La última intervención militar en Siria, en Douma, en la noche del 13 al 14 de abril, no significa que el detestable sufrimiento de la gente en Siria vaya a cambiar y solucionarse de la noche la mañana. Aunque sí que puede cambiar el que se utilicen ataques de armas químicas, la escalada del conflicto en la región y la intensidad de las relaciones entre los poderosos aliados de Siria y los aliados de Occidente. Tres aliados en occidente que podrían ser definidos en sus propios liderazgos políticos como débiles.
Es el caso del volátil Donald Trump y del altivo Emmanuel Macron, debido a la poca experiencia de ambos. Y es el caso de la dócil Theresa May, no solo por su propia dificultad para imponerse en su propio Gobierno, sino también por las no buenas negociaciones en la salida de Europa, el ralentizamiento de la economía Británica y el clamor de grupos pro-europeos pidiendo otro referéndum para el futuro de su país.
Entre esos dos líderes de poca experiencia, la operación militar de la intervención en Siria parece haber contribuido a una relación personal y política que ambos han puesto en escena los días 23, 25 y 25 de abril. Haciendo alarde de un buen entendimiento y armonía, aun no existiendo afinidades previas entre ellos. Es más, Macron ya había distinguido a Europa de una América que rechaza el libre comercio, el multilateralismo y el cambio climático.
Y en este mismo escenario, el de distinguir lo que se rechaza, el inquilino de la Casa Blanca, preocupado por la seguridad nacional, afronta el desafío legal y constitucional de su “travel ban”. Donde se prohíbe la entrada a ciudadanos con protocolos de seguridad inadecuados procedentes de Irán, Libia, Corea del Norte, Somalia, Siria y Yemen. Seis países a los que se añaden algunos grupos de Venezuela. Y países, en su conjunto, de donde ninguno de sus ciudadanos ha cometido ataque terrorista alguno en suelo americano en los últimos 20 años. Algo que llama la atención cuando se observa que Arabia Saudí no está en la lista, pero 15 de los 19 secuestradores del 11 de septiembre eran sauditas.
Por su parte, el inquilino del Elíseo, en el paisaje de sus rechazos, lidera una ferviente preocupación por el creciente nacionalismo u otros males que pueden conducir a Europa al abismo. Y entendemos que en el paisaje de estos males no solo podríamos mencionar a los populistas que han ganado en las recientes elecciones nacionales en Italia, sino también por ejemplo a Viktor Orban en Hungría o Jaroslaw Kaczynski en Polonia. Sin dejar de mencionar a los partidos de extrema derecha (como el derrotado Frente Nacional en Francia), afines además a las figuras de Vladimir Putin y Donald Trump.
Convergencias, rechazos, referéndums con promesas extravagantes, puestas en escena, para afrontar el cambio climático en lo político y lo social. El cambio donde su temperatura, la nuestra y la de la información pueden estar a merced de dos circunstancias. La de que, EE.UU., el país más importante del mundo (debido a su fuerte economía y a sus capacidades militares), posea además otra potencia, los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon). Y la de que Europa sea el primer mercado del mundo para estos gigantes de la Red.
En esta confluencia de mercado, la preocupada Comisión Europea en el asunto, está ultimando un nuevo proyecto para regular estas plataformas o imperios “online”. De modo que por ejemplo, Google tendrá que justificar la manera en que el motor de búsqueda jerarquiza los sitios webs, para así ofrecer transparencia sobre la equidad en el acceso y la visualidad de las búsquedas de información y páginas webs.
Sobre esta cuestión, Google ya ha sido condenado por abuso de posición dominante. Y Apple y Amazon deben de reembolsar los beneficios de sus indebidas ventajas fiscales. Además, el próximo 25 de mayo entrará en vigor el Reglamento General para la Protección de Datos (RGPD). Dándose así una respuesta jurídica al escándalo, a través de Facebook, de Cambridge Analytica.
Todo un encauzamiento de la situación y del poder, que el cambio climático de los presupuestos de 2018 en España, necesitaría: ya que eran para ser aprobados en invierno y estamos en medio de la primavera. En el marco de este retraso influenciado por la crisis catalana, las elecciones municipales del próximo año (2019), auguran poner en escena dos personajes sin afinidades: Manuel Valls, con posiciones firmes, claras y sin matices, y Ada Colau con sus posiciones equidistantes y ambiguas.
Mientras, en Lisboa, en un abril primaveral a disposición del cambio climático, y de cara a las elecciones europeas, una izquierda radical ha comenzado a organizarse para constituir un movimiento común: La Francia Insumisa (LFI), Podemos y el Bloco (BE) portugués.