El menor auxiliado en el perímetro de Benzú presenta “daño severo tendinoso”
En el año 2014 el que fuera ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, se congratulaba del “efecto disuasorio” de las concertinas. Algo que, dijo, estaba demostrado “empíricamente” ya que, gracias a ellas, los intentos de entrada habían bajado de forma asombrosa.
Aquel ministro, hoy retirado, hablaba de números, de datos. Pero los inmigrantes entienden solo de jugarse la vida y en ella las cuentas y porcentajes que tanto gustan a Interior no tienen cabida.
Mouctah Mamadou, un guineano de sólo 16 años, está ingresado en el Hospital de Ceuta marcado por las heridas de esas concertinas que no solo son mantenidas por el Gobierno, sino que son incrementadas a lo largo de todo el perímetro fronterizo que separa la ciudad de Marruecos. Uno de los puntos de mayor refuerzo en alambradas y espinas es Benzú.
Esa fue la zona elegida por este adolescente, operado ya en el HUCE, que presenta heridas graves en el pie derecho y mano izquierda. En la operación que le fue practicada en el clínico ceutí, después de que la Cruz Roja lo trasladara grave tras recogerlo de la valla, le han “reparado las secciones tendinosas afectadas” de esas extremidades y han procedido a la “sutura” de otras heridas superficiales.
El informe médico es claro: “Presentaba un daño severo tendinoso” además de una “luxación lumbar” detectada al realizársele un TAC nada más producirse el ingreso. En el Hospital no se asustan ya al ver estas heridas. Son tantas las suturadas, las intervenidas… que ya ni se lleva la cuenta.
La muerte de Sambo
Las concertinas han marcado a miles de inmigrantes que han elegido las vías de Ceuta o Melilla para alcanzar Europa. Sus cicatrices reflejan ese tránsito, como en el angustioso episodio en julio de 2011. Otros no pueden contarlo porque han dejado su vida enganchada al alambre, como Sambo Sadiako, desangrado, en 2009, colgado del vallado y recuperado por los agentes de la Guardia Civil ya sin vida.
Porque el alambre con espinas que blinda las fronteras que dividen mundos muestran la insistente política de rechazo que Europa financia en sus fronteras sur, con contratos millonarios, con mantenimientos de millones de euros… pero también con muertes y heridas graves en el camino. De hombres, de mujeres y de adolescentes.