RESUMEN DE LO PUBLICADO: Adolfo Estrada, periodista del diario El Globo viaja de Madrid a Málaga en el AVE para dirigirse posteriormente a Ceuta. Conoce en el vagón a un inglés llamado Stephen Sullivan (Steve) que también tiene el mismo destino porque es profesor en la Universidad Winston Churchill de la ciudad africana. Durante la conversación Steve recuerda al español que el Dictador Primo de Rivera cambió Ceuta por Gibraltar en 1930. Adolfo está sorprendido por esos datos y porque el tren llega a Algeciras en vez de a Málaga. Se apean en la magnífica Estación algecireña, suben a un moderno buque y, al desembarcar, el periodista se dirige al Hotel El Hacho en un microbús. Más tarde, acuden juntos al Pub La Sirena y Steve le presenta a sus amigos, toman un aperitivo y se disponen a cenar.
Casi todos coincidieron en una ensalada niçoise y pescados que el maître de acento andaluz anunciaba como magníficos. Adolfo, para no equivocarse, eligió lenguado a la plancha. Para el vino, delegaron en Steve que se inclinó por un reserva de Rioja Remiro de Ganuza , decisión que alegró al español después de tanta cerveza fuera de horario. La cena estuvo animada, con jugosos comentarios sobre la situación de la ciudad y contestando todos con rapidez las preguntas del periodista.
Después de los postres salieron a una terraza volada sobre el mar, amueblada con llamativos tresillos blancos y mesas de cristal. El techo estaba formado por vigas que parecían ser cedro, con un fondo de esteras de bambú. Varios ventiladores permanecían inmóviles porque la temperatura era perfecta aquella noche. El mar, aparentemente tranquilo, se extendía más allá del alcance de los focos de la fachada que iluminaban sobre todo las rocas llenas de espuma. Algún barco cruzaba frente a ellos. Cuando tomaron asiento en aquella zona tan especial, les sirvieron whisky de malta, también sin preguntar. Aquí Adolfo no pudo conformarse, a lo que le animó el vino de Rioja que había bebido durante la cena. Reclamó para sí un brandy y, extrañados, le pasaron una carta de bebidas, de donde eligió un Cardenal Mendoza. Hubiera querido pedir Luis Felipe que también estaba en la nota, pero no se atrevió por el precio. Le trajeron enseguida una enorme copa caliente y sirvieron la bebida de una botella del conocido brandy español. Como en esa zona se podía fumar, el militar sacó una pipa que comenzó a llenar con estudiada parsimonia, Helen encendió un cigarrillo inglés, cuyo olor hacía tiempo que no disfrutaba Adolfo y, en vista de la situación, aceptó un purito número 3 de Davidoff que le ofreció Steve.
La conversación, muy agradable, se prolongó hasta las 12 de la noche en que alguien pagó la cuenta sin que el periodista lo advirtiera y salieron al exterior. El español protestó más con la intención de quedar bien que por convencimiento, ya que pensó que en Madrid habría hecho lo mismo por un forastero. En el exterior, las murallas sobre el restaurante estaban iluminadas por focos invisibles y el faro, más arriba, lanzaba sus potentes haces de luz hacia el Estrecho por encima de sus cabezas. Adolfo estaba impresionado por el mágico lugar. Se despidieron con apretones de manos seguidos de algún abrazo y quedaron en verse de nuevo, mientras el periodista español estuviera en la ciudad. A continuación, varios coches partieron carretera abajo. Tan solo el Jaguar de Steve llevó a Adolfo al Hotel El Hacho, quedaron en llamarse y terminó la velada mientras que el vehículo se perdía por la empinada cuesta que conducía a un bosque de pinos camino del centro de Ceuta.
Cuando el periodista entró en su habitación estaba preso de una agitación que había experimentado antes. Era que tenía docenas de ideas en la cabeza o en el bloc y tenía necesidad de plasmarlas en un artículo o al menos un guión. Se puso el pijama que encontró más a mano, conectó el Mac, comprobó que tenía internet como había pedido y se puso a escribir su primer artículo desde Ceuta. Eras las tres y diez de la madrugada cuando terminó el borrador y pudo leer lo que había redactado apresuradamente, sirviéndose de sus notas:
“Ceuta, una ciudad con los pies en el suelo
Lo que llama la atención al observador es el sentido práctico que inspira la actividad pública y privada de Ceuta. Todo parece pensado para que funcione y produzca beneficios.
