En la pasada semana, los medios informativos locales destacaron de modo unánime la cifra de desempleados que, según la Encuesta de Población Activa (EPA) referida al primer trimestre de 2013, ha publicado el Instituto Nacional de Estadística (INE), resaltando que Ceuta, con una tasa de paro que supera el 38 por ciento de las 36.400 personas que integran nuestra población activa (22.400 ocupadas y 14.000 sin trabajo), se sitúa en un indeseable primer puesto entre las autonomías del Estado, cuyo índice medio de paro es del 27 por ciento. Claro que, si se mira por provincias, las hay bien próximas, como Huelva y Jaén, que superan la barrera del 40 por ciento. Sin embargo, algo extraño sucede con la citada EPA, cuando viene a decirnos a la vez que Ceuta es, y muy destacada, la primera autonomía en creación de empleo, con un incremento del 8,09 sobre el trimestre anterior (1.600 colocados más, lo que –curiosamente– no ha merecido ni un solo titular en ningún medio informativo ceutí), siendo la segunda, tras Baleares, con el 0,05 por ciento positivo, en cuanto a la diferencia anual, mientras las demás arrojan cifras negativas.
Haciendo abstracción del hecho de que el propio INE nos advierte sobre la imprecisión de sus datos cuando son menos de 5.000 las encuestas realizadas –y es obvio que aquí se harán bastante pocas– de las cifras de la EPA resulta que en Ceuta se han producido nada menos que 3.600 incorporaciones al mercado de trabajo (de 20.800 a 22.400 ocupados y de 12.400 a 14.000 parados). El índice nacional correspondiente arroja una disminución del 1,02 por ciento, mientras que el ceutí supone un elevado crecimiento, en torno al 4 por ciento de su población total, lo que a nivel nacional equivaldría a que durante un solo año la población activa creciera en 1.175.000 personas ¿Cómo puede ser posible tan abismal diferencia? Ni contando que, con Melilla, tenemos los índices de natalidad más altos de España, se llega a ese supuesto incremento de nuestra población activa, máxime cuando, según se ha publicado, nuestro padrón de habitantes disminuyó, aunque muy ligeramente, en el año 2012.
Causas del paro local
De cualquier modo, aunque sea de modo sucinto, parece oportuno analizar la serie de causas que vienen influyendo tan negativamente en el desempleo local, con las lamentables consecuencias que comporta un drama de tal magnitud para quienes, de verdad, lo padecen.
Carencia de riqueza natural
Ceuta carece de riqueza natural propia. Aquí no hay ni agricultura ni minería. La pesca, que fue en su día una actividad muy productiva y, además, impulsora de la creación de hasta diez fábricas de conservas, sufrió un terrible bajón tras la independencia de Marruecos, y en la actualidad está reducida al mínimo, perjudicada además por la competencia del pescado que llega desde el vecino país. Queda el puerto, situado en la Calle Real del mundo, cuya actividad como suministrador de combustible se vio sensiblemente mermada tras el ingreso de España en la Unión Europea, en la cual la exención tributaria de que gozaba Ceuta como Territorio Franco se extiende a todos sus puertos. Aunque ahora parece haber un repunte en este renglón, pérdidas como las de la factoría de Ybarrola han influido en una menor demanda de puestos de trabajo. No debe olvidarse que hubo hasta tres remolcadores y tres barcazas de suministro con base en este puerto, amén de numerosas empresas abastecedoras de productos a los buques que han desaparecido.
El REF y el comercio
Con la loable finalidad de crear las bases necesarias para el fomento y el arraigo de población hispana, se regularon las exenciones y bonificaciones tributarias que constituyen el especial régimen económico y fiscal (REF) de la ciudad. Desde mediados del siglo XIX, todo el territorio de Ceuta disfruta de franquicia aduanera. Esta cualidad le valió, durante una época dorada en la segunda mitad del siglo XX que duró aproximadamente veinticinco años, para que millones de compradores –los llamados “paraguayos”– llegaran a nuestra ciudad atraídos por la favorable diferencia de precios que mantenían los establecimientos ceutíes respecto a los de la Península. Como en el caso del puerto, la entrada en la UE, con su supresión de los derechos aduaneros internos, implicó un notable descenso de lo que se llamó “el boom del bazar”, agravado posteriormente por la globalización del comercio mundial. Queda el llamado “comercio atípico transfronterizo”, todavía rentable, aunque amenazado por los acuerdos entre la UE y Marruecos.
