El pasado mes de noviembre se publicaba en este medio un artículo titulado ‘El Constitucional no va a misa’. El articulista opinaba que el Tribunal Constitucional hacía una peregrina interpretación del artículo 32.1 de la Constitución. Me sorprendía viniendo de un jurista y diputado de reconocido prestigio como el Sr. Francisco Olivencia, pero mucho más, cuando calificaba la opinión de tres magistrados como de loables excepciones. Loables excepciones de la minoría del Tribunal Constitucional y desafortunadas opiniones de la mayoría. Todo es cuestión de opiniones, pero en todo caso, son las opiniones respetables de la minoría.
En su sentir intentaba aclarar que no atacaba en modo alguno el hecho de que dos personas del mismo sexo pudieran unirse, ni que dicha unión no tuviera los mismos efectos jurídicos que el matrimonio tradicional entre un hombre y una mujer, pero sí que el término “matrimonio” sólo pudiera definir la unión de dos personas de distintos sexos. Esa misma premisa es una oposición a la igualdad de derechos entre las personas y una discriminación por mucho que se trate de estrujar el diccionario para enaltecer posiciones discriminatorias y poco progresistas, muy conservadoras, demasiado conservadoras. Claro que es mi opinión.
La opinión del Sr. Francisco Olivencia no la comparte nadie que se posicione en este siglo y entienda que la libertad de los seres humanos está por encima de términos etimológicos por mucho que matrimonio venga de dos palabras latinas: “matrix y munium”. Intentar hacernos creer que toda la oposición es semántica es absurdo. Tan incoherente como las declaraciones de la alcaldesa de Madrid: “Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta”. Esta tampoco se refería a las matemáticas.
Otra cosa es la opinión “pecaminosa” que se permitió en la misa retransmitida en un medio público, La 2 de TVE, en la que el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, se refirió a los homosexuales como “personas que se prostituyen y que promueven la corrupción de menores”. Desconozco si el señor obispo bebe o en la misa le gastó una mala pasada un monaguillo travieso, porque lo más preocupante sería que este señor pensara de semejante forma.
La Constitución Española protege el ejercicio de la libertad de expresión, pero los límites de ese derecho están plenamente marcados por el Tribunal Constitucional y el insulto, las calumnias, la discriminación o la ceguera moral no puede servir de excusa para insultar, cometer delitos o decir tonterías impropias de una persona civilizada y, mucho más, de un hombre que debería ser ejemplo para sus vecinos de fe.
En un país donde las familias están perdiendo sus casas y no tienen ni para comer; donde personas responden a su desesperación con el suicidio; donde los políticos se sientan en los juzgados para responder por el saqueo de las arcas del Estado; donde jubilados han sido engañados por banqueros sin escrúpulos que son despedidos con indemnizaciones millonarias; donde millones de personas están sin empleo, el obispo no tiene mayor preocupación que dedicar su homilía en meter a todos los homosexuales en el mismo saco, en su saco mental de la perversión. De su ignorancia. De su intolerancia. De su posicionamiento pre-constitucional.
El obispo no habla de los ladrones de guante blanco. De los inversores que han dejado de invertir en ladrillo y comienzan a especular con las cosechas de cereales y trigo provocando el hambre, desordenes y guerras en África al subir de forma espectacular el precio de los alimentos básicos de esta pobre gente. De la acumulación de la riqueza mundial en manos de unos pocos.
Toda esta perversión moral es la que preocupa. Me preocupa, porque provoca sufrimiento, hambre, desesperación, desnutrición y la muerte a millones de personas en el mundo.
No se qué pensará la Iglesia y Su Santidad el Papa. No estoy muy versado sobre el pensamiento de esa Institución por ser mestizo -de madre cristiana y padre ateo- perdonen el chiste, pero la cosa se toma con “guasa” o es para mandar al obispo al psicólogo. Lo que sí sé es que Dios no fue a misa el domingo en Alcalá de Henares, porque sí Él es Ese, que todo lo ve; el más justo entre los justos; el que todo lo puede; el que está al lado de los pobres y de los que sufren; el que expulsó del templo a los mercaderes, el que dijo “el que esté libre de culpa que lance la primera piedra”. Ese no estuvo allí, se tomó el domingo de descanso por no llevarse el sofocón. Un enfado provocado por un obispo deslenguado, insultón y provocador.
No intenten estrujar el diccionario o las Santas Escrituras, porque muchos de los que rechazan el matrimonio homosexual, rechazan las parejas de hecho, las relaciones prematrimoniales, los preservativos, el aborto. Digan lo que piensan. Gracias a Dios y a que se murió el señor bajito que se autoproclamaba “Caudillo de España por la Gracia de Dios”, todos podemos expresarnos con mediana libertad.
“Dios no va a Misa”. A esos tipos de misa.