Acierta la nueva dirección del PSOE cuando dice que ellos son la “verdadera izquierda”. Los de Podemos son unos populistas delirantes. Y Caballas un partido étnico. Incluso atinan cuando tildan a (casi) la mitad de su militancia de ser una “pandilla de niñatos sin sentido de la responsabilidad”.
Lleva razón el MDC cuando dice que Caballas es cómplice del PP y hace política para sus allegados. Además de que, evidentemente, Aróstegui es un racista.
Naturalmente, lleva razón Podemos cuando dice que el PSOE forma parte de la casta del setenta y ocho vinculada al poder de los mercados.
Y es lógico que aplique su código ético en su relación con Caballas por tener investigado a su portavoz (da un poco igual que la investigación sea por formar parte, como miembro de la oposición, de un órgano colegiado que teóricamente tenía que haber fiscalizado la adjudicación de una promoción de viviendas en las que sus ocupantes llevaban residiendo ya cuatro meses cuando se celebró la reunión objeto de reproche penal).
Lleva razón Caballas cuando dice que el MDyC es un instrumento propiciado, mimado y potenciado por el PP para debilitar a Caballas y dividir parte de su electorado.
El MDyC es un instrumento propiciado, mimado y potenciado por el PP para debilitar a Caballas y dividir parte de su electorado.
Todos lleváis razón. Así que lo mejor es que dejemos a la derecha gobernar durante otros veinte años. Así podrán seguir desmantelado todos los mecanismos de protección social. Ensanchando la (ya) enorme brecha entre ricos y pobres. Olvidándose de los catorce mil ceutíes que sufren el drama del paro en sus propias carnes. Humillando a las personas necesitadas obligándolas a mendigar en sus anacrónicos servicios sociales.
Condenando a miles de familias (sobre todos jóvenes) a vivir hacinados en casas de sus familiares, o a pagar alquileres inasumibles, o directamente a habitar infraviviendas indecentes. Abandonando las barridas a su (mala) suerte, desprovistas indefinidamente de infraestructuras y equipamientos básicos.
Burlándose de la ciudadanía con ridículos discursillos para ocultar la tragedia del destrozo (acaso definitivo) del tejido productivo y del esperpento de la frontera.
Mientras tanto, todos nosotros, muy dignos y cargados de razón, podremos seguir haciendo críticas ingeniosas, agudas, originales, vehementes, inteligentes y contundentes, pletóricos de felicidad al escucharnos y, por supuesto, encantados de habernos conocido.