La mente del ser humano es sumamente ágil y hasta inquieta. Incluso en las personas más centradas en sus cometidos y de carácter frío, capaces de no dejarse impresionar por cualquier cosa, aunque ésta sea muy atractiva e importante. Tanto la mujer como el hombre somos seres inquietos y que, además, nos gustan las novedades así como los recuerdos, tanto los tristes como los alegres. Nuestra mente y nuestro corazón tienen cabida infinita y, además, son capaces de urdir una determinada progresión de sus recuerdos según sea su ánimo en cada momento.
A veces un detalle de poca monta es capaz de mantenerse permanentemente en la recámara de los recuerdos y pasar a la actividad en una dirección determinada, de las infinitas que hay en el arco de la imaginación. Lo que verdaderamente importa es poder ser capaces de encauzar esos recuerdos y esa imaginación hacia algo que sea verdaderamente útil, tanto para una o uno mismo como para los demás, quizás para la familia o para círculos más amplios, llegando hasta los confines de la sociedad mundial. ¡Claro que nos interesa mucho lo que ocurre en nuestra propia familia!; que si una nieta está esperando su segunda criatura, que aquél otro está trabajando en un puesto importante de un país en el que el idioma es sumamente difícil, o los que están en el hemisferio sur llevando adelante trabajos importantes y tratando de cuajar la educación de sus hijos, pero no es esto sólo con ser mucho y hasta mayor la lista de los nietos y nietas, sino que el campo por el que circulan los pensamientos es mucho más amplio y variado.
Nuestra mente y nuestro corazón están siempre dispuestos a salir al encuentro de la gente que sufre - quizás hasta uno mismo - y que necesita comprensión y ayuda de otras personas, de unas a las que conoce y de otras que ni siquiera sabe quienes son pero en su pensamiento a imaginado que alguien debe llegar a ellos para aportarles algo de lo que necesitan. No es sólo necesidad material, que la hay y es bastante extensa y profunda, sino otra clase de necesidad que a veces puede ser una palabra amable, una mirada llena de cariño, una ligera caricia. La imaginación del ser humano sabe encontrar, en cada caso, la correspondencia a esos detalles, desarrollando una cascada inmensa de buenos sentimientos.
Esas miradas no pocas veces son para uno mismo, para el interior de su alma, y se establece un diálogo muy personal, en el que suele haber más preguntas, generalmente bastante profundas, que no un simple repaso de sucesos más o menos divertidos o, por lo contrario, dolorosos y con huella muy profunda. El ser humano, en esos casos, de mirada honda a la propia vida -la ya pasada y la por venir- es al mismo tiempo juez y parte y no puede, aunque lo intente, engañarse a sí mismo. Siempre quedará en su alma una sensación de malestar consigo mismo porque, tal vez, no fue lo bastante sincero Tus pensamientos, como los de cualquier mujer u hombre, son infinitos; desde pequeñas cosas hasta lo que verdaderamente es importante en la vida del ser humano. El Amor a la Verdad.
Hemos comenzado a vivir un nuevo año y es momento de tender la vista y el alma hacia el porvenir. Seguramente cada persona pensará unas cosas distintas a las que están en la mente de otras, pero a todos y a todas se nos plantea - de nuevo - la misma pregunta: ¿qué haré a lo largo del tiempo que tengo por delante y que no sé cuanto es?