Es mucho el sufrimiento que podría evitarse si las empresas invirtieran más en medidas preventivas de la siniestralidad laboral. A raíz del terrible accidente ocurrido en una fábrica de ropa de Bangladesh el pasado 24 de abril, que costó la vida a 1.127 personas e hirió a otras 2.500 más, se han multiplicado las iniciativas para forzar a las grandes marcas de ropa a adoptar códigos éticos de conducta. Como se decía en algún artículo, “cuando compramos tres pares de calcetines a 1 euro, dos pantalones a 20 euros, una camisa a 10 euros y unos zapatos a 25 euros, es evidente que no ha sido producido por trabajadores europeos…”. Es la otra cara de la globalización, ante la que las normas internacionales y los estándares obligatorios de Responsabilidad Social Corporativa a las compañías multinacionales tienen mucho que decir.
En un estudio realizado sobre las muertes por accidentes laborales en España en el periodo de 1999 a 2007, que coincide con el de mayor actividad económica de los últimos años, y que hemos presentado esta semana en un Congreso de Economía y Derecho celebrado en Granada, estimamos que el daño moral ocasionado por esta lacra ascendía a 3,2 millones de euros. A pesar de la reducción en el número de accidentes de trabajo mortales en ese período, las cifras son todavía dramáticas y el valor del daño moral asociado a estas muertes es considerable (en torno a 300 millones de euros por año). En el periodo estudiado, el empleo en España experimentó un notable incremento, pasando de 16,3 millones de ocupados en 1999 a 21,6 millones en 2007. Sin embargo, la mejora de las medidas adoptadas en materia de prevención de riesgos laborales permitió la reducción del número de accidentes mortales y el valor del daño moral asociado a los mismos.
A pesar de lo anterior, los informes publicados por la OIT nos indican que el número total de accidentes mortales en el trabajo estaba disminuyendo desde el año 2011, a consecuencia de la mayor comprensión de la necesidad de prevenir los accidentes y las deficiencias en la salud del trabajo por parte de los países y la mayor toma de conciencia de los efectos negativos que sobre la productividad, el empleo y la economía en general, causan estas condiciones inseguras e insalubres. Aunque también reconocen que la recesión económica mundial puede haber tenido un impacto significativo y negativo en los progresos alcanzados. No obstante, como ya se informaba en otra ocasión, en el último informe elaborado por el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de Comisiones Obreras, se destaca que “la reforma laboral y los recortes están provocando la desaparición de la prevención de riesgos laborales en las administraciones públicas y empresas privadas”. De hecho, los accidentes mortales se incrementaron un 10,8% en los primeros meses de este año.
Efectivamente, tras actualizar datos de las series de accidentes laborales e incluir los ocasionados durante la crisis económica en España, hemos podido comprobar que, si bien desde el año 2.000 la evolución del índice de siniestralidad laboral había seguido una tendencia descendente, y que a partir de 2004 esta tendencia a la baja se daba de forma simultánea a un incremento persistente del PIB, lo cual indicaba una clara mejora en las medidas preventivas adoptadas por las empresas, con el comienzo de la crisis económica este descenso de la siniestralidad se hace más acusado, pero se produce junto a un descenso importante del PIB y un incremento notable del desempleo. Y esto lo que nos estaría señalando claramente sería que esta disminución de la siniestralidad no se debe al incremento de las medidas preventivas, cuyo gasto ha disminuido, sino al descenso general de la actividad en la economía.
La pregunta obligada que hemos de hacernos es si cuando nuestra actividad económica comience a crecer, también lo hará el gasto en prevención o, por el contrario, se mantendrá en unos niveles inferiores a los que en años pasados nos había permitido situarnos en unos índices de siniestralidad más que aceptables, en comparación con los países de nuestro entorno. Si fuera así, habríamos dilapidado gran parte de nuestra cultura preventiva, construida a base de mucho esfuerzo, consenso y diálogo.