Hace unos días China sorprendía al mundo mostrando unas imágenes de la ciudad de Pekín, que es una de las más contaminadas del planeta, con los cielos claros, sin niebla, con gente paseando por sus jardines, sin apenas vehículos por las calles.
Vamos, un lugar de ensueño en los que apetece vivir. La razón no es otra que la reunión que se celebrará allí del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC), y cuyas sesiones se clausuran los próximos lunes y martes con la presencia de líderes mundiales de la envergadura de Barack Obama y Vladímir Putin.
Lo que han hecho para conseguirlo se explica de forma sintética en un magnífico artículo del diario El País de ayer mismo, 8 de noviembre: “…se impuso un sistema de circulación de vehículos en días alternativos según las matrículas, se obligó a las fábricas de Pekín y a las instaladas en 200 kilómetros a la redonda a que detuvieran su actividad, se paralizaron las obras. Y se lanzó un comunicado pidiendo comprensión e invitando a los habitantes de Pekín a ser buenos anfitriones”. Ya se sabe lo que significa “invitar” a algo en una dictadura.
En un artículo anterior sobre la influencia del cambio climático sobre la salud humana, explicaba que se necesita en el mundo un “enfoque climático inteligente”, pues nos enfrentábamos a uno de los retos más complejos de este siglo, aunque desde los organismos internacionales se tiene claro que serán los países en desarrollo los que soportarán la carga principal, que deberán sobrellevar de forma simultánea a sus esfuerzos por superar la pobreza y promover el crecimiento económico.
El informe de 2010 sobre Desarrollo y Cambio Climático del Banco Mundial indica que el aumento futuro de la temperatura proyectado durante los próximos 100 años debido al crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero podría representar un calentamiento del planeta de 5ºC con respecto al periodo preindustrial. Lo más grave es que, según los científicos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, estamos llegando a un punto de no retorno muy peligroso. Algo así como lo que le ocurre al cuerpo humano. Mientras que no se llega a dañar los órganos vitales a consecuencia de los productos que ingerimos, aún es tiempo de mejorar reduciendo su consumo. El problema es cuando enferman de forma irreversible.
Hay estudios que demuestran que la mortalidad en el mundo se está incrementando a consecuencia del impacto medioambiental que causamos con nuestra actividad económica. Y también, que esta influencia se produce en mayor medida en los países desarrollados, añadiendo Rusia y China. Es decir, el impacto que causamos al planeta está provocando una especie de “efecto boomerang”, que está empezando a golpear con fuerza a aquellos países que más contribuyen al mismo. China está a la cabeza de ellos.
Bajo mi punto de vista, lo que ha hecho el Gobierno chino con la ciudad de Pekín ha sido dar toda una lección sobre “cinismo político” al mundo. Parar la contaminación del planeta es posible. Lo que ocurre es que hay que actuar con determinación. En su caso es fácil. Sólo tienen que dar órdenes. En el resto de países es más complicado. Pero es posible.
Como ya he dicho en anteriores ocasiones, es urgente una acción coordinada y global. Además de las importantes y controvertidas decisiones políticas que se deberán tomar, las empresas deben jugar un papel de primer orden. Sus decisiones de inversión. Sus sistemas de gestión responsable y sostenible. El mayor o menor grado de colaboración con los gobiernos y con los organismos internacionales. Conocer su actividad, descubrir nuevos caminos y vías de emprendimiento relacionadas con el cambio climático y el desarrollo sostenible, es uno de los principales objetivos que deberían perseguirse desde todos los ámbitos políticos, sociales, educativos y de investigación. Pero también la sociedad civil. Priorizar estas políticas debe ser una de las principales orientaciones de la planificación económica de los gobiernos responsables, lo cual es incompatible con las políticas restrictivas en educación e investigación. Porque, ya, lo que está en juego no es el mayor o menor crecimiento económico, sino la propia supervivencia humana sobre el planeta. Sin embargo, ¡todavía podemos!. Hagamos que sea una realidad.