Comentaba Patrick Geddes que el que quiera ser un autor de obras que perduren, por no hablar de un artista en su labor, debe conocer verdaderamente su ciudad, haber entrado en su alma y amarla. Lo mismo que vale para un escritor o artista lo es para el resto de los ciudadanos. Es necesario que todos conozcamos en profundidad nuestro medio natural, nuestra historia y la idiosincrasia de las personas que han habitado en el pasado y habitan en el presente esta tierra generosa y aplacible.
Nuestro medio natural es rico y diverso, a pesar de todo el daño que se le ha infringido durante siglos de irracional explotación económica. Ceuta está situada en una encrucijada donde coinciden los cuatro puntos cardinales y confluyen dos mares. Su topografía fue dibujada por la naturaleza con enorme maestría y estilo. Es el bello remate de un continente, el africano, que se asoma al Mediterráneo para advertir de su presencia. Desde el mar o desde el aire Ceuta se observa como esta pen-ínsula, ésta casi-isla, que abraza y es abrazada por el mar. La brisa marina sopla siempre sobre Ceuta. Unas veces de poniente, otras de levante, a veces con gran intensidad, como estos días atrás, y otras de manera delicada. Este viento es aprovechado por las miles de aves que pasan por el cielo de Ceuta en sus migraciones o que, como las gaviotas, viven con nosotros y cantan la banda sonora de esta ciudad. Un viento que también suaviza nuestro clima y nos traen las nubes cargadas del agua que resulta imprescindible para alimentar nuestro suelo y permitir que la vida florezca en este bello lugar. Una vida, como decíamos, rica y diversa que toma forma en su flora, su fauna y las personas que tenemos la fortuna de ser y sentir como ceutíes.
El mar no nos aporta sólo vientos y tempestades. La esencia de Ceuta huele y sabe a mar. Sus fondos marinos son de una extraordinaria belleza y biodiversidad. Están habitados por corales, algas, peces y mamíferos, como los delfines y las tortugas marinas, cuya contemplación nos aporta serenidad y momentos de sublimidad, éxtasis emotivo y transcendencia espiritual. El mar ha sido desde sus orígenes la principal fuente de subsistencia y de riqueza para los ceutíes. Los primeros pobladores ceutíes, que vivían en los abrigos y las cuevas situados a pie del mar, se alimentaban de los peces que capturaban y de los moluscos que recolectaban entre las rocas del litoral. Los fenicios que se asentaron en la ciudad a finales del s.VIII a.C., también pescaban, además de cultivar y cuidar de su ganado.
Del mar hicieron los romanos un negocio económico de gran rentabilidad. Aquí, en la antigua Septem Fratres, instalaron un gran complejo industrial dedicado a la producción de salazones y salsas de pescado. Comienza en esta época una tradición pesquera que ha sido durante buena parte de la historia de Ceuta la clave de su espíritu, su economía y la idiosincrasia de sus gentes. Esta tradición continuó con fuerza durante el periodo medieval, del cual tenemos constancia del funcionamiento de varias almadrabas y la extracción del preciado coral rojo. Las almadrabas fueron también la base fundamental de Ceuta en los siglos XVII y XVIII. Aún hasta principios de los años 70 del pasado siglo XX seguían funcionando varias fábricas de conservas y harinas de pescado. Más tiempo duraron las almadrabas que, no obstante, fueron languideciendo lentamente al mismo tiempo que lo hacían las capturas de atunes.
Como vemos, el mar ha sido el lugar primordial de los ceutíes. Las gentes de Ceuta han vivido en y por el mar. Sin embargo, la falta de conciencia de la dimensión ambiental de esta ecuación de lugar, trabajo y gente ha llevado a la sobreexplotación de los recursos marinos y a la práctica desaparición del sector pesquero en la actividad económica de la ciudad. No obstante, el mar puede y debe ser de nuevo una fuente de riqueza y prosperidad para los ceutíes.
Nuestras experiencias sensoriales y sentimentales son las que definen por excelencia nuestra conducta personal, así como la moral y las costumbres colectivas. La idiosincrasia de los ceutíes es la propia de las gentes del mar: individualidad fortalecida, confianza en sí mismos, hospitalidad, además de carácter aventurero y abierto. Nuestro benigno clima hace de las gentes de Ceuta personas alegres, extrovertidas y amantes de la conversación improvisada. De igual modo, nuestras ricas experiencias sensoriales nos convierten en seres sensitivos y profundamente amantes de su tierra. El mar ha hecho de los ceutíes lo que somos y seremos lo que hagamos con nuestro mar.
