, aguantando todo tipo de inclemencias (personales, familiares, sociales y climatológicas), sois infinitos... Pero si lográis el premio final (título académico) os convertiréis en eternos para el instituto. Luchen por la eternidad...
Desde el ámbito educativo, los alumnos son nuestra propia vida, y quien no lo sienta así -como señala Gabriela Mistral- no pueden dedicarse a esta profesión. Nuestra labor va más allá de ser transmisores, exclusivamente, de conocimientos; es, también, relevante labrar otros dos fines: «enseñar a convivir y educar a pensar», es decir, que sean solidarios colectivamente y críticos ante la actualidad. En el caso de no cumplir con lo anterior, podemos alzar a la ciudadanía, inconscientemente, en una selva sofisticada, dirigida y robotizada relacionado con la supervivencia del más apto, marginando al débil y priorizando lo individual -competitividad feroz- a lo comunal. Para ello, es necesario que la comunidad educativa se pregunte: ¿hacia dónde vamos con nuestros alumnos?, y en esa perenne exploración de la respuesta, ésta debe de contener la dimensión moral y ético suficiente para volar con destino a una sociedad más comprometida por la equidad de todos.
Para acabar, subrayo la frase del pedagogo Miguel Ángel Santos Guerra: «Los alumnos aprenden de aquellos profesores a los que aman». Pues, en las manos del maestro reside el amor y de ahí su decisión de fundirlo en las distintas plaSOLetas del universo...