Un adelanto extraordinario para la humanidad como las nuevas tecnologías, sin control de leyes es un instrumento nocivo
Desde que los adelantos tecnológicos permitieran la creación y posterior auge de las redes sociales, un extraordinario cauce de comunicación global, los ciudadanos de todas las sociedades libres, y en menor medida, pues la mordaza gubernamental aprieta siempre con implacable voracidad los caminos de la libertad, en regímenes totalitarios como Venezuela, China o Cuba, lamentables paradigmas de ostracismo social y en realidad de todos los campos que marcan el progreso, gozan de un mecanismo que, más allá de suprimir fronteras permiten a los usuarios, con independencia de que en un mismo instante estén frente a la pantalla en una casa de Nueva York, en una biblioteca de Berlín o en un café de Tokio, acceder a un universo infinito que, bien utilizado, constituye acaso una herramienta sin parangón en la tarea y necesidad de saciar el conocimiento humano y en el ánimo constante de la especie por comunicarse.
Tal vez por la bisoñez del mecanismo informático, pues aunque el hecho de que sea ya una realidad incuestionable e imprescindible en los ciudadanos de la mayoría de países, y más allá de la consabida pérdida de educación y valores que marca al humano medio del siglo actual, el utilizamiento de internet en general y de las redes sociales en particular, está derivando en una práctica cada vez más nociva que termina por alimentar una nueva y descomunal plataforma donde mentiras, insultos, amenazas y abusos de toda índole campan a sus anchas sin que ni la propia industria, tampoco los imperios que han impulsado este auge tecnológico, ni desde luego los gobiernos y sus concernientes códigos penales o escoltados a través de acuerdos aprobados mediante consenso global, puedan atajar, pues acaso ni si quiera hayan afrontado la problemática, los citados atropellos.
Abusos de toda condición que afectan, sin distinción de edades, condiciones sociales o nacionalidades, a menores y adultos; europeos o americanos; letrados o mecánicos, expuestos todos ellos a un terrible escaparate donde se exhiben, casi sin control alguno, pederastas, terroristas, maleducados, narcos o gobernantes que, mediante un equipo experto, controlan a aquellos individuos que osan denunciar públicamente la gestión que realizan al frente de la administración pública (o privada) en una práctica ésta propia de regímenes totalitarios pero que también salpica a no pocos territorios encuadrados en países democráticos y por ende regidos bajo constitución abierta.
A través de redes sociales, páginas digitales o blogs de particulares, en las últimas fechas, aunque no obstante ocurre a diario desde el nacimiento de este cauce, calamidad que atañe a todos los países con usuarios libres, he visto morir en infinitas ocasiones, sin que nada ni nadie ponga cortapisas y obre en consecuencia, a la Duquesa de Alba; asesinar a Merkel sin que el pulso del malvado informante temblara cual sicario acostumbrado al gatillo; asolar terrenos por un huracán inexistente, creando el lógico pánico entre las gentes de estos lugares; o mofarse con enorme crueldad de discapacitados, pobres o feos, 'informaciones' y acciones alentadas asimismo por una oleada de comentarios jubilosos de cobardes que, bajo el paraguas de un nombre oculto o falso y con la seguridad que otorga no estar sometido a control alguno, escriben verdaderas sandeces que debieran ser constitutivas de delitos penales y de prisión. E igualmente he tenido conocimiento posterior a través de prensa de cómo bajo el nombre de fenómenos tristemente en auge, véase grooming o bullying, cientos de usuarios son amenazados, abusados y obligados a hacer una u otra acción sintiéndose indefensos y sin tener a quien acudir o siendo conscientes de que, por mucha denuncia que interpongan, sus intenciones apenas contarán con posibilidades de éxito, de que se haga justicia.
Este panorama, donde la libertad de expresión deja de ser un bien preciado y sagrado amén de imprescindible para convertirse en un instrumento dañino que es preciso combatir y atajar con todo el peso de la Justicia y al amparo de la razón y la moralidad, exige a las autoridades competentes y a todos los organismos implicados una tenaz, rápida y eficaz actuación que evite que un progreso magnífico de la humanidad, derive sin remedio en un aparato utilizado para crear terror, divulgar bulos, fomentar incultura y sembrar la semilla del odio y que sea en definitiva un nido donde ratas ocultas salgan desde las cloacas para pasear en busca de migajas y no encuentren más control que el propio.