El mar no ha sido sólo una fuente de riqueza para los ceutíes. Ha sido y es nuestro principal medio de comunicación y contacto con el resto del mundo. Navegando en sus frágiles barcos llegaron a esta tierra fenicios, romanos, bizantinos, visigodos, árabes, portugueses y españoles. Unos para quedarse y muchos otros para el aprovisionamiento de agua y alimentos, así como para el comercio de todo tipo de productos elaborados y de ricas materias primas. Esta actividad comercial fue especialmente intensa durante la época medieval. Hasta Ceuta trajeron comerciantes aragoneses, genoveses, pisanos y marselleses productos como el aceite, el algodón, el hierro, vino, harina, telas, sedas y armas, que intercambiaban por mercancías de las más diversas: pieles, sal, corales, pinturas, azúcar, esclavos, cera, etc...
Ceuta sigue siendo una ciudad de comerciantes y su puerto una entrada continua de personas y mercancías procedentes de los lugares más recónditos del planeta. Nuestra condición de comerciantes explica el carácter abierto de los ceutíes, nuestra predisposición a la negociación, nuestra facilidad a la hora de explicar las ventajas de tal o cual decisión de compra o de cualquier otro aspecto de la vida. Nos gusta el contacto con los demás y la conversación distendida. No tenemos muchos sitios a donde ir, así que mejor aprovechar una agradable charla con el amigo, vecino o familiar con el que nos encontramos en la calle. Sabemos que no se trata de encuentros puntuales, y que volveremos a vernos una y otra vez, así que la tolerancia y el buen talante es una necesidad obligada debido a nuestro escaso territorio.
Los sentimientos que nos produce este bello lugar, nuestro carácter forjado por el mar y el comercio, se transmutan en profunda emoción y espiritualidad. El hecho religioso se vive con gran intensidad en Ceuta y esto tiene una importante incidencia en nuestra manera de pensar y actuar. Las grandes religiones del Libro, el cristianismo, el islamismo y el judaísmo, son las predominantes en la ciudad. Mención aparte merecen otras confesiones religiosas como el hinduismo, cuyo carácter sincrético y de espiritualidad elevada, la hacen ideal para la convivencia y la tolerancia. Todas las religiones del Libro, -antes mencionadas-, parten de un tronco común, pero cada rama ha tomado direcciones distintas y a veces enfrentadas. Su excesivo adoctrinamiento ha sido un pesado lastre durante buena parte de la historia de la humanidad, lo que ha dificultado que la emoción, la razón y la imaginación naveguen impulsadas por el viento de la espiritualidad, la ciencia y los sueños. Durante mucho tiempo este barco, llamado Ceuta, ha navegado sin rumbo, con una tripulación enfrentada y a merced de los vientos dominantes en cada época. El genio del lugar, su alma, su espíritu, se parecía al del "Holandés errante". Y es hora de que recupere la cordura, coja el timón de la nave y siga sin dudar el derrotero que está dibujado en la piel y en el alma de este lugar sagrado, mágico y bello. Su destino no es otro que el reino del Parnaso, donde residen las Nueve Musas. Ellas representan la bondad, la verdad y la belleza; la ética y la política, hermanadas, la cultura y el arte. La ética, la síntesis y la estética son los nuevos cometidos de una tripulación con sus corazones renovados, sus mentes reeducadas y sus manos dispuestas a la reconstrucción de sus paisajes, calles y edificios más notables. Nuevos ideales sociales, económicos y políticos nos elevan hacia la formulación y realización a través de una nueva concepción de la política y la acción cívica. Nuevas ideas nos elevan al mundo de la cultura mediante la acción sinérgica y la educación. Nuevas expresiones artísticas nacen del alma de los ceutíes y toman forma en su naturaleza y arquitectura.
Así que como nosotros vemos y sentimos a Ceuta. Su alma es esquiva y no se muestra a todos. Queda mucho por desvelar para captar la esencia de Ceuta. Nosotros seguiremos en este empeño mientras se completa la espiral de nuestras vidas siguiendo las Siete Edades del Hombre que ilustran los dioses del Olimpo. Nuestro reto es servir de intérpretes de un tiempo que está por venir. Un tiempo cuya perspectiva será muy distinta. Ya no será principalmente cósmica y externa, como la describió Patrick Geddes, sino principalmente interna y externa: ya no será principalmente de observación material, sino de interpretación moral y de acción. Este nuevo tiempo y esta nueva conciencia, dibujada por muchos autores que me han inspirado y guían, ha esperado dormida como un sueño para una nueva estación. Pronto esta el regreso de Perséfone y con ella regresará la Primavera y la renovación de la vida.