Este mes de abril que se acabó ayer, los ceutíes y los melillenses hemos tenido que soportar, una vez más, las ultrajantes palabras de un indocumentado que, -nada menos que desde la tribuna de oradores del Senado- osó calificar a nuestras ciudades como "vestigios de un pasado colonial". Precisamente en el edificio del Senado, ante cuya fachada ondean con orgullo las banderas de Ceuta y de Melilla junto con las de las demás autonomías que integran la unidad indisoluble de España.
En este caso, y por fortuna, el todavía Senador Guillermo Martínez (pues hasta mañana no se disuelven las Cortes), quien reúne en su persona el ser, a la vez, melillense y ceutí, pudo y supo dar su merecido, y desde la misma tribuna, al autor de tan deplorable frase, el Senador Miguel Estradé, independentista, de esa Esquerra Republicana de Cataluña que antes tenía en sus filas a caballeros como Heribert Barrera o Josep Tarradellas, pero que ahora, por lo que se ve, parece ser que no.
Hay ocasiones en las cuales, y ante dislates como el referido, echo mucho de menos aquel artículo 123 del antiguo Código Penal –el que estudié- según el cual "los ultrajes a la Nación española o al sentimiento de su unidad, al Estado o a su forma política, así como a sus símbolos y emblemas, se castigarán con la pena de prisión menor y, si tuvieren lugar con publicidad, con la de prisión mayor". Un artículo del llamado "Código franquista" que, como es lógico, no existe en el vigente Código de la democracia.
Cierto es que el antes citado precepto, en muchos y relevantes aspectos, coartaba dictatorialmente el principio de la libertad de expresión que hoy consagra el artículo 20.1 de nuestra Constitución, pero resulta triste que cuando se producen ultrajes a España, a su unidad, a su himno y a su bandera, ya no nos quede más remedio que responder con la palabra a algunos individuos que, a veces por ignorancia, pero otras con las más perversas intenciones, se refugian tras dicho principio para cometer tales fechorías sin que podamos llevarlos ante la justicia ¿Dónde estarían ahora determinados personajes que todos conocemos si existiera el menor resquicio para ello? Porque cada vez que se desprecia a España y a sus símbolos, o simplemente a estas dos ciudades, es decir, a la unidad e integridad de la nación, los que sentimos auténtico amor a la Patria quisiéramos ver conducidos por agentes de la autoridad a los autores de actos tan reprobables.
Sin embargo, vivimos ya en un Estado social y democrático de Derecho, donde se proclama como un valor indispensable el de la libertad de expresión y donde hay que tolerar, aunque duelan, frases tan desafortunadas como la que pronunció el Senador Estradé.
Nos queda, eso sí, la libertad de poder acudir el recurso de la palabra -hablada o escrita- para defendernos, como tan acertadamente llevó a cabo Guillermo Martínez, a quien felicito, y cuya intervención, además, obrará ya, para constante memoria, en el Diario de Sesiones del Senado. Nosotros, los melillenses y los ceutíes, tenemos razones más que suficientes para fundamentar esa defensa. Sin pronunciar ni una sola mala palabra, nos basta y nos sobra con recordar las profundas raíces históricas y jurídicas que avalan sobradamente la españolidad de estas dos ciudades y con reafirmar nuestra acendrada y constante voluntad al respecto.
Como escribí hace ya bastantes años frente a uno más de estos lamentables hechos, nos queda la libertad de responder con la verdad y la razón.
Nada más y nada menos.