El caso contario al intento es la nada. Pronto sucederá el Consejo Consultivo de la Confederación y tendré que dar novedades sobre cómo va mi herramienta para combatir el estigma, desde la experiencia en primera persona. Así como de su recorrido.
Si miráis un poco más arriba veréis que mi colaboración se titula “Estigma cero”. Entiendo como tal un estado de lucidez, o de conciencia colectiva, en el que la sociedad acepta la diversidad de lenguajes y de capacidades como algo que enriquece la condición humana, nunca como un impedimento que entorpece la plenitud existencial; nunca como una barrera, acaso sea invisible.
El lenguaje es el modo como una persona se relaciona con su entorno. ¿Veis justo que una diferencia en la capacidad de respuesta ante los problemas que plantea la vida diaria sea suficiente para relegar a una persona al hastío de la habitación, de la soledad, y del silencio? Se trataría, por tanto, de pasar de una actitud instintiva, como es el estigma o rechazo, a un modo más evolucionado, como sería la paciencia y la comprensión.
La reflexión solo ofrece un camino: esto se logra introduciendo elementos de juicio (que no es ni más ni menos lo que estoy haciendo ahora).
Ese resto instintivo que nos conduce al prejuicio, y a una imagen social tan negativa como inmerecida, encuentra su antídoto en la difusión del conocimiento empírico. ¿Acaso no vivimos en la “aldea global”, en la sociedad de la información? ¿Acaso no ocupamos todos los canales de la educación? No podemos permitirnos el lujo de que, en España, un millón de afectados más sus familiares, vivan desatendidos de paciencia y comprensión.
El último peldaño de la evolución, que es la conciencia de sociedad y de bienestar, no lo soportaría. Y habrá quien, tras sopesar los elementos de juicio, persista en el estigma, ahora de forma consciente; pero, créanme que la mayoría, al comprender que la salud mental nos ocupa a todos, abogará por los procesos de normalización, por la aceptación de la diversidad.
La paciencia y la comprensión harán que la sociedad se fortalezca sobremanera. La paciencia: el proceso por el que la mente se emancipa de los instintos. La comprensión: el libro cuya lectura apacigua el sufrimiento del alma. Ahora habrá que identificar las claves que nos lleven a una imagen en positivo de la salud mental.
Y, como en algún punto debe empezar el círculo, diré que la mente es un órgano como los demás, que puede llegar a enfermar, pero que esta circunstancia no debe alterar la proyección social del individuo. Todos somos iguales en la necesidad y en los anhelos. Ahora solo falta comprenderlo. Con ajustes razonables el sueño de la integración y de la participación podrá ver la luz.