24 horas después de que se anunciara la puesta en marcha de campañas de captación turística que, entre otros objetivos, se fijaban en el mercado marroquí como yacimiento nos topamos con una frontera bloqueada.
Con las imágenes de largas colas de vehículos esperando cruzar a uno u otro lado, sometidas a la disparidad de criterios de los agentes de turno, generándose un problema imposible de controlar. Los anuncios políticos caen en saco roto desde el primer momento en el que dependemos de factores externos. Y aquí, en Ceuta, son precisamente esos factores los que parecen confabularse para que la política turística sea una mera ilusión. Cuando la frontera se resfría... Ceuta tiembla; cuando las decisiones de altas esferas terminan traduciéndose en controles severos, el tránsito se bloquea. Hoy por hoy, la obsoleta arquitectura del Tarajal unida a las decisiones aleatorias del vecino país convierten en inestables las tomas de decisión que tengan que ver con lo que pasa al otro lado. Confiar en ese mercado marroquí es un suicidio, y si no que se lo digan a los empresarios que soportando una buena parte de sus beneficios en esa clientela cada vez se resienten más de las consecuencias de ese caos fronterizo. Se promete y anuncia por un lado lo que no se puede garantizar por el otro. Y ya no solo se trata del Tarajal y el vecino, también influye de forma determinante un espacio marítimo controlado por empresas que mueven el mercado de negocio a su manera. Los precios se mueven según los intereses particulares y resulta imposible teñir de normalidad un negocio que hunde cualquier esperanza en el visitante foráneo, obligado a desembolsar más de 200 euros solo por asomar la cabeza. Ante esta tesitura cualquier propuesta de mejora no deja de ser algo así como un sueño. Ceuta avanza oprimida por un territorio reducido, en el que ya ni caben más viviendas ni cabemos más habitantes; marcada por la reducción de negocio que no da más de sí y sometida a los apoyos estatales y la olla, cada vez más grande, que supone el Ayuntamiento convertido en el gran empleador de la ciudad.