Comienza una nueva legislatura. Por su propia naturaleza, y en términos políticos, un tiempo diferente. En principio, y con todos los reparos intelectuales posibles (que son muchos), la ciudadanía renueva la dirección de su destino colectivo. Este hecho debería ser sinónimo inapelable de esperanza. Fundamental en una Ciudad ávida de horizontes. Sin embargo, los primeros indicios presagian un nuevo fiasco. Frustración como enfermedad crónica.
La desnaturalización de la política en nuestra Ciudad, tiene su causa principal en la sempiterna prevalencia de los intereses particulares sobre los colectivos. Las personas, y especialmente los partidos políticos, anteponen siempre su propio interés al bien común. De este modo es imposible resolver problemas cuya solución exige sacrificios, víctimas y daños colaterales inevitables. Porque es imposible desmontar privilegios sin crearse enemigos. Si el juego consiste en no provocar descontento, no hay manera de cambias las cosas. Este es el pecado capital del PP de Vivas. Quiere meter en nómina a toda su tropa (muy nutrida). No quiere levantar ampollas entre los funcionarios. No quiere que se molesten los medios de comunicación. No quiere que se enfaden las entidades y asociaciones que reciben subvenciones millonarias. No quiere soliviantar a la “Ceuta profunda”. No quiere incordiar al Gobierno de la Nación. La suma de todo esto es la más absoluta inoperancia. Todo permanece irritantemente inalterado. Los problemas están perfectamente definidos, y las soluciones (aunque con matices y discrepancias) básicamente identificadas. Pero nada se hará, porque no es posible obtener resultados diferentes haciendo las mismas cosas. Lo explica con asaz claridad la sabiduría popular. “No se pueden hacer tortillas sin romper los huevos”.
No menos criticable es la actitud de los partidos de la oposición que han convertido su acción política en una fútil extensión de tertulias y mentideros. Parece que su única función es comentar (con mayor o menor acierto) lo que hace el Gobierno. Ni por asomo un mínimo compromiso que pueda contribuir a mejorar la Ciudad. Esto siempre queda en un muy remoto plano. Actúan como si fueran concursantes de una singular competición sobre quien critica con más ingenio e intensidad, esperando una futura recompensa en forma de un mejor resultado electoral.
El escenario de la próxima legislatura se adivina deprimente. El anoréxico Gobierno, refugiado en sus medios de comunicación (pagados con fondos públicos) y exhibiendo como único argumento político la mayoría absoluta y la “trayectoria de Vivas”, dejando pasar el tiempo desde la más irresponsable indolencia, sumido en una inercia anodina incapaz de alumbrar nada positivo; y en frente los partidos de la oposición, practicando la crítica furibunda, buscando como náufragos sedientos espacio en los medios de comunicación para mantener viva la llama de su irrelevante presencia social.
Infunde una enorme tristeza tan atroz desperdicio de recursos, tiempo y energía. La delicada situación de Ceuta exige un grado de responsabilidad que, desgraciadamente, no existe. No debería ser tan difícil ponerse de acuerdo en algunos objetivos comunes tan importantes como evidentes. Apunto diez. Proyecto educativo de Ciudad. Modernización de los servicios sociales. Reforma de la administración local. Ordenación del espacio fronterizo. Plan de equipamientos en Barriadas. Revitalización de la Barriada del Príncipe. Plan de eficiencia del gastos público invertido en transferencias y subvenciones. Planificación del desarrollo del turismo, comercio e industria digital. Saneamiento del espacio público de comunicación. Estrategia pedagógica para la interculturalidad.
El consenso será imposible. En Ceuta nadie se atreve a romper huevos.