Son los encargados de asegurar el dinamismo en el puerto, de que las embarcaciones fluyan sin generar ningún problema. Velan por la estabilidad tanto de los barcos como de la ciudad
Las primeras corporaciones de prácticos en España datan del siglo XV. Sin embargo, la profesión de práctico es tan antigua como desconocida para la mayoría de la población. Los prácticos son capitanes de barco con una alta cualificación profesional y una dilatada experiencia en navegación.
La seguridad del puerto de Ceuta depende de ellos y cada barco que entra o sale del mismo precisa de sus maniobras y asesoramiento. Enrique Somoza, aunque natural del Puerto de Santa María, conoce mejor el puerto de nuestra ciudad que cualquier oriundo, más bien milímetro a milímetro.
Él es uno de los 7 prácticos con los que cuenta la Autoridad Portuaria que tiene a sus espaldas una amplia experiencia, de 11 años como práctico más otros tantos más como capitán de la Marina Mercante, que le avala para el ejercicio de esta profesión.
Es una profesión poco conocida. En la actualidad la corporación de Ceuta está integrada por unos doscientos profesionales
Es una pena que, cada día más, Ceuta viva de espaldas a su puerto, que guarda ese encanto tan simbólico del origen y existencia misma de la ciudad. Hay un momento en que cada barco debe seguir su ruta, abandonar el refugio del puerto y perderse solitario en el infinito. Cuando la ciudad duerme, su puerto, su entrada de acceso sigue viva y activa, el cometido de que nunca se vaya a la cama es de estos siete prácticos, volcados en generar dinamismo las 24 horas, los 365 días del año. Los prácticos son una de esas profesiones esforzadas, en las que haga el tiempo que haga o sea la fiesta que sea han de estar ahí. Deben asegurar que cada buque haga la maniobra correctamente y sin peligro.
“La función del práctico es asesorar al capitán en la maniobra”, explica Somoza. Se encargan de la realización de los movimientos de entrada, salida e interiores del puerto, a veces, ayudados de un remolcador. Una conversación que mantiene con el equipo de ‘En la piel de...’ mientras se dirige a través de la embarcación de los prácticos de Ceuta a uno de los primeros buques que está a punto de emprender su entrada en la ciudad.
Un cementero griego de unos 180 metros de eslora, “el barco prototipo que recibimos”, asegura, y al que le ha pedido, en un correcto inglés, que se aproxime más a la costa. Somoza se encuentra acompañado de su compañero Francisco Quirós, con quien comparte turno durante ese día. Quirós será el segundo en desembarcar, su función será guiar en la salida a otro barco situado al otro extremo del muelle. “Ya ha repostado y se marcha”, apunta.
Cuando un barco se aproxima, se avisa a los prácticos de su llegada y estos actúan cuando la embarcación se sitúa a una milla de la costa (unos 2 kilómetros). Visto desde la lancha el cementero ‘Eviacement IV’ es inmenso. Parece un gran cetáceo metálico, altísimo, desde el que acaban de soltar una escala que cuelga a una altura considerable. Antes de subir, Somoza explica que “es uno de los riesgos de esta profesión, subir o bajar por una escala de madera que cuelga varios metros del barco hacia una lancha que está en movimiento”. Somoza comenta que, “hasta ahora”, no ha sufrido ningún percance, “pero algún que otro compañero sí que ha padecido los peligros que se presentan y se ha visto con la escala en el agua”. El práctico se encarama a ella con agilidad y sube rápidamente. “Son muchas veces a lo largo del día”. Impresiona pensar lo que debe de ser esta acrobacia con viento, mala mar o en la oscuridad de la noche.
Una vez a bordo un oficial le acompaña hasta el puente de mando donde se produce un cordial saludo con el capitán y comienzan a intercambiar información acerca de las particularidades del puerto y del barco en cuestión. “Nosotros conocemos las corrientes de los vientos, cómo interactúan los elementos dentro del puerto, la distancia que hay entre muelles, las profundidades, las longitudes, las luces o cómo son la mareas”. Como bien resume Somoza, el práctico guía la maniobra de aparcamiento en “el garaje de su casa”. “En nuestro garaje nosotros conocemos dónde están los muros, cuál es la distancia y si hay puntos muertos, unas cuestiones que nuestro visitante no tiene por qué conocer”, explica.
