Ayer mientras nadaba en Calamocarro me llegó un asqueroso olor a gas proveniente de algún escape de algunas de los depósitos o conducciones donde se almacenan o por el que transitan estos productos.
Esto me hizo recordar una vez más los meses transcurridos sin reacción oficial sobre el episodio de contaminación provocado por Cepsa. A finales del mes pasado volvíamos a leer en el decano de la prensa local un nuevo artículo de opinión de la directora del medio que recordaba la importancia de no olvidar el amplio episodio de contaminación producido por fugas en las tuberías de abastecimiento de la compañía Cepsa en los muelles del Puerto de Ceuta. Después del tiempo transcurrido cabe preguntarse que está fallando en nuestra sociedad para que no podamos conseguir sancionar a una empresa que lleva tanto tiempo provocando daños ambientales a través de sus fugas de fuel. Es muy cierto que en el pasado fue mucho peor y nuestras costas rocosas muestran manchas antiguas de escapes de otras épocas. Es bien cierto que nuestra democracia es pujante y puede que no avance al ritmo deseado pero sí que está consiguiendo impulsar progresos en el ámbito de las libertades ciudadanas, pero como todo proceso histórico no está exento de retrocesos y de la pervivencia de ámbitos de poder dónde se parapetan castas de intocables que siempre han recurrido a sus artimañas para frenar procesos públicos que los perjudicaban. Pero el título de nuestro artículo hace mención a algo más arraigado en las profundidades sociales de la España carca y casposa, una especie de estigma que arrastramos todos debido a la fiereza represiva desplegada por el poder en nuestro país y que sobretodo cuesta mucho superar en sociedades muy reprendidas, militarizadas y provincianas como la de Ceuta. Es el ámbito lingüístico de los que frecuentemente se ponen a los pies de la señora del preboste de turno o del común de los mortales, cosa que no solo me exaspera sino que me lleva cerca de la fibrilación cuando la escucho en personas jóvenes pero de mente extemporánea. En este contexto se desarrolla uno de los mayores culebrones a los que hemos asistido como asociación ecologista pero que se repite como otros muchos y que por más que duela nos define como una sociedad más bien estúpida que se traga cualquier cosa. En fin, sea por esta explicación o por el creciente hedonismo e individualismo social imperante o debido a todas estas circunstancias y muchas más simples y predecibles, el caso es que parece imposible hacerle frente a las petroleras en España. Con respecto al caso concreto de Cepsa en Ceuta, y como ya hemos dicho en otras ocasiones por haber sido testigos directos de algunas escaramuzas, la política que se ha llevado a cabo ha sido una mezcla explosiva entre imagen corporativa y trilero de despacho. Es decir, hacerse pasar por persona intachable ante la opinión pública con algunas cortinas de humo ambientales y de participación ciudadana para acto seguido tener un problema de fuga y negar la mayor hasta el infinito y más allá sin pestañear. También hay que entender que a un gestor de este tipo de empresas solo importa la cuenta de resultados pues es lo que le van a reclamar constantemente. Para ello, está bien claro que es fundamental que la inversión en infraestructuras sea mínima, esto aumenta el cociente beneficio/costes y lo demás importa bien poco. A partir del momento en el que la fuga trasciende a la opinión pública se activa una maquinaria burocrática, política y mediática que intenta hacer ver que todo está bien y aparecen muchas implicaciones del mito científico en juego como el que indica que al final el fuel no es tan perjudicial y que terminará todo siendo absorbido por el mar como gran disolvente universal y por supuesto se recurre a unas buenas imágenes en color submarinas mostrando lo bien que está el fondo marino y la enorme diversidad biológica que alberga para mostrar lo exageradas y malintencionadas que son algunas voces agrias. Por supuesto la burocracia de los entes públicos podría abrir expediente informativo y concluir sancionando pero esto en Ceuta no ocurre pues antes se suele cortocircuitar tratándose de este tipo de empresas, esta es al menos nuestra experiencia. La administración municipal suele dar la callada por respuesta cuando se le pregunta sobre el cumplimiento de sus responsabilidades ambientales y de inspección industrial, al menos nosotros todavía estamos esperando escritos sin contestar. Así que como somos muy pequeños, sin fondos propios ni mecenas multimillonario que nos financie, es evidente que no podemos dedicarnos en cuerpo y alma a semejante tarea ingrata. Acudimos a la justicia como último recurso público, el poder que puede interponerse ante los villanos y hacerles morder el polvo con sus juicios y sentencias ejemplares. Así lo hemos hecho en varias ocasiones poniendo sobre la mesa del fiscal el asunto para que actuase en consecuencia siendo él un profesional cualificado para ver si un derrame ocasionado por una empresa concreta con daños evidentes en el litoral y reconocido por las propias autoridades estatales y municipales sería susceptible de enjuiciamiento. Nosotros querríamos una aceleración del proceso pero los procedimientos los marcan las leyes y por el momento, solo sabemos que se han pedido informes a otras instituciones, mientras tanto las barreras anti contaminación han seguido puestas en el lugar del escape debido a la gran cantidad de fuel acumulado en los subsuelos del muelle que ha estado saliendo por las según los ritmos de marea. A nadie puede escapar que la falta de medios judiciales debe ser uno de los factores importantes para que los procedimientos se eternicen. Ante este caso y todos los otros que nos pasan desapercibidos nos obliga a reflexionar más profundamente para vislumbrar con amarga decepción que lo que se está produciendo y reproduciendo son los típicos comportamientos ocultistas de los circunloquios de la administración. Como resultado final se percibe que la red de intereses creados es demasiado grande para que se lleguen a tomar las medidas oportunas por otra parte la inmadurez cívico social hace que no estemos bien preparados para resolver estos problemas que exigirían una mayor participación social que redundara en un control más efectivo del estado y de sus relaciones con empresas estratégicas como son las petroleras. Por el momento, se continúan con las inercias de antaño escondiendo el polvo debajo de la alfombra para que no nos enteremos de las enormes miserias que se esconden en este opaco entramado de relaciones entre las grandes empresas y el estado.