La vida de cualquier persona está llena de pequeñas alegrías; pequeños cosas que resultan agradables si nos fijamos en ellas, si las tenemos en cuenta siempre, en cualquier momento y ocasión aunque estemos preocupados por cuestiones de gran importancia y difíciles de manejar y llegar a resolver. Es lógica la preocupación en esos casos y hasta estamos nerviosos, por muy templado que sea nuestro ánimo, pero no podemos ni debemos dejar sin una palabra cariñosa al perro que tenemos en casa desde hace años y que se acerca buscando la caricia de siempre. Para él tu eres importante en su vida, quizás hasta lo más importante, y la pequeña alegría de una caricia entre las orejas lo deja satisfecho y se marcha tranquilo a dormitar junto a ti. Él deja escapar un suspira de satisfacción mientras tú le acompañas con la mirada llena de afecto.
La escritora norteamericana Pearl S, Buck, ( fallecida en 1973 ), nos ha dejado un pensamiento que conviene tener muy en cuenta a lo largo de las diversas etapas de la vida personal. Afirmaba, la citada escritora, " Muchas personas se pierden pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad ". Cualquier persona puede recordar la gran cantidad de energías y esfuerzos que ha hecho, en diversas ocasiones de su vida para lograr una determinada satisfacción que nunca llegó, con lo que el carácter se nos enrarece y, además, sentimos el latigazo del fracaso.
Es posible que se consiga algún objetivo deseado largo tiempo, o tal vez muchos objetivos de cierto relieve, pero las pequeñas alegrías se habrán quedado en ese camino que se ha escogido sin haberles dedicado atención alguna; sin disfrutar de ellas y, tal vez, haciendo daño.
Las pequeñas alegrías las necesitamos; nos hacen mucha falta para no caer en ese estado de ánimo en el que no hay ilusiones y sólo se deja escapar el tiempo hasta que se agota la vida sin nada que llevar en el corazón que se asemeje a una pequeña satisfacción proporcionada a alguien. No se trata de grandes favores o cuestiones especiales sino esos detalles sencillos que van apareciendo a lo largo de cada día al considerar que toda persona que encontremos en nuestro camino puede necesitar una palabra amable o un simple saludo.
Todo ello sin esperar nada a cambio; son cosas que ocurren igual que el aire lo notamos en nuestro rostro; a veces frío pero siempre necesario para nuestra vida. Hay que llenar la vida de amabilidad, de esos gestos sencillos que llegan al alma.
Esas pequeñas alegrías se valoran mucho más alto cuanto más agobiada se encuentra cualquier persona. La sensibilidad de cada cual será la que sea, distinta a las de los demás porque cada persona es también distinta, con personalidad propia fraguada en muy diversas circunstancias; pero nadie es insensible a esas pequeñas cosas - las que sean para cada cual - que son capaces de hacer sonreír con ternura al alma.
Nada mejor para unir a la Humanidad que esa sonrisa cariñosa, cuajada de ternura, que surge del alma de cualquier persona, haciéndole olvidar tantas otras cosas en las que la ambición domina el sentir humano. No se trata de convertirse en seres humanos simples sino en lograr que nadie olvide sus responsabilidades, acompañándolas con sencillez de espíritu; con amor a las cosas pequeñas.
Vivimos tiempos difíciles, muy duros para muchas personas, y se piensa que tardará mucho en volver a un orden de vida más razonable en lo que a la Economía se refiere. Es tiempo que llama a sufrir, pero aún dentro del sufrimiento hay pequeñas cosas que motivan pequeñas alegrías.
Unámonos a ellas para que la vida de cada cual pueda ser algo más amable. Por cierto, por aquí cerca hay un hombre que pide limosna con un perro al que recogió cuando éste era un cachorrillo. Los dos gozan de una determinada felicidad, digna de admiración.