Las visiones que se tienen, se mantienen y se propician sobre la inmigración en determinados sectores solo sirven para combinar, maliciosamente, este fenómeno con la delincuencia para, por extensión, ayudar a extender los mensajes xenófobos. El miedo al otro, la crisis económica y determinadas conclusiones genéricas sin fundamento, suponen las guindas para que, al final, exista una corriente de pensamiento y opinión bastante asentada que se sustenta única y exclusivamente en el odio al inmigrante porque éste genera un problema.
Así nos topamos con personas que son auténticos especialistas en seleccionar casos concretos, marcados por la delincuencia, para hacerlos extensivos a todos los inmigrantes. Si hay un grupo de subsaharianos que salta la valla y arremete con palos y piedras contra la Benemérita, se difundirá la idea de que la población migratoria viene, más o menos, a provocar una guerra civil. Si se desarticula una organización de tráfico de hachís liderada por algunos inmigrantes, se extenderá esa concepción de banda a todos los sin papeles que llegan a nuestra ciudad. Claro, el efecto es rápido y evidente: cuando sufrimos momentos de impacto negativos, tendemos a pensar negativamente de todo y de todos. Del pensamiento al linchamiento va un paso.
De un tiempo a esta parte hay un interés notable por difundir una visión negativa de la inmigración, hasta el punto de toparte con personas cuyo modo de pensar y razonar roza lo delictivo, erigiéndose en un auténtico problema social. Germinal Castillo, genial colaborador de esta casa, ya apuntó en una de sus colaboraciones sobre el peligro de este tipo de pensamientos y radicalismos. Recomiendo su lectura buceando en su blog de nuestra web.
Encerrados en esa visión radical, quienes la promueven tienden a evitar reflexiones que deben tener su hueco en los medios de comunicación. Es decir, si hablamos de lo malos que son algunos de los inmigrantes que entran atacando a las fuerzas de seguridad, también deberíamos contar la de mujeres que, una vez en Ceuta, arrastran hijos o embarazos de violaciones o una vida entregada a abusos de todo tipo; la de jóvenes que han escapado de batidas con perros, palos y armas o la de aquellos que son objeto de todo tipo de ataques perfectamente financiados por Europa para garantizar el blindaje. Eso forma parte también de la historia, y no hay que obviarlo porque si no nos convertiríamos en un altavoz sesgado de lo que sucede en nuestra s propias fronteras.
Pero ese discurso no interesa ni nunca interesará a los que razonan vía selección y luego atacan a los demás de ser unos vendidos o unos ‘amigos de los inmigrantes’ en tono despectivo. Cuídense de los pensamientos reduccionistas, que ya la historia nos ha dado buenos ejemplos de a dónde conducen.