Cuando nos topamos con alguien que acaba de regresar de vacaciones, nos toca eso de escuchar sus visitas, siempre gloriosas, a los parques de esos puntos que terminan siendo ‘lo más de lo más’. “Había unos árboles... y unos animales más bonitos... y unos parajes”... es como si cruzando el Estrecho, nos soltaran como cachorrillos salvajes y nos quedáramos cual niños chicos viendo lo que hay allá que no tenemos aquí. Eso nos pasa a todos. Pero no es que en este lado del Estrecho no tengamos nada, es que lo que tenemos no sabemos ni cuidarlo ni potenciarlo como se debe. El parque de San Amaro es todo un lujo. La Ciudad comenzó a habilitar unos senderos que, para quien quiera descubrirlos, son magníficos. Pero, como siempre pasa en este pueblo, las actuaciones quedaron abandonadas. Las obras se quedaron a medio camino y la Ciudad fue incapaz de aplicar una mínima organización con los trabajadores que allí tiene, hasta el punto de que prefiere tener a grupos sentados, de cháchara en las esquinas o buscando la sombra pasando las horas, que distribuirlos por los distintos puntos del Parque para, bien documentados, informar a las familias que se aventuran a descubrir los caminos.
La forma particular de inversión se centró en querer transformar el Parque en una burda copia de la plaza de los Reyes, algo que está muy bien para sacarse fotos al lado de la fuente iluminada, pero que no es efectivo para un rincón natural que, como tal, debía explotarse para que los ceutíes nos encontráramos en Ceuta con la misma joya que admiramos al cruzar el Estrecho. Animales bien cuidados, por ejemplo. Y me da igual que nos vendan los informes de que tienen a los ciervos, monos y pájaros como si fueran marqueses. Los que acostumbramos a ir al Parque vemos otra realidad: cervatillos que mueren sin que nadie se dé cuenta u otros que son robados y su desaparición se descubre días después tras mentiras injustificadas. O monos a los que da lástima mirar tras el cristal y un reducido lugar de juegos, arrinconado por una estética que choca con la naturaleza. ¿Que no podemos tener un San Amaro con la misma elegancia que cualquier parque peninsular? Claro que sí, solo hay que tener un proyecto, creer en una alternativa y tener ese corazón de Ceuta cuidado como se debe, sin que sus rincones sean ocupados por jóvenes porretas ni sus servicios se conviertan en zona de aseo particular para quienes dan rienda suelta a su negocio en la parada de autobús.
Con ganas e ilusión se consigue todo, pero hay que creer en ello. En San Amaro, por mucha visita pública bien publicitada, no se cree, simplemente se le tiene ahí, como una zona que fue lo que fue para antiguas generaciones e intenta sobrevivir para las actuales.