La llegada del puente de Semana Santa, con la ‘huida’ de buena parte de la sociedad ceutí a otros lugares para disfrutar de las vacaciones, reabre el debate sobre el atractivo que puede ofrecer Ceuta para captar al turista que quisiera huir de su tierra. Y claro... las conclusiones siempre son las mismas, en el camino aparecen multitud de trabas que impedirían convertir la ciudad en un lugar turístico al que, por ejemplo, quisieran venir familias al completo para pasar este puente, o, simplemente, en un lugar en el que quisieran quedarse a pasar estos días aquellos que han buscado una escapada necesaria para cargar las pilas.
La clase política, e incluso la empresarial, basan sus discursos en la mera crítica a los medios de comunicación intentando hacer recaer en ellos la culpa de la no consecución de éxitos. En momentos de escapada, como la que ahora sucede, son los propios mandamases los que también se marchan, apareciendo excusas baratas que son utilizadas por quienes se sienten incapaces de resolver problemas. Excusas que pasan por eso que denominamos imagen. Y claro, ¿quién hace que la imagen sea mala?: los medios de comunicación, contra los que habrá que ir cargando las acusaciones de ser los asustaviejas de los turistas y de la propia sociedad caballa, depresiva, marcada por miedos ancestrales, inmovilizada.
Pasear hoy por Ceuta es hacerlo por una ciudad distinta, en la que buena parte de sus calles amanecen vacías mientras los barcos navegan cargados. Así ha sido y así continúa siendo, con mandamases de medio pelo que siguen escurriendo el bulto sin pudor alguno mientras se ocultan detrás de los altavoces mediáticos para tapar su incapacidad. Llevamos años intentando encontrar el porqué de muchas historias que se repiten año tras año como si viviéramos atrapados en el día de la marmota. Y hoy, con una Ceuta vacía, volvemos a preguntarnos por qué seguimos siendo ciudad fantasma. Otra vez.