En los terribles años cincuenta, el bilbaíno Blas de Otero incluía en su poemario “Pido la paz y la palabra” el texto “En el principio”, tan maravillosamente versionado posteriormente por Paco Ibáñez.
Con una particular métrica, el vasco terminaba ese texto clamando:
“Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria,
Si abrí los labios hasta desgarrármelos,
Me queda la palabra”.
Sesenta años después, también con una métrica particular, se lanza al mundo un singular mensaje en forma de publicación corta. El escrito parecía un recordatorio del poeta euskaldún de los años 50: aunque no lo creamos, nos sigue quedando la palabra.
Nacido en 1917 en Berlín, el francés Stéphane Hessel se compromete desde el principio en la lucha contra las nazis. El 13 de junio de 1940, desde Londres, el General De Gaulle llama a luchar contra el régimen de Hitler y el gobierno títere de Vichy hasta la liberación de Francia. El futuro diplomático no lo duda y, junto a su amigo Jean Moulin, francmasón como él, organiza la lucha contra los nazis en suelo galo e ingresa en el Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), gobierno francés en el exilio.
En Londres, y tras aprobar su licencia como navegador aéreo, ingresa en 1942 en el legendario BCRA, los servicios de “Inteligencia y Acción” de la Francia Libre. La lucha es sin cuartel.
En esa peligrosa batalla, el mítico jefe de la resistencia en Francia, Jean Moulin, es detenido y torturado salvajemente. Muere el 8 de junio de 1943 sin revelar nada, a la altura de Metz, en el tren que lo llevaba hacia un campo de concentración.
Poco meses después, y delatado por una compañera sometida por el dolor de las brutalidades, Hessel es detenido. Salvajemente torturado también, lo trasladan, junto a otro medio centenar de resistentes, a otro campo de la muerte. Todo ese grupo será colgado de un gancho de carnicero como castigo y escarmiento, excepto Hessel y otras dos prisioneras. Logran esquivar la barbarie por poco.
GTras la “Libération”, ingresa en la carrera diplomática. Elige como destino profesional las Naciones Unidas. Es uno de los corredactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU en 1948 e impulsa decididamente el embrionario proyecto de la Unión Europea.
En 1977 es nombrado embajador de Francia en la ONU en Ginebra. Trabaja intensamente en el CNUED (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) y elabora un tratado internacional para la creación de un fondo común para los productos básicos en beneficio de los países pobres. El documento no pasará de la papelera. Lo de siempre.
Humanista convencido y extremadamente preocupado por la deriva neoliberal, apoya en 2009 la lista de “Europa Ecología-Los Verdes”, junto a Daniel Cohn-Bendit, con la esperanza de impulsar un proyecto de “izquierda molesta” que pueda tener un peso específico. En el Parlamento Europeo, Cohn-Bendit cumplirá con ese compromiso.
Pero para él todo es poco. Stéphane Hessel, en 2009 y con 93 años de edad, decide hacer un llamamiento a la juventud para combatir la dictadura de los mercados financieros. Una proclama similar a la que hizo De Gaulle para luchar contra las nazis.
Publica una obra [maestra] de 22 páginas. Utiliza un estilo directo. Nunca cae en los eufemismos descafeinados, ni en el lenguaje de las “politicas” que hacen del servicio a las ciudadanas el supermercado de las poderosas. Ese trabajo escrito acaba considerándose un texto de referencia. Continúa siéndolo.
El antiguo resistente mantiene en su pequeño libro un planteamiento claro.
En primer lugar, información.
En segundo lugar, indignación.
Y en tercer lugar, reacción.
Acaba de nacer “¡Indignaos!”.
“Indignez-vous” vende millones de ejemplares en todo el mundo al precio de 3 euros y es, efectivamente una verdadera llamada a la insurgencia contra la opresión, como aquella del 13 de junio de 1940 desde Londres.
Y en esas estamos.
El viejo diplomático afirma en “¡Indignaos!” que debe recordar que “con ocasión del sesenta aniversario del Programa del antes citado Consejo Nacional de la Resistencia decíamos, nosotras las veteranas de los movimientos de Resistencia y de las fuerzas combatientes de la Franca Libre (1940-1945) que, ciertamente el nazismo fue vencido gracias al sacrificio de nuestros hermanos y nuestras hermanas de la Resistencia y de las naciones unidas contra la barbarie fascista. Pero –agrega Hessel- esta amenaza no ha desaparecido por completo y nuestra cólera contra la injusticia sigue intacta. Por ello –prosigue el corredactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU- llamemos a una verdadera insurrección pacífica contra los mass-media que sólo nos ofrecen como horizonte para nuestra juventud el consumo masivo y de masas, el desprecio de las más débiles y de la cultura, la amnesia generalizada y la competitividad a ultranza del todos contra todos” (sic). ¿De verdad que no le suena?
