El fatal accidente ocurrido el pasado sábado en Miramar, que terminó con la muerte de una niña, ha reabierto el debate sobre la circulación en Ceuta. Creo que todos estaremos de acuerdo en lo mal que se conduce en esta ciudad, las velocidades incomprensibles que todos vemos, el incumplimiento de las señales o el nulo respeto a los pasos de cebra. Lo que ha sucedido en Miramar puede ocurrir en cualquier otro punto. Sin ir más lejos, el tramo San Amaro-Santa Catalina se ha convertido en un circuito elegido por jóvenes que hacen allí sus carreras. El propio presidente de la Ciudad ha sido testigo de esto, porque menuda cara puso un sábado cuando daba su vueltecita al Hacho y un coche a toda velocidad le dio los buenos días. El Recinto es otro punto negro, donde las carreras se suceden sin tener en cuenta a la chiquillería que frecuenta la zona. La bajada de San Antonio... todos los vecinos sabemos las prisas de los militares y tenemos que lidiar con sus salidas del cuartel. Y la frontera... el mismo domingo, 24 horas después de la muerte de Jennifer, se sucedían adelantamientos imprudentes, incumpliendo el límite de velocidad.
Ante estas situaciones de inseguridad colectiva las autoridades ponen en marcha la máquina de la represión mal entendida. Esta no es otra que poner a trabajar a sus agentes para multar lo que interesa y satisfacer las arcas recaudatorias. Los controles de tráfico deben tener como finalidad mejorar la seguridad vial, erradicar comportamientos que pongan en peligro nuestra seguridad... pero resulta que no están sirviendo para esto. Más parece que estamos asistiendo a continuas cazas de brujas de agentes que terminan siendo famosos en la ciudad por buscarte la vuelta para multarte. ¿Esos controles ayudan a mejorar la seguridad?, ¿a qué se orientan, a llenar las arcas o a evitar que tramos como los que he citado sigan existiendo?
Ni la muerte de una niña evitaba, solo horas después, que casi atropellaran a otra vecina de Miramar. Hoy, cuando la pequeña ya está enterrada, siguen produciéndose situaciones de riesgo y caben momentos comprometidos en cualquiera de las carreteras.
La misión de la clase política es enfocar las inversiones hacia la garantía de una mejor seguridad, algo que no se ha hecho en Ceuta. Aquí, somos tan chulos, que hasta nos hemos inventado señales de tráfico que ni siquiera están reguladas por Tráfico. Una gilipollez que sirve para tapar los auténticos males que persisten. Será mucho pedir que lleguen cambios...