Cuenta el consejero Gregorio García Castañeda que habrá que empezar a poner en marcha una campaña de información/concienciación dirigida a los vecinos de las barriadas para informarles del mantenimiento que se hace de las instalaciones municipales. Lo dice después de denunciar que, por ejemplo, se han encontrado un parque infantil destrozado cuyas piezas se han arrojado por un barranco. Lo dice también después de denunciar que hay personas que se dedican a destrozar los polideportivos lo que provoca que las instalaciones queden deterioradas. No tiene pintas García Castañeda de creer en los milagros, al menos aplicados a la vida política, así que si espera que con una campaña de información se va a terminar con este tipo de comportamientos... entonces tiene dos problemas. Y bien grandes.
Lo que denuncia el consejero no sucede solo en las barriadas de la periferia. En el centro también se han estilado comportamientos de grupos de adolescentes que no han tenido reparo alguno en acudir a los parques infantiles para destrozarlos, actuando ante la mirada de adultos que han optado por mirar hacia otro lado para evitar problemas. La Ciudad está aludiendo a un tipo de comportamiento que define a un colectivo social que no se guía por los parámetros normales. Un colectivo que atenta, sin reparo alguno, contra los bienes comunes y que provoca un daño gratuito a los demás vecinos a sabiendas de que, si son sorprendidos, carecerán de castigo alguno más allá de una sanción que, a duras penas, deberán pagar sus padres si son solventes.
Lo que ahora denuncia García Castañeda me recuerda a las palabras de un compañero que, desolado, denunciaba cómo, a 24 horas escasas de colocar un parque infantil, había quien se había entretenido destrozándolo. ¿Con qué finalidad? La malsana diversión que aquello le produjo después de dejar a la chiquillería del vecindario sin las infraestructuras debidas. ¿Campaña de información? Puede hacer las que quiera... la efectividad la pongo en duda.