Yo lo veía con frecuencia desde hacía bastantes años; tal vez desde que empecé a tener algo de sentido de responsabilidad, desde ese momento de la vida en que se empieza a pensar en lo que se hace, en por qué y para qué se hace cualquier cosa, aunque sea muy pequeña, muy poco importante tanto para uno mismo como para alguien más. Esa aparición, que llevaba consigo la reflexión personal sobre lo acaecido, creaba un nuevo ser que caminaba en solitario y al que tenías a la vista siempre, aunque a veces intentabas ignorarlo y en otras ocasiones, tal vez muy necesarias para uno mismo, lo buscabas con interés y hasta con ansiedad a veces. En algunas ocasiones aparecía muy próximo a uno mismo, haciéndose notar en su caminar pausado , aunque nada vacilante, y su andar solitario se unía, de alguna forma, a nuestro sendero.
Pienso que eso mismo, o algo que se le parece, le debe ocurrir a toda persona y así nadie está perdido en la vida. El hombre que caminaba solo - mujer en su caso - siempre nos echará una mano, colocándose a nuestro lado y caminando a nuestro propio paso. Nos hablará cuando lo estime necesario para que podamos rectificar algo que no esté bien orientado, para hacernos ver que existe la obligación de tener fe en esa palabra que nos habla de amor y de rectitud en el obrar, aunque otra pudiera ser nuestra apetencia personal. Es que a veces nos encariñamos con nuestro propio sentir, sin darnos cuenta de que puede estar influenciado por el ambiente o por alguna apetencia más o menos ligera y momentánea. Ese hombre que camina solo nos hará ver que una persona que deja a un lado la fe es como un barco desarbolado en pleno temporal.
No pocas veces sentimos la congoja de la desorientación; no sabemos porqué hacemos tal o cual cosa ni porqué nuestra mente está dominada por algún pensamiento que, en el fondo, nos perturba. Aunque ese pensamiento nos domine desde hace tiempo y hasta nos hayamos sentido conformes con él, haciéndolo eje de nuestra vida, podemos tener la seguridad de que el hombre que caminaba solo sigue su camino a la vista de esa persona y hay momentos, más o menos largos, en que su proximidad es máxima para decirnos que no debemos perder la esperanza de volver a encontrar la tranquilidad de conciencia que hemos perdido y de cuya pérdida nos damos cuenta de muy diversas maneras; a veces con gran fuerza y sin atrevernos a rectificar. Ese hombre que camina solo a tu lado te llevará hasta el reino de la esperanza. Síguelo; lo necesitas para tu bien.
Necesitamos - toda persona - ayuda noble, serena y eficaz. Ayuda que nos haga mejores personas, más cumplidoras de nuestras obligaciones y más atentas, también, a las necesidades de los demás, de quienes sean, sin distinción alguna y con la rapidez que cada caso demande, que debemos saber ver sin excusas. El hombre que caminaba solo y que ya hemos conocido en muchos instantes de nuestra vida tiene siempre a la vista esas necesidades y las pone a nuestro lado para que nos hagamos solidarios con ellas y busquemos su solución. Es la caridad que debe mantenerse en todos nuestros pensamientos y acciones a lo largo de toda la vida. Quizá haya algo que no lleguemos a entender pero bueno es, siempre, que hagamos caso a ese hombre que descubrimos que caminaba solo. Nos enseñará a amar a la gente.