Ciudadanos y algunos miembros del PP han creído que eso del liberalismo es legislar para permitir a cada uno cometer la barbaridad que crea oportuna, confundiendo el principio de legislación mínima, salvo la que salvaguarda la dignidad humana para una convivencia en paz. No se le pueden pedir peras al olmo.
La Carta de Derechos del Niño, suscrita por España, reconoce a los recién nacidos el derecho inalienable a no ser separados de su madre. Sin embargo, Ciudadanos por completo, y algunos líderes del PP, entre los que se encuentra Javier Maroto, mano derecha del flamante líder popular, Pablo Casado, no han cesado de presionar para sacar adelante una ley que regule los llamados “vientres de alquiler” o “maternidad subrogada”, nuevos eufemismos para soslayar esta indignidad humana.
El feo asunto ha sido actualidad por la aparición en las redes sociales de una imagen que muestra de forma desgarradora la realidad, que no es otra que la compraventa de niños. La imagen muestra, entre las piernas de la parturienta, a un hombre sin camiseta que contacta piel con piel con el recién nacido, otro hombre, que se supone pareja del descamisado, le toca el brazo al niño; y a la madre que acaba de dar a luz tocando por última vez la mano de su hijo al que ya no volverá a ver.
La imagen refleja el carísimo capricho de una pareja, algo que algunos describen como un acto de altruismo, y no es más que un negocio sobre dos vidas: la de la madre, y la del hijo.
La indignidad que apoyan estos que pretenden erigirse en salvadores de la sociedad, se basa fundamentalmente en la cosificación de los niños y de las mujeres a las que se “alquila su vientre”, tratándolas de un modo utilitario, algo mucho más grave que la prostitución.
Además, esta práctica ofende la dignidad y el derecho del hijo a ser concebido, gestado, traído al mundo y educado por los propios padres e instaura, en detrimento de la familia, una división entre los elementos físicos, psíquicos y morales que la constituyen.
Estos amigos de la indignidad siempre buscan la excusa de la compasión y la generosidad y apelan a la “maternidad sustitutiva” que se da por una errónea concepción de la “compasión”, aquella que es llevada a cabo por hermanas, madres u otras familiares o amigas sin compensación económica. Algo que en todo caso es contrario a la dignidad de la procreación de la persona humana.
La industria-mercado de la llamada reproducción humana asistida, como las demás industrias de muerte -anticoncepción, aborto o eutanasia- recurren al sentimentalismo para manipular a sus futuras víctimas y apelan a la “igualdad de género” para esclavizar a mujeres con el eufemismo de “maternidad subrogada”. Obviando que esta maternidad, que sin lugar a dudas es de la que da a luz, representa una falta objetiva contra las obligaciones del amor materno y la maternidad responsable. Es decir, tener hijos como el que fabrica relojes.