El Gobierno de la Ciudad, exhibiendo su hilarante ranciedad, nos ha brindado otra de esas estampas que llevan a cualquier persona sensata al borde de la depresión. Se personaron ufanados y pletóricos de solemnidad en la inauguración de un establecimiento comercial. Sólo faltó el obispo. Nadie puede explicar racionalmente el motivo de aquella patética presencia. Y la única razón posible es, o debería ser, inconfesable. El PP tiene en tan baja estima a los ceutíes que está convencido de que puede cautivar su voluntad utilizando los trucos más simples. Lo que en realidad perseguían era atribuirse un mérito absolutamente inexistente. Es justo reconocer que en estas lides del engaño se mueven francamente bien. Aunque también es verdad que los ciudadanos ponen bastante de su parte.
Si esta fuera una Ciudad normal, las condiciones en que se ha llevado a cabo la agitada apertura de esta tienda, produciría un fatigoso bochorno; a partir del que sería inevitable una reflexión seria sobre la forma que tenemos de abordar los problemas.
Esta implantación de una multinacional muy prestigiosa, en su versión más modesta, es en realidad un sucedáneo de las acciones previstas en una de las líneas maestras del Plan Estratégico. Conviene recordar que el objetivo es crear una estructura potente y atractiva de comercio-ocio, sustentada en marcas internacionalmente reconocidas, que permita captar, de manera estable, a la emergente clase media marroquí, cada vez más voluminosa y con mayor poder adquisitivo. Esta operación debe fraguar antes de que el nivel de desarrollo del norte de Marruecos lo convierta en un lugar más apetecible para la localización directa (se puede calcular entre diez y quince años). Lo que ha sucedido es sustancialmente diferente.
El comercio se ha instalado sobre una concesión administrativa en el recinto portuario. Aquella zona está fuera de ordenación urbanística, y las autorizaciones (provisionales) se conceden para “atender el tráfico portuario”. Es preciso retorcer mucho la norma para encontrar alguna vinculación entre el atraque de los barcos y una tienda de material deportivo. Legalidad más que dudosa. Pero es que ni siquiera es titular de la concesión. Ha sido alquilada mediante una figura denominada “cesión de uso” que requiere una justificación de excepcionalidad inapreciable en esta caso. Danzando con el fraude de ley. La nave es colindante con una central térmica altamente contaminante. Legalidad ausente. Este cúmulo de irregularidades jaleadas por las autoridades, permite abrir un punto de venta sin inversión (irrisoria) y sin compromiso (temporal), y de una creación de empleo muy exigua.
El modelo es idéntico al ya utilizado por otra multinacional dedicada al bricolaje. De este modo, por la vía de los hechos consumados, se está construyendo un importante foco de atracción comercial en una zona concebida para otra cosa radicalmente distinta, y por tanto, al margen de la ley. Ya se sabe el conocido teorema del “peso ponderado de la ley” de rigurosa aplicación en Ceuta: “el peso de la ley es inversamente proporcional a la posición social del afectado”.
El desarrollo económico tiene una dinámica propia que es muy difícil encorsetar administrativamente. Es más lógico (y útil) adaptar la política y sus decisiones a la realidad impuesta por los agentes económicos. Parece obvio que el Puerto, en aquella parte, ha dejado de ser puerto y se ha convertido en un espacio urbano en toda regla de indiscutible importancia económica. El sentido común dicta que, de manera urgente, se racionalice cuanto allí está ocurriendo transformando lo que ya no es puerto (de hecho) en Ciudad. No es complicado. El Ministerio de Fomento debe desafectar la propiedad y cederla a la Ciudad con las condiciones inherentes a esta actuación; y a continuación, regularizar urbanísticamente aquel espacio convirtiéndolo en una zona de uso residencial (construyendo viviendas, se calculan en torno a quinientas), y de uso terciario en la que, siguiendo las reglas del mercado, los empresarios lleven a efecto sus inversiones y exploten sus negocios.
Es decir, hacer las cosas con normalidad y cumpliendo las leyes como en cualquier ciudad española. Esta iniciativa fue presentada al Pleno de la Asamblea por el grupo Caballas, y aprobada por unanimidad en octubre de dos mil doce. ¿Se ha hecho algo al respecto? Ha acertado usted: absolutamente nada. La enfermiza miopía que ha castrado consuetudinariamente a nuestra clase dirigente, volverá a pasarnos factura. Siempre prevalece el engaño y la inmediatez (inaugurar una caricatura), sobre el trabajo y el compromiso (propiciar inversiones solventes de futuro).