Enrique Somoza, práctico de puerto: No hay nada mejor que ver el amanecer en el puente de un barco y disfrutar de un café”
En lo alto del puente de este gran navío y con las primeras luces del día cruzando los cristales, Somoza mira al frente con una humeante taza de café entre las manos. “Esto es gloria bendita, uno de los grandes placeres de esta profesión. No hay nada mejor que ver el amanecer, el puente de un barco y disfrutar de una taza de café”, confiesa mientras la embarcación emprende su entrada en la ciudad bajo sus órdenes, que en un inglés náutico y sin quitar la mirada del frente y los costados, va indicándole al capitán del naviero. “Vamos a atravesar uno de los puntos más críticos que tiene el puerto”, asegura, mientras la proa del barco encauza la bocana que, con una escasa distancia de 300 metros, es clave, no solo al obrar las maniobras sino en el flujo de entrada y salida de los barcos. “Queremos situar al barco en el lugar que más nos interesa para poder garantizar la seguridad y conducirlo hacia el muelle sin producir daño alguno”.
Lentamente y con la ayuda de un remolcado,r el ‘Eviacement IV’ comienza a virar hacia el Muelle de Levante. El cementero ocupará la única plaza disponible, justo detrás de un enorme petrolero que llegó a primera hora de la mañana. Justo allí los amarradores ya esperan, después de haber contactado con Somoza a través de la radio. Con cuerdas en mano comienzan a lanzarlas cuando el buque se aproxima, el trabajo llega a su fin. Los nervios se evaporan, el capitán sonríe tranquilo y Somoza le da la bienvenida a la ciudad. “Welcome to Ceuta”, le dice entre un apretón de manos de despedida.
Los que se dedican a esta profesión son el primer contacto con la ciudad que tienen los barcos que atracan
“Nosotros también ejercemos como guías turísticos o embajadores de la ciudad. Somos el primer contacto que tienen con tierra firme después de semanas navegando. Les damos algunos apuntes sobre Ceuta y les pedimos que regresen. Suelen quedar muy contentos y nos transmiten que encantados volverán”, comenta.
Rápidamente Somoza desciende hasta la cubierta del barco. Más abajo la embarcación de prácticos se aproxima con Quirós en su interior que ya ha finalizado también su maniobra de salida. Se presenta un pequeño intervalo sin servicios en el que los dos prácticos se dirigen hacia las instalaciones que tiene la corporación. Mientras la embarcación se aproxima conversan sobre la profesión. “La meta de cualquier capitán de barco es ser práctico. La vida en el mar es muy dura. Pasas muchos meses fuera de casa, demasiados. Dejas de ver a la familia. Hay un momento de la vida en que eso te pesa”, comenta Quirós.
La oficina de los prácticos (o ‘caseta’ como ellos la llaman), situada junto a la 4º alineación del Muelle de Poniente, es una sencilla estancia sumergida en un ambiente marino. En el despacho destaca la pantalla de un radar, desde donde pueden vigilar el movimiento de barcos y a vista de pájaro analizan la situación de la Bahía de Ceuta.
Justo encima de la mesa, la orden del día que envía la Autoridad Portuaria la noche anterior. “Es un listado con la previsión de escalas de los barcos que vamos a atender, así podemos estudiar las características del buque, los medios auxiliares de maniobra o, en caso de que estas sean especiales, si hiciese falta más de un práctico”, explica Somoza.
Entre tanto, la radio comienza a emitir sonidos, un nuevo aviso les llega desde la Torre de Control y, de nuevo, chaleco, guantes y hacia la embarcación.
A través del canal 12 de VHF Banda Mar Marina los prácticos están en constante contacto con la Torre de Control. Ese alto edificio, vecino de ‘Pepe el Caballa’, que preside el Muelle España. En lo más alto y con unas vistas privilegiadas se encuentra Antonio Hernández, controlador del tráfico marítimo, que durante esa jornada no disfruta tanto de las vistas.
Se las ve y se las desea entre papeles, constantes llamadas por los diferentes canales de la radio y sin perder de vista el control de la entrada y salida de todos los buques, tanto los mercantes como las navieras.
“Uno de los principales problemas del tráfico marítimo son los ferries, ellos están exentos del trabajo de los prácticos y es muy complicado coordinar las maniobras para que no coincidan varias embarcaciones entre la entrada y la salida”, explica Hernández.
