Nuestras madres son un referente que nunca se olvida, estén o no a nuestro lado
La historia puede dar mil y una vueltas. La vida cambia. Las madres de ayer no son como las de ahora. Nosotras no seremos como las venideras. Pero la esencia es la misma: una madre nunca se olvida. Una madre marca. Una madre, esa mujer que se ha roto para traerte al mundo merece siempre una veneración. Su ausencia física, en el caso de haberla perdido, es incapaz de anular esa vinculación íntima que siempre se tiene con los hijos. Más allá de este mundo, más allá de un contacto.
En este periodo de cosificación hemos convertido el sentimiento más puro en algo material. El Día de la Madre es otro espacio en el calendario que provoca compras alocadas, detalles con ticket de devolución por si no gusta. Se tiende a obviar lo verdaderamente importante, lo que se tiene que mantener día tras día, año tras año: el respeto hacia quien siempre hará algo más que lo posible por sus hijos, quien sacará tiempo de donde no lo tiene para atenderlos, de quien sufrirá los golpes que reciben los hijos como si impactaran sobre ella, quien lamentará las penas de sus descendientes como auténticas puñaladas.
Nuestras madres son un referente en nuestras vidas, son simplemente ellas. Son las que siempre están ahí, las que hemos hecho sufrir, las que hemos pensado que sabían menos que nosotros y hemos pretendido darles lecciones de una vida que ellas tienen más que aprendida.
No estén obligados a cumplir con la cita del calendario, ni a festejar el primer domingo de mayo porque todos te recuerdan que tienes una madre, ni a poner mensajes en las redes sociales difundiendo entre los millones de amigos virtuales que amas más a una madre que a los millones de ‘me gusta’ que a diario se comparten en las publicaciones, cualesquiera que sean.
No estén obligados a ello. Solo piensen en ella, esté o no físicamente a su lado, se dé o no cuenta de que lo está haciendo. Porque una madre es para siempre, una madre es la persona a la que más hemos hecho sufrir, llorar o disfrutar sin que nunca se haya cansado de que repitamos los mismos aciertos y similares errores.
Habrá tantos días de la madre como queramos elegir, tantos momentos como detalles, tantos recuerdos como nosotros mismos queramos revivir.