Hay determinados temas que nunca deben ser pasados por alto. En torno a ellos no valen medias tintas, ni tampoco actitudes permisivas, ni tan siquiera echar mano de lo políticamente correcto. El que hace maldades no tiene más que un nombre, aunque en esta ciudad nos guste demasiado buscar edulcorantes para tapar las cosas que suceden a nuestro alrededor.
En los últimos meses se están desencadenando una serie de acontecimientos que no deben ser pasados por alto. Son declaraciones aisladas, matices, comportamientos que tienen un nexo en común: la tensión social. Quizá sea porque durante muchos años hemos disfrazado los problemas con el cobarde velo de lo políticamente correcto. En vez de solventarlos, los tapábamos y así hoy se produce el enfrentamiento y la amenaza sustituye al diálogo. Les hablo de la manida convivencia, la coexistencia más o menos difuminada que ahora se nos atraganta. Hablar y debatir sin mentiras ni búsqueda de votos es lo suyo, pero incongruentemente no se está haciendo. Esto nos lleva a leer, oir y ver declaraciones de unos y otros cargadas de reproches que no llevan a ninguna parte. A mí me preocupa estar al lado de una madre que espera confiada que sus hijos crezcan para mandarlos a estudiar fuera, buscando incluso que luego no regresen a su ciudad natal. O lamento tener que publicar cartas tan certeras como penosas en las que se expone el actual estado de nuestra sociedad.
Las autoridades deberían estar preocupadas por lo sucedido y a esa preocupación debería seguirle una acción urgente, en donde las tensiones se suavicen y en donde el enfrentamiento, los complejos y el rencor vayan desapareciendo. Porque hoy es lo que existe, estamos ante una Ceuta en donde se va perdiendo lo que hubo de hermanamiento para mostrar posturas acomplejadas que nada bueno pueden traer.