El fenómeno de moda es la definición del concepto "nueva política". Todo el mundo tiene claro que vivimos en un tiempo nuevo. Ya no valen los modos ni las pautas de antaño. Hay una coincidencia casi unánime en la necesidad de asumir cambios en la forma de concebir la actividad política.
Tanto en lo relativo al funcionamiento interno de las organizaciones, como en los cauces de relación con la ciudadanía, y por supuesto, en los principios que deben informar la gestión de las instituciones (con especial hincapié en la lucha contra la corrupción). Se ha intentado analizar y explicar esta situación desde infinidad de perspectivas, a pesar de lo cual, aún sigue siendo imposible determinar con precisión en qué consiste la "nueva política".
Uno de los más funestos vicios de la "vieja política" fue su portentosa capacidad de castración intelectual. Los partidos políticos se convirtieron en una especie de "ejércitos electorales", en los que se sustituía el cuerpo ideológico por una peculiar "adoración a las siglas". Las personas que se afiliaban a los partidos dejaban en el vestíbulo su espíritu crítico, y su genuina necesidad de pensar, para transmutarse en fanáticos uniformados enganchados a las siglas, ajenos a cualquier ejercicio de reflexión. Esta perversión ha contribuido decisivamente a desnaturalizar la política, y es una de las principales causas del lamentable estado actual de la vida pública en nuestro país. En su día quedó perfectamente explicado en una frase que se extendió como lo pólvora (el equivalente al "hacerse viral" actual), pronunciada por un dirigente del hegemónico PSOE de los años ochenta. Le preguntaron: ¿Qué es el socialismo?, y respondió con rotunda convicción: "Socialismo es lo que hacemos los socialistas". Los parámetros para calificar una acción dejaron de ser las ideas, los principios y los valores, y pasaron a ser las siglas. Lo que hiciera el PSOE (fuera lo que fuere) se convertía automáticamente en socialismo. Partiendo de semejante barbaridad no es difícil entender cómo hemos llegado hasta aquí.
Esta es una de las cosas que combate la "nueva política". Es preciso recuperar el espíritu crítico de la ciudadanía. No existen organizaciones monolíticas, porque la sociedad no es monolítica. Es necesario asumir con todas sus consecuencias el concepto de diversidad, que ampara y se impone en todos los ámbitos y conceptos de la vida social. Nuevas estructura (círculos abiertos y dinámicos), nuevos métodos (confluencias de ideas desde el respeto a la disparidad); una nueva dialéctica sin conceptos herméticos (con sus correspondientes contradicciones, errores y rectificaciones). La vida ha cambiado.
Cambia sin parar. Todos los conceptos que articulan la sociedad están sometidos a un vertiginoso proceso de revisión que, en ocasiones nos supera, pero que es inexorable. Nuestro país, y en nuestro caso nuestra Ciudad, demandan una rápida adaptación a los nuevos tiempos y un esfuerzo por consolidar sus claves y fundamentos
Lo que ocurre es que, desgraciadamente, aún son muchas (demasiadas) las personas que permanecen ancladas en un pasado tan obsoleto como pernicioso. Más doloroso es esto cuando afecta a gente joven que debería estar en la vanguardia del cambio y actúan como rémoras de la "vieja política". Pondré un ejemplo muy cercano. En el PSOE se detectaba una pequeña (en Ceuta todo es pequeño) hornada de jóvenes que, aparentemente, se identificaban (¡por fin!) con la causa de la izquierda. Así se expresaban públicamente, sobre todo en las redes sociales.
Y participaban en movilizaciones por causas justas. Se encendía un tenue foco de esperanza. De repente, el PSOE firma un pacto de gobierno con Ciudadanos. Todo el mundo sabe perfectamente lo que es Ciudadanos. Lo peor. La derecha más retrógrada y despiadada, retocada con un ligero barniz de modernidad para engañar a ingenuos e ignorantes hastiados por la corrupción que asola al PP.
Pero basta que el PSOE diga que es un acuerdo de "progreso" para que el noventa por ciento de sus militantes (en Ceuta), digan que el acuerdo es magnífico. Y aquellas mismas personas que se suponía que abrazaban la causa de la izquierda, exhiben públicamente su entusiasta asunción de tan doloso (y doloroso) acuerdo. Sólo se puede explicar esta actitud desde tres hipótesis. Una. Son rematadamente cretinos, y no saben lo que es Ciudadanos. Descartable. Dos. Son unos cínicos que están en política buscando poder exclusivamente y quieren gobernar a toda costa. Descartable. Tres. Mantienen la disciplina de partido a la antigua usanza. La más probable. Saben en su fuero interno que un Gobierno con Ciudadanos es una traición sin paliativos a su propia conciencia; pero como lo "dice el partido", se convierte en "socialismo", y por lo tanto, es bueno. Como hace treinta años. Queda mucho por hacer. Acaso demasiado.