La vida, para el ser humano, es una sucesión de encrucijadas, Lo es para todos, cualquiera que sea su edad, nivel de formación cultural y cuestiones en las que se haya visto envuelto desde la edad en la que se empieza a razonar. Todos somos distintos aunque tenemos puntos de coincidencia que podrán ser más o menos numerosos según el plan de vida que, con mayor o menor amplitud. a todos se nos ofrece.
Se nace con un tanto por ciento de posibilidades muy variable, de persona a persona y es ésta la que tendrá que buscar el mejor camino a seguir para su vida. La cuestión no es nada sencilla y hay tantas variantes como personas han existido y existirán a lo largo de los tiempos. Pero hay algo que es común a todos los humanos: que la vida es suya y que la debe cuidar de la mejor forma posible. Es evidente que el campo de acción no es el mismo para todas las personas; hay diferencias muy notables aunque cada vez se vaya agrandando el campo de posibilidades para quienes quieran aprovecharlas. Esa es una decisión muy personal que, desgraciadamente, no todas las personas hacen buen uso de ellas.
Es difícil, pero no imposible, vencer dificultades. Cada una de ellas necesita un tratamiento especial que comienza cuando una persona se pregunta a sí misma por el camino que quiere seguir y pone su voluntad al servicio de esa decisión que haya podido tomar. Hay toda clase de casos, como es natural dada la diversidad de las personas y del ambiente en que cada una de ellas tiene su vida, pero hay algo que es común a todas: la posibilidad de reflexionar, la de estar a solas consigo misma y preguntarse, seriamente, por lo que debe hacer.
Es difícil, muy difícil, pero totalmente necesario que toda persona hable, en plena intimidad, con su conciencia y que oiga, serenamente, lo que ésta le dice. Una cosa son los caprichos - que todas y todos los tenemos - y otra la realidad de la exposición que la conciencia nos va presentando. Es cierto que hay quienes no quieren hacer caso de ella y ni siquiera admiten su existencia, pero llegará un momento - especial para cada cual - en que la voz y la fuerza de la conciencia se hace presente a toda persona. Son momentos sumamente importantes para la vida.
Si se quiere saber qué camino se ha de seguir en la vida, cada persona debe cuidar al máximo la formación de su conciencia. Esto hace responsable de sus actos a toda mujer y todo hombre y ha de cuidarse especialmente que esa formación sea plena, sin descartar cualquier cuestión que no nos guste porque exige condiciones en la forma de vida. Toda persona es responsable de sus actos y a su buena ejecutoria tiende la formación de la conciencia en el amor al bien, a la atención a toda necesidad y a desprenderse de cuanto nos impide amar a toda la gente.