El controlador confiesa que “en más de una ocasión casi soy testigo de una catástrofe. No es la primera vez que dos barcos se disponen a salir mientras un ferry emprende la entrada por la bocana, que es bastante estrecha”, comenta.
Puesto que los ferries no pueden hacer ninguna pausa y dejar paso a otros buques, porque deben cumplir unos horarios, la coordinación de los prácticos ha evitado que se desencadene una catástrofe. “Pero es complicado”, reconoce Hernández.
Para el controlador los veleros o embarcaciones recreativas son uno de los principales problemas que se presentan en el puerto y que dificultan “bastante el trabajo”. “No están conectados al VHF”, dice mientras se dirige a los diferentes canales con los que tiene contacto: el 12 que es el de los prácticos, el 10 Tarifa, el 16 canal de emergencia, el 11 que es el suyo, y el 9 para las citadas embarcaciones.
“No comunican entrada y salida, ni tampoco responden, así que de pronto un ferry sale y no puedo comunicarme con ellos, de hecho no es la primera vez que he visto a un capitán chillándoles para que se quiten por se le echaba encima”, explica.
Se exponen a duras condiciones meteorológicas que afrontan en medio del mar
Mientras la Torre de Control se aleja, subidos en la embarcación de los prácticos se presenta un día perfecto, un cielo azul y la mar en calma. Da gusto pasear con la lancha por el interior del puerto. “Hoy hace un día fantástico, de esos para disfrutar”, señala Quirós. Ellos no padecen el mismo ajetreo que Hernández y confiesan que “esas son las jornadas que les gustan”.
Las del no parar “y pasar poco por la oficina”. Explica Quirós que pocas veces el puerto se cierra, “una o dos veces al año”. Pero en ocasiones es inevitable por las malas condiciones meteorológicas. El viento y la niebla son los grandes enemigos de los prácticos.
Pasado el momento de mayor colapso, han de atender la salida de dos barcos. La embarcación de prácticos cruza de nuevo el puerto, que parece un paisaje de pintura. ¿Qué hace falta para ser un buen práctico?. “Primero las condiciones exigidas: diez años de capitán, dos de mando efectivo en una embarcación de más de 1.500 toneladas y pasar varias pruebas.
En España pasamos de los doscientos, es una corporación pequeña y muy poco conocida”, explica Quirós. Llegados al siguiente buque, que ya ha finalizado su repostaje en el Muelle de Poniente, se repite el mismo ritual. Quirós se adentra en el navío (con dirección a Inglaterra) hasta el puente de mando, donde el capitán se prepara para la maniobra. “No hay tráfico, puede proceder”, le dice el práctico.
Mientras el barco se aleja lentamente del muelle Quirós explica que ellos también son conocidos como los garantes de la seguridad. “Estamos para garantizar la seguridad del barco, de la mercancía, de las personas y de las instalaciones portuarias”. Asimismo apunta que sobre ellos recae “una importante responsabilidad”, porque si ocurriese algo en el puerto “la ciudad podría sufrir un colapso. Hay que tener en cuenta que Ceuta vive del puerto, es su entrada y su vía de escape”.
Pasada la bocana y con vistas a Gibraltar la maniobra de salida va llegando a su fin. Fuera de todo peligro Quirós se despide del capitán. “Buen viaje y suerte”. Una vez superada la prueba de la escala y de nuevo en la lancha la jornada llega al medio día y mientras surcan esa balsa que se postra ante la ciudad, con la brisa invernal azotando sus rostros, reconocen haber llegado a la cúspide de su carrera profesional.
Pero no solo eso “ahora estoy disfrutando como un enano”, confiesa Quirós. Por su parte Somoza comenta que el próximo año tendrá la oportunidad de jubilarse pero “no lo haré, me lo estoy pasando mejor que nunca, hago lo que me gusta, son muchas las satisfacciones personales y profesionales”. Ambos coinciden en que “no hay un día igual, todos los días de tu vida son distintos, y eso alguien que trabaje en una oficina no lo puede decir”.
Mientras se alejan para atender las siguientes maniobras estos guardianes invisibles del puerto quizá hoy lo sean menos para esa ciudad que mira hacia su puerta portuaria. Esa que tanta historia, aventuras y conocidos personajes le ha traído durante siglos hasta configurarla en su estado actual.
Excelente relato. Buena proa.