Como cada año con la llegada del Día de las Lenguas Maternas y como si de aves migratorias se tratara, resurgen desde las más variadas instancias las reivindicaciones sobre el árabe en Ceuta y al igual que en la obra de Jacinto Benavente aquello que se presenta como verdad no es más que una apariencia que encubre los verdaderos intereses.
La profesora Yamila Ahmed Liazid salta a la palestra al criticar la cartelería conmemorativa del día de las lenguas maternas donde aparecía el dariya entre otras. Según sus postulados la lengua materna de la mitad de los ceutíes es el árabe literal y no el dariya y además se trata de un patrimonio que se debe conservar en sus orígenes, retrotrayéndose al habla utilizada en los siglos XI y XII. No sabemos muy bien que debe significar para esta profesora el término “lengua materna” pero el significado utilizado por los lingüistas es el de que se trata de la primera lengua o idioma que aprende una persona. Por más que se empeñe esta profesora, la lengua materna de la mitad de los ceutíes es el dariya, esa variante dialectal de carácter exclusivamente oral y alejado del árabe literal. En el año 2013 participé en un estudio sobre las lenguas habladas en Ceuta y no constatamos registros de personas que tuvieran el árabe literal como lengua inicial mientras que si lo eran el español, el dariya y algunas muy minoritarias como el tamazigh. Los intereses de la profesora al reivindicar el árabe literal se sitúan en su carácter culto y en ser un elemento de la identidad islámica común, pero deseos y realidad a veces no coinciden.
Luego tenemos a personajes como el profesor Moscoso que nos sigue dando la traca con el reconocimiento oficial del dariya. Este señor como es filólogo sabe lo que es una lengua materna y reclama el dariya (él lo llama árabe ceutí) en el ámbito de la escuela e incluso como cooficial en Ceuta junto con el español a pesar de que el mismo reconoce que se puede considerar un dialecto del árabe marroquí. Para darle enjundia a sus tesis se apoya en el tan manido recurso al fracaso escolar obviando la complejidad de este fenómeno que posee variables muy diversas como las socioeconómicas o las de capital cultural. Si la lengua materna fuera el problema, los niños chinos presentarían índices de fracaso escolar similares a los niños dariyófonos pero resulta que eso no sucede, antes al contrario, suelen presentar un nivel de éxito por encima de la media. ¿Cuál es por tanto el interés de Moscoso por este reconocimiento? Pues el de codificar el árabe ceutí lo que le convertiría en un nuevo Nebrija.
Por último, y no menor, el interés político que planea en cualquier asunto relacionado con las lenguas. La Comisión Musulmana de España ha reclamando la reforma del estatuto de autonomía para introducir la cooficialidad del árabe, utilizando la no menos gastada justificación de la integración de los musulmanes en la sociedad local proponiendo incluso que los colegios pasen a denominarse “institutos hispano-árabes”, una denominación sorprendente y que nos retrotrae a los tiempos del Protectorado. Por supuesto el comunicado no aclara a que árabe se refiere, si al dialectal o al literal o a ambos (como hizo Izquierda Unida de Ceuta en su día cuando proclamó a ambos como oficiales en el partido) ni cómo es posible que la mitad de la sociedad no esté integrada en sí misma. El pasado político del líder de esta comunidad y la utilización del victimismo explican por sí solo hacia dónde camina esta propuesta. Como explicaban con meridiana claridad Carlota Solé y Amado Alarcón: “la política lingüística redistributiva que fomentan las lenguas particulares y la conciencia lingüística del grupo frente a otros, no es propiamente una política a favor de las lenguas minoritarias, aunque este revestida de esta fraseología, es una política que favorece a un grupo dominante, o que aspira a serlo, en su propio espacio territorial. Estas acciones consiguen expulsar o dominar a los viejos grupos dominadores”.