Hace 15 años que las costas ceutíes fueron escenario del naufragio que mayor número de víctimas ha provocado. Fueron siete los marroquíes cuyos cadáveres fueron recuperados en la playa de San Amaro, muy cerca de la base que tienen los GEAS. Fue una jornada dramática, aquella y las que le siguieron. Ceuta ocupó portada en los telediarios, al igual que, con posterioridad, ha seguido ocurriendo con más siniestros de este tipo, en los que siempre hay un denominador común: la muerte de inmigrantes.
Esos siete jóvenes fueron enterrados en Sidi Embarek. Sus nombres e historias básicas están guardadas en el cementerio, sus tumbas aparecen unidas integrando una imagen que es el vivo recuerdo de ese drama migratorio con el que ninguna potencia ha podido terminar.
Hoy hemos decidido recordar aquel episodio. Lo hemos hecho por convicción, a sabiendas de que en esta tierra las autoridades nunca han visto oportuno rendir homenaje a la figura del inmigrante. Ya ven, hasta Vivas sopesa la posibilidad de ponerle una calle a Nelson Mandela (vale) pero en cambio nunca se le ha ocurrido organizar el merecido homenaje-recuerdo a quienes son hombres y mujeres como nosotros, que han intentado una vida mejor pero que la han perdido en nuestras costas.
En esta tierra, en nuestros cementerios, hay enterrados hombres, mujeres y niños que fueron recuperados ya cadáveres por la Guardia Civil. Algunos llegaron a ser identificados, otros nunca. Pero todos ellos convierten en esta ciudad en algo distinto, en un punto que es testigo de cuantiosas tragedias y de una mantenida incomprensión.
Hace 15 años que Ceuta vivió una jornada negra, que siete familias perdieron a sus hijos cuando marchaban para buscar un futuro con el que sacarlas adelante. No lo consiguieron. Una, que es madre, lamenta que esos hijos nunca hayan podido llamar a sus familias directas, nunca hayan podido comunicar cuál fue su verdadera tragedia.
Ceuta tiene esa deuda pendiente con todos esos anónimos que han marcado la intrahistoria y que no son más que el ejemplo de lo que pudiéramos haber sido nosotros mismos de no haber nacido en este país y en estas circunstancias.
No olvidemos esto nunca, porque no olvidarlo nos hará ser más grandes. Quienes nos mandan solo actúan con los inmigrantes a golpe de impacto, nunca van más allá, ni se interesan en saber quién es quién en todas estas historias. Tal es la inhumana concepción que los domina que son incapaces de dedicar ni un solo rincón al inmigrante con la dignidad que se merece. Tiempo habrá... o no. Solo queda esperar y no olvidar. Jamás.