Quizás usted es de las que opina que no va a hacerle frente a un nuevo tipo de sibilina dictadura a la que nos vemos sometidas. Es posible además que piense que esta lucha está trasnochada y que solo le atañe a perraflautas, yayaflautas y demás antisistemas. De ser así, además de no estar en lo cierto, usted no alcanza ni tan siquiera a ver los grilletes que le encadenan. Pase y lea.
La crisis de 1929 en Wall Street provocó, a su vez, una serie de férreas regulaciones en Estados Unidos (Ley Gass-Steagal de 1933) que impidieron que el sistema financiero se fuese de nuevo a pique y llevase a la ruina a millones de personas, dando prioridad al sistema productivo.
Poco a poco, y desde la era Reagan, las barreras de seguridad se han ido suprimiendo. W. Bush tuvo el dudoso honor de liquidarlas de forma definitiva.
Como consecuencia de ello, las grandes corporaciones bancarias ya pueden invertir su dinero en operaciones de riesgo sin tener que pedir autorizaciones, ni acreditar que tienen fondos como respaldo en caso de fiasco. Es decir, todo lo que le exigen a usted para otorgarle una hipoteca, pero al revés. ¿A que ahora ya se va clarificando el tema un poco más? Pero, además de ponernos a todas en peligro con operaciones que si salen bien solo benefician a quienes intervienen en el sistema financiero, hacen que las ciudadanas paguemos las consecuencias de todos estos desmanes.
Las hipotecas subprime norteamericanas, o los rescates a los bancos españoles son buena prueba de ello. Pero, por si fuera poco y para “rematar” la faena, culpan de todo a la ciudadanía (hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, etc.) y afirman que la pobreza de nuestros países es consecuencia de la crisis.
¿Cómo se puede afirmar que somos pobres si Europa o los Estados Unidos no han parado de crecer desde el final de la IIGM? Por el contrario, sí se puede (y se debe) decir que el improductivo sistema financiero provoca grandes bolsas de pobreza, con el beneplácito de unas políticas serviles (no todas, lo vuelvo a repetir) que atienden a la voz de su ama y no a las ciudadanas que juran y perjuran defender.
Mientras, los hospitales se quedan sin medios ni personal, la educación tiene cada menos recursos y los servicios públicos (cada vez con menos servicios y cada vez menos públicos) no son ya ni la sombra de lo que fueron. Nos hundimos cada vez más en la precariedad social.
Al mismo tiempo, nuestras jubiladas tienen que ponerse en pie de guerra para reclamar lo que les corresponde y las trabajadoras, a base de reformas laborales, son pura y precaria carne de cañón.
¿De verdad creemos que no hay razones para indignarse? ¿Todavía pensamos que si nos movilizamos nuestra opinión no va a ser tenida en cuenta?
Pero, como afirma Stéphane Hessel, indignarse ya no va ser suficiente para cambiar el rumbo de las cosas. Ahora, toca llevar a cabo acciones pacíficas y masivas para poder alzar nuestra voz y decir ¡Basta!
Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene, pero si no empieza pronto a analizar, indignarse y reaccionar, lo poco que aún le han dejado va a acabar desapareciendo miserablemente.
El tiempo de las esclavas está más cerca de lo que cree. De puta pena.
Sí, Hessel llevó a cabo un nuevo llamamiento del 13 de junio para resistir contra estos renovados ejércitos que nos asolan.
Quizás haya llegado el momento de crear algo nuevo entre todas, algo que supere lo conocido y lo tradicional. Einstein afirmaba que para hacer cosas nuevas no se podían seguir haciendo las mismas cosas de siempre.
Sentencia Stéphane Hessel en “Indignaos” que “Crear es resistir. Resistir es crear”. Ha llegado, pues, la hora de transformar en realidad una voluntad de cambio real y profundo de la sociedad. Es la hora de la acción. Para ello, tal y como decía Blas de Otero en sus versos, no podemos olvidarnos de que “nos queda la palabra”. Al menos por ahora. Nada más que añadir, Señoría.
¿Qué tal si escribimos INDIGNACIÓN con un sola "c"?
Camino al individualismo radical. Ya se han creado movimientos de indignados y han acabado en la política . Nada más q añadir señoría.