Dilucidar sobre quién gobierna, si la clase política o los votos de los ciudadanos, no es una cuestión fácil de resolver. Por ejemplo, la crisis profunda y actual del Brexit, está sumergida en el caos político debido a la clase política que gobierna pero también debido al resultado de los votos del referéndum celebrado en Junio de 2016. Han pasado ya dos años, y cada vez está más cerca la fecha límite de salida del Reino Unido de la UE (29-3-2019), sin que haya un acuerdo claro (sino todo lo contrario) entre los 27 estados miembros de la UE y el Reino Unido.
Por el contrario, la coreografía política escenificada por Donald Trump y Vladimir Putin (sus gestos, su relación acalorada, su mediatización, etc.), en el reciente encuentro bilateral de Helsinki, da a entender que son ellos los que gobiernan, como personajes propios, en sus políticas interior y exterior respectivamente. Y en consecuencia han manejado una recomposición de alianzas hacia el establecimiento de una determinada fuerza americano-rusa. Fuerza, que ya está posicionando a Europa como una enemiga, al menos en el terreno comercial. Así, Trump además de amenazar con romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, impone aranceles al acero y al aluminio procedente de la Unión Europea y pretende hacerlo a los vehículos que se importen. Lo cual supondrá un coste de cientos de billones de dólares para la economía de la UE. Toda una tensa cuestión que Jean-Claude Juncker pretende abordar en su reunión, dentro de unos días, con Trump.
Sin embargo, la “agenda del cambio” de Pedro Sánchez, presentada el pasado 17 de Julio en el Parlamento, con su programa “pro-europeo, de inspiración progresista y espíritu feminista” busca el consenso no solo de la clase política sino también el consenso de las votaciones en los próximos comicios de 2020. Consenso alrededor de cuatro ejes, que podrían ser también los ejes de otras fuerzas políticas que, aún inclinándose hacia derecha o izquierda, se posicionan al mismo tiempo en el Centro. Ejes tales como: la consolidación del crecimiento económico y de la creación de empleos dignos; el progreso en materia de igualdad y de cohesión social; la renovación democrática y el refuerzo de la cohesión territorial; la participación en la construcción europea. Por cierto, a medida que los días avanzan, aumentan las dudas sobre si la fragilidad parlamentaria del ejecutivo socialista, representando solo 84 de los 350 diputados, podría mantenerse con el apoyo del Podemos, de los independentistas catalanes y de los nacionalistas vascos. Dudas a las que se añaden las tensiones entre PP y PSOE acerca de cuestiones fiscales. Ya, Pablo Casado había criticado los planes socialistas de aumentar los impuestos. Además, en breve, se presentarán en el Parlamento, las propuestas Socialistas para los presupuestos de 2019. Propuestas que incluyen el mayor aumento en gasto público desde 2014.
Pero el nuevo líder que marca un cambio generacional dentro del actual primer partido en el Parlamento de nuestro país, tendrá que hacer frente a las próximas elecciones municipales, regionales y Europeas del próximo año. Y al mismo tiempo al aumento en posibilidades de voto no solo de Ciudadanos y del partido de extrema derecha Vox, sino también las posibilidades de voto de las posiciones de Centro que puedan tener otros partidos como el PSOE. Sus propias palabras, al ser elegido nuevo líder: “….debemos volver al centro de la sociedad española para asegurar que nuestro trabajo no se quede sin hacer”, “el PP va a intentar reconquistar el corazón de todos los españoles”, seguramente le posicionarán donde estén los votos.
Y los votos por supuesto que están en el corazón de los españoles, pero también están en cuestiones tan actuales como por ejemplo la internacionalización de la inmigración o del independentismo catalán. En el Mediterráneo, la política de salvar vidas está en el corazón de la humanidad. En palabras de Dimitris Avramopoulos, la mayor prioridad de la UE, desde el primer momento es salvar vidas, y hasta ahora se han salvado unas 600.00. Pero otra cuestión es la política de redistribución de la inmigración. Cuestión que entra en juego con los votos y el establecimiento de la clase política. Tal como sucede en Italia, Hungría y otros países. Y en la internacionalización del independentismo, a medida que ésta aumenta, los votos, los que permanecen en el corazón de Cataluña, parece que descienden. La reciente encuesta del Periódico muestra que solo un 21,5% de Catalanes quieren una república independiente. Pero Puigdemont sigue fortaleciéndose en la internalización de su contienda. Y Quim Torra, en su reciente reunión (11 de Julio) con la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, utiliza el “modelo escocés” para expresar su obstinado objetivo de impulsar otro referéndum de independencia.