Yseguimos. Y esto no cambia. Hemos perdido el norte en la frontera. La tensión acumulada puede originar en cualquier momento una desgracia. No es alarmismo, es la definición de la pura realidad que se sucede a diario en esta zona y que cada vez acumula un mayor grado de desesperación entre todas las partes presentes. Los porteadores necesitan ganarse la vida para poder comer y no entienden de criterios cambiantes como los que se producen a diario en el paso. Todo depende de la suerte, unos días les dejan pasar, otros no. Unos días tienen los problemas en el control español, otros en el marroquí. Así a diario, con las mismas incidencias. Las fuerzas de seguridad tampoco pueden más. Están controlando un nuevo frente que está absorbiendo a todos los efectivos, con lo que evidentemente otras áreas de la ciudad necesitadas de un férreo control tienen que estar sufriendo esta merma. Pero ya no solo eso. Los agentes de las distintas fuerzas de seguridad que están allí desplegadas se ven obligados a ejercer un tipo de función no deseada, porque nadie entiende el caos que allí se está originando. Los porteadores quieren pasar a toda costa, mientras que a los policías o guardias se les ordena impedirlo, así que su función se orienta a vetar que el que pasa hambre pueda conseguir llevarse a casa unos euros. Esa tensión acumulada está derivando en picos graves, mientras la efectividad de las soluciones queda en el aire.
Las fotografías que llevamos semanas publicando no deberían dejar insensible a nadie. Hombres y mujeres que ya no tienen paso y que se ven obligados a andar por el mismo carril por el que circulan los vehículos. Una temeridad detrás de otra, plasmada en fotos hirientes pero que no consiguen la adopción de medidas que terminen con el problema.
Ante todo esto los políticos no consiguen acertar con el pronóstico. Se han convertido en nefastos médicos, incapaces de sentarse a la mesa para saber la medicina idónea. No se entiende, pero es así. Quienes a diario ven lo que está pasando notan como la tensión se acumula y los problemas crecen y no paran. Las advertencias caen en saco roto entre quienes las consideran alarmismo barato. Las mentiras asoman entre quienes quieren vender como un éxito el que estos días no se hubieran producido colas ni retenciones, obviando el festivo del Mawlid. Saben que no es así.
En esta historia no se trata de buscar culpables. Lo cómodo es llevar a los elegidos a la hoguera... algo que saciaría nuestra carga más sentimental pero no serviría para solucionar el problema. Y ante el de marras se echa en falta la unión de todos los que deben estar implicados para eliminar una problemática que se está convirtiendo en normal.
Se está jugando con fuego, con gente hambrienta, con agentes que no pueden más. Un cóctel molotov muy caro.