Territorio británico de ultramar, dispone de un sistema de auto-gobierno muy amplio que solo está limitado por la presencia de un Gobernador que, nombrado por la Reina, decide en temas de defensa y relaciones exteriores, siendo su influencia en el terreno militar indudable.
El Gobierno de Ceuta, elegido por los ciudadanos cada cuatro años, tiene al frente el llamado Ministro Principal y su sede oficial en un antiguo palacete (Ybarrola House) que pertenecía a una empresa española de aprovisionamiento de buques. El Parlamento dispone de veinticinco miembros que eligen, de entre ellos, un Presidente. El sistema, tan sencillo como funcional, opera con tres partidos el Socialista-Laborista de ideario de izquierda moderada (SL) el Social Demócrata (SD) y el Partido Liberal (PL). Su sede se encuentra en las llamadas Murallas Reales que fueron acondicionadas para este fin en la Plaza de África o Africa Square, con la catedral a la derecha y el palacio del Gobernador británico a la izquierda.
Ceuta se incorporó a la Unión Europea en 1973, al mismo tiempo que el Reino Unido pero con un status especial ya que está fuera de la Unión Aduanera, de la Política Agraria Común, no se aplica el IVA y sus relaciones exteriores son responsabilidad del citado Reino Unido.
La Ciudad dispone de una activa representación en Londres instalada en el distrito financiero que facilita datos de Ceuta a la administración británica, tramita asuntos y presta asistencia a los políticos ceutíes que visitan la capital para asuntos oficiales. Esta sede está coordinada, no solo con la ciudad africana, sino también con otra oficina instalada en la Avenue de Tervuren en Bruselas que representa el lobby ceutí ante la Unión Europea, con objeto de optimizar las ayudas públicas y defender la imagen de la ciudad ante las instancias comunitarias. En ambos casos, para ahorrar gastos, dichas representaciones están instaladas en los edificios de un conocido despacho de abogados británico que presta, además, asistencia jurídica especializada.
El Gobierno de Ceuta dispone de 500 funcionarios para cumplir sus fines que atienden todas las ramas de la Administración, salvo Sanidad y Educación que están privatizadas, pero con una importante aportación pública. El acceso al Cuerpo de Funcionarios de Ceuta (CFC) se realiza mediante escrupulosos exámenes que garantizan la igualdad de oportunidades. Un férreo control de los partidos políticos y la existencia de tribunales independientes a la Administración, garantizan la fiabilidad de las pruebas. No existen en Ceuta sociedades públicas ni siquiera participadas por entes oficiales.
No obstante, la mayoría de los jóvenes se decantan por las compañías privadas, ya que existe una autentica cultura empresarial cimentada en la presencia de comerciantes e industriales en el gobierno que aportan al mismo un toque de realismo y sentido práctico.
Existen en Ceuta ciudadanos británicos de origen, otros que tienen la doble nacionalidad española y británica al quedarse después de 1930, junto a unos 4.000 musulmanes que adquirieron la nacionalidad británica con posterioridad, pues pertenecían al colectivo que residía en la ciudad en el citado año 1930, algunos licenciados de las fuerzas indígenas españolas. En cuanto a religiones, se practica la religión anglicana propia de los británicos, la católica, judía de la importante colonia hebrea, islámica y, aunque minoritaria, la hinduista, sobre todo por comerciantes que ya vivían en la ciudad o emigraron a ella desde Gibraltar”.
Adolfo consideró que, como introducción, era suficiente. Lo incorporó como archivo adjunto a un mail y escribió a su ayudante “Hola, Julio. Te acompaño, como borrador, la introducción de un primer artículo sobre Ceuta que puedes ir componiendo. Añade algunos datos estadísticos, no muchos, comprueba los términos exactos, incorpora dos o tres fotos con movimiento de las que mande Lorenzo y me lo devuelves corregido para darle el visto bueno definitivo. Mañana te mandaré otro o el resto de este. Un abrazo, Adolfo” .
Apagó el ordenador, quitó la colcha, se puso el pijama que le habían colocado junto a la almohada y suspiró al meterse en la cama. Al coger el mando de la televisión notó que estaba demasiado cansado y desistió. En cambio, al apagar la luz, se puso el auricular de la radio que siempre llevaba y, tras moverse por el dial sorteando emisoras en inglés o árabe, sintonizó Radio Nacional en Algeciras y se durmió plácidamente, mientras escuchaba las malas noticias de siempre.
Continuará el próximo domingo