Hoy, los beneficios del REF resultan insuficientes para atraer visitantes peninsulaes e inversores, y de ahí que el Gobierno de la Ciudad, junto con el melillense, esté tratando de conseguir una versión más adecuada a los fines por los que se creó. El paso de solicitar el ingreso en la zona arancelaria común, dejando atrás nuestra tradicional franquicia aduanera, así como las gestiones para definir de modo favorable el problema del “ciclo comercial completo” demuestran la necesidad de perfeccionar el REF.
La industria
Tuvo también su época de auge. Las diez conserveras antes mencionadas, fábricas de confecciones, de guano, de cerveza, de hielo, de harina y algunas otras más dieron trabajo a muchas personas. Todo ello se ha perdido. Es más, dentro del régimen pactado con la UE, que mantenía una serie de beneficios fiscales para Ceuta, entre ellos el de seguir siendo Territorio Franco, se han venido abajo las posibilidades despertadas por las favorables “reglas de origen” aplicables a productos aquí elaborados para su entrada en el área aduanera de la UE. Una labor de zapa llevada a cabo particularmente por funcionarios tanto nacionales como europeos, azuzada además por grupos de presión, dio al traste con esa actividad, que empezaba a crear bastantes empleos. Ahí –entre otros–está el caso de la empresa Alice, cansada de luchar contra la incomprensión. La sentencia dictada por un Tribunal de la UE, anulando las trabas creadas para combatir nuestras reglas de origen, llegó tarde, cuando ya se habían desanimado los emprendedores que pensaron instalar fábricas en nuestra ciudad.
El Ejército
Por otra parte, una de las fuentes de riqueza que Ceuta vino manteniendo durante siglos fue su guarnición. Miles de soldados y de Jefes, Oficiales y Suboficiales con sus familias, permanecían en esta ciudad, e incluso en bastantes casos se arraigaban en ella.
Hoy, las sucesivas reducciones llevadas a cabo en los Ejércitos han reducido en forma bien sensible la guarnición ceutí y, por añadidura, se repite el caso –antes infrecuente– de que muchos militares con graduación destinados aquí, vienen solos, dejando su familia en la Península, algo que sucede también respecto de otros funcionarios. En definitiva, el efecto creador de riqueza derivado de este renglón se ha visto disminuido de modo muy notable.
Administraciones Públicas El personal dependiente de las Administraciones Públicas (Estado y Ciudad), predominante dentro del sector servicios, que es, con mucho, el que mayor número de empleos cubre en Ceuta, se ha convertido en esencial para la vida económica local, hasta el punto de que la no cobertura de puestos interinos en la administración y la supresión de la paga extra de Navidad han repercutido en esta ciudad en proporción muy superior a la del resto de España.
Superpoblación
Puestas así las cosas, lo sorprendente es que en Ceuta haya 22.400 personas ocupadas y, encima, 14.000 en paro, según los datos de la EPA. Pero es que, a pesar de haber perdido importantes ventajas competitivas, con los consiguientes declives económico y laboral que ello conlleva, y a pesar también de la reducción poblacional derivada del sensible descenso de su guarnición, el número de habitantes de esta ciudad ha ido creciendo de modo exponencial. Cuando nací, en 1934, Ceuta tenía 55.000 habitantes, entre ellos cerca de 2.000 de origen magrebí (algo menos de un 4 por ciento). Ahora alcanza los 84.000, y los del citado origen pasan del 43 por ciento. En algo menos de 80 años, dicho sector poblacional se ha multiplicado por 18, mientras que la de los demás sectores ha descendido en torno a 10.000 (reducción del Ejército y movimiento migratorio hacia la Península).
Lo anteriormente expuesto sería imposible si no se hubiese producido una auténtica invasión desde el vecino país, como demuestra el hecho de que, durante el mismo periodo, la población de Marruecos, incluyendo en ella el millón y pico de personas de dicha nacionalidad que han emigrado, se multiplicó solamente por 5 (7.000.000 en 1936 –primer censo realizado– y unos 35.000.000 en la actualidad). Cinco veces, y no dieciocho.
Conste que quienes optaron por pasar a Ceuta no son culpables de nada. La responsabilidad, en todo caso, debería recaer en aquellos que, por desidia, por desconocimiento o preconcebidamente, permitieron que entraran y que se asentasen aquí. Hoy, los que vinieron por este camino y sus descendientes gozan de la nacionalidad española. Han llegado buscando los beneficios de un país occidental: un trabajo decentemente remunerado, una sanidad y una educación gratuitas, unas políticas sociales avanzadas, un mayor bienestar. Pero la economía de Ceuta no está capacitada, y menos en la actualidad, para poder absorber tanto incremento demográfico y de población, tanta posible mano de obra, tanta demanda de trabajo, a lo que se une la falta de una adecuada formación. De ahí los paliativos que suponen los Planes de Empleo, aunque sean insuficientes para cubrir las necesidades existentes.
Reflexión final
Ceuta está superpoblada, y su debilitado tejido laboral carece hoy en absoluto de posibilidades para crear los puestos de trabajo que se necesitarían para reducir de modo sensible su índice de paro. Quizás con una buena modificación del REF, con una definición más adecuada para el tema del ciclo comercial, con un apoyo al turismo –que nunca será la panacea–, con un nuevo impulso a las reglas de origen y con una intensa campaña de difusión de los beneficios fiscales, económicos y laborales –mantenimiento y ampliación a otros supuestos del 50 por ciento de rebaja en las cotizaciones a la Seguridad Social– y con un cambio de criterio entre los funcionarios que miran con recelo cualquier expediente que les llega desde aquí, podría lograrse invertir el signo de nuestro mercado de trabajo.
Por su parte, el Estado, ahora tan afectado por la crisis, debería reflexionar sobre el tema, cubrir vacantes y, sobre todo, crear instituciones –Academias, base de la Armada– y reforzar de nuevo, en lo posible, la guarnición. La administración autonómica local, que ha seguido hasta ahora una decidida política de mantenimiento de sus puestos de trabajo, debe seguir influyendo ante el Estado para conseguir su constante apoyo. Si no es así, el problema del desempleo no solamente no se resolverá, sino que, por desgracia, tenderá a crecer.
“La gente está inquieta y enfadada”
La cifra de más de 6.200.000 parados que arroja la EPA correspondiente al pasado trimestre ha provocado una gran alarma en la opinión pública. Los distintos medios informativos están concediendo un espacio preferente a los comentarios sobre la cuestión, influidos además por las negativas previsiones anunciadas en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. No debe extrañar tanta repercusión, porque se está tratando de algo que supone un auténtico drama para muchísimas familias, de las cuales ya son cerca de dos millones las que, según indica la EPA, carecen de cualquier tipo de ingresos. La gente está inquieta, enfadada. Los políticos y los bancos se convierten en cabezas de turco para descargar sobre ellos la culpa de la actual situación de crisis. Y es precisamente en estas fechas, por azares de calendario, cuando las entidades bancarias están pregonando a los cuatro vientos los beneficios obtenidos en el mismo trimestre a que se refiere la EPA. Se habla de más de mil millones de Euros, en algunos casos, y de bastantes cientos, en los de casi todos los demás. Tratan de demostrar su solvencia y de tranquilizar a sus accionistas, lo que es elemental y lógico, pero no parecen haber pensado en la inoportunidad del momento ni en la negativa reacción que provocan entre la ciudadanía de a pie.