Ceuta celebró el Día Internacional del Inmigrante. Lo hizo ‘oficialmente’ con un acto en la plaza de los Reyes, al que podían sumarse los ciudadanos que quisieran para compartir unas horas con residentes del CETI, buscando así demostrar que todos somos iguales. Es fácil de entender, o debería serlo. Aunque esta sociedad se empeña en lo contrario, en establecer muros y diferencias, en exteriorizar el miedo hacia el diferente, en provocar, precisamente, que ese rechazo vaya a más.
Decía que ‘oficialmente’ se celebró por la tarde, porque para mí el auténtico Día Internacional tuvo lugar en pleno Estrecho, de madrugada, cuando la Guardia Civil dio con la toy en la que viajaban 10 personas pudiendo salvar sus vidas. Entre ellas un pequeño, Bamba, que hoy puede tener una vida por delante. Junto a él su padre, la pareja de este y más adultos subsaharianos que remaron y remaron para mantenerse vivos en un Estrecho que amenazaba con congelarlos, con arrebatarles sus vidas durmiéndolos con el frío hasta llevárselos para siempre.
Si de verdad existen los milagros, estos se dieron la mano en mitad del Estrecho
Han sido tantas la muertes, tantos los desaparecidos... que ayer era lo principal que estos diez ocupantes de una mísera balsa playera pudieran llegar con vida a la base del Servicio Marítimo. Fue un rescate llevado al extremo, están vivos de milagro.
Una ve la balsa playera en la que viajaban hasta ¡10 personas! y entonces se da cuenta de la miseria de este mundo, se pregunta qué estamos haciendo, qué mundo organizamos para que haya hombres, mujeres y niños como el pequeño Bamba que lo arriesgan todo por subirse a este ataúd flotante soñando que pueden tener una oportunidad.
El mundo de las fronteras, de las devoluciones, de las tragedias... lo tenemos tan cerca... y sin embargo no nos damos cuenta de la suerte que tenemos por nacer a este lado, seguimos fomentando un mundo de barreras, de peligros, de tragedias... Yo no entiendo nada, lo intento pero no puedo. Me resulta imposible. No sé por qué esto funciona así, cómo puede haber una sangría continuada, muertes, temeridades, una África que va consumiéndose poco a poco.
Por eso para mí la auténtica celebración del Día del Inmigrante fue conocer que todos estaban a salvo, que Bamba podrá tener un sueño y aspirar a cumplirlo. Quizá cuando él sea adulto todo haya cambiado, ya no tengamos miedo al diferente, y Bamba no tenga que esforzarse demasiado en hacerse querer y respetar